Titulada con el nombre de una hierba coreana para cocinar, Minari. Historia de mi familia es una oda tierna, divertida y evocativa sobre cómo una generación de una familia lo arriesga todo para establecer los sueños de la siguiente. La cinta se despliega con toda la intensidad de una memoria vívida. Aunque en una primera impresión parezca una historia conocida —la historia de unos inmigrantes que intentan su propio 'Sueño Americano'—, el director Lee Isaac Chung aplica un enfoque nuevo y revelador.
Este largometraje producido por Brad Pitt llega a las salas este viernes 12 de mayo. En la historia cohabitan detallados recuerdos de familia a un tiempo potentes, alegres y cándidos que contribuyen a un relato más grande: el impacto del viaje en una generación nueva de jóvenes americanos. Todo empieza cuando en la América de la década de los ochenta Jacob, un coreano recientemente llegado, se lleva su familia de California a Arkansas, decidido a forjarse una sólida independencia como granjero, aunque el terreno sufra temblores.
Si bien Jacob contempla Arkansas como tierra de oportunidades, el resto de su clan está desconcertado por este movimiento tan inesperado hacia una nueva vida en un pedazo de tierra minúsculo del vasto Ozark. Sin embargo, serán dos miembros impensados de la familia, cada uno a un extremo distinto del espectro, quienes comenzarán a forjar el nuevo sendero del clan: el indisciplinado David, de ojos bien abiertos y siete años de edad, y su abuela Soonja, igualmente desafiante, que acaba de llegar de Corea en avión.
En medio de tamaño cambio, al principio chocan, pero pronto descubren los lazos imperfectos aunque mágicos que enraízan la familia con su pasado a medida que afrontan el futuro. Con esa carencia de lenguaje propia del inmigrado, David deviene vehículo del sentir de toda una familia a la deriva que trata de hallar el rumbo. Mientras el sueño de Arkansas amenaza con agotarse y abatir a cada miembro del clan, Chung tiene la oportunidad de explorar cómo una familia atraviesa no sólo los muy específicos dilemas en el proceso de asimilación a la América rural, sino también cuestiones más amplias de humanidad básica.
Inmigrantes coreanos en EE.UU.
Puede ser la ocasión de ver a un americano coreano que explica nuestra historia, pero significa mucho también para la gente de Arkansas o Nueva York"
Lee Isaac Chung
Los vacíos que combatimos todos entre los vínculos familiares y la independencia, la fe y el escepticismo, a caballo entre el sentimiento de outsider y el anhelo de pertenencia. "Para mí, la película se reduce a esperar lo mejor el uno del otro. Lo que más quería estribaba en dejar que el espectador entrase en el mundo de esta familia con sinceridad y honestidad, sin juzgar a nadie. Nos une mucho más como seres humanos que según las categorías superficiales que hemos creado", detalla el director Lee Isaac Chung.
"Puede ser la ocasión de ver a un americano coreano que explica nuestra historia, pero me he dado cuenta de que esos personajes significan mucho también para la gente de Arkansas, o de Nueva York, o de donde sea. Ésa ha sido una de las cosas más emotivas, constatar cómo una historia tan personal para mí puede emocionar a gente tan distinta de modos tan significativos", asevera Chung. "Mientras la escribía tenía la sensación de usar el último recurso porque pensaba: 'si pudiera dejar a mi hija una historia. ¿Cómo querría que fuera?'"
"Anoté ocho recuerdos visuales de cuando tenía la misma edad que mi hija; iban desde las acaloradas discusiones de mis padres en Arkansas hasta el hombre que ayudó a mi padre a arrastrar una cruz por la ciudad, pasando por mi abuela cuando quemó la mitad de la granja. Al mirar a través de esos recuerdos, pensé que quizá era aquélla la historia que quería narrar todo el tiempo", detalla Chung. Lo que surgió se parecía a una carta de amor a sus padres, pero al tiempo también una carta de amor a todos los padres que tratan de velar por el futuro de sus hijos.
Era importante no permitir que ninguno de ellos simbolizara algo social o político"
LEE ISAAC CHUNG
Resultó una ficción, pero una que esperaba rindiera homenaje a la tenacidad de sus padres en la forja de una vida americana que no se ha escrito y que también fuera un regalo a su hija mientras crecía. Aunque cada personaje tiene su propio aprieto cómico, no hay ni juicio ni sátira. "Siento auténtica admiración por todos los personajes de la película", relata Chung. "Era importante no permitir que ninguno de ellos simbolizara algo social o político. Y ello porque he tenido el privilegio de conocer a gente como ésta que era parte de mi vida, que me dio la libertad de centrarme en escarbar en lo que los motiva. Quería crear gente que estuviera completamente viva, gente que te invite a descubrir más y más sobre ellos".
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