El Museo del Prado estrenará Soldado, una obra teatral nunca antes representada del dramaturgo Fernando Fernán Gómez (Lima, 1921 - Madrid, 2007). La función va en línea con la conmemoración del primer centenario del que fue uno de los actores, directores, escritores y académicos españoles más importantes de nuestra historia. Se podrá disfrutar junto a la obra maestra de Velázquez conocida como Las Lanzas, durante cuatro fines de semana de marzo y abril.
La función representa la vida de un soldado de los Tercios de Flandes, presente en la rendición de Breda ante las tropas españolas de 1625. La dramatización y dirección correrá a cargo del actor Daniel Ortiz, quien dará vida a su discurso anónimo en reconocimiento de los combatientes por la Historia de España y será de carácter gratuito para los visitantes que se encuentren en el Museo. El monólogo es un alegato del autor contra todas las guerras y quienes las utilizan para prosperar y hacer carrera sobre el sufrimiento de los más débiles.
Hijo de la actriz Carola Fernán-Gómez, el escritor nació durante una gira de sus padres en Lima y llegó a España con únicamente tres años. Tras apartarse de sus estudios en Filosofía y Letras, se sumergió en el mundo del teatro. Su debut profesional fue una pieza teatral de Jardiel Poncela, Los ladrones somos gente honrada. Además, era un apasionado lector lo que le hizo un fiel amante de los libros. Asimismo participó en varios rodajes gracias a la productora Cifesa como Cristina Guzmán, profesora de idiomas (1943), El destino se disculpa (1944) o Domingo de carnaval (1945).
Una vida dedicada al arte
Contrajo matrimonio con lo actriz María Dolores Pradera. Su figura se popularizó gracias a su actitud desgarbada y voz grave con tono declamatorio durante las década de los años 50, 60 y 70. En esta faceta de actor no se limitó a las comedias, más o menos sofisticadas, sino que también intervino en producciones de hondo dramatismo. Junto con su labor como director, es considerado uno de los actores más importantes del cine español.
A esto se le añade su faceta de escritor y dramaturgo. Su mayor éxito sobre los escenarios, según la crítica de entonces y el público fue Las bicicletas son para el verano (1977). Entre las narraciones extensas conviene recordar títulos como El viaje a ninguna parte (1985), que dio lugar a la versión cinematográfica; El vendedor de naranjas (1986) o El mal amor (1987). Mención aparte merece su dedicación al género ensayístico y memorialista, al que ha aportado algunos textos imprescindibles para el estudio del cine y el teatro español del siglo XX.
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