15:00 horas y no hay un alma en las calles de Madrid. El calor comienza a golpear la ciudad, mientras que en las grandes galerías, espacios, naves y salas los eventos que el coronavirus canceló -hasta en dos ocasiones- comienzan a desempolvarse entre cajas de madera y papel de embalaje. Urvanity, la feria de arte contemporáneo y urbano de Madrid, celebra su V edición con una clara apuesta por lo que vendrá, y no lo que ya convive. Así lo espeta uno de los carteles del certamen en una zona habilitada para comprar obras de los artistas que exponen en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) hasta el próximo domingo 30: "Compra arte de artistas vivos, no muertos. Ellos no lo necesitan".
Entre erotismo, explosiones de neón, excentricidad y precios sólo aptos para el arte contemporáneo, Urvanity conforma un amalgama de experiencias en el que las nuevas generaciones plasman su lenguaje entre lienzos y herencias de la tradición. La primera sala, con obras de Juan Miguel Quiñones (1979), reivindica lo anterior con 'Pura Piedra': un conglomerado de helados -y patinetes de skateboard- tallados con mármol y granito que, no sólo hacen babear a cualquiera que haya llegado acalorado a la exposición, sino que redefinen, además, el empleo de materiales clásicos para confecciones más pop.
A nadie le amarga un dulce. Eso diría Mico Rabuñal (Arteixo, A Coruña, 1979), cuyas esculturas se convierten en un escaparate de kiosco, aunque en este caso las gominolas no valgan cinco céntimos. Nubes, piruletas y caramelos abundan el espacio dedicado al artista gallego, que talla las obras en piedra. Urvanity apuesta, así, por un lenguaje joven y atrevido que, en ocasiones, considera lo absurdo como válido y lo válido como absurdo.
La fiesta de Eros
Del dulce, al placer, únicamente cambiando de sala. Cristina García Rodero (Ciudad Real, 1949) impacta con imágenes en las que el erotismo y la naturalidad del placer más escondido copan la primera plana. Rodero apuesta por mostrar el comportamiento humano y desinhibir las fantasías sexuales que la rutina y la sociedad más comedida esconden a las horas más tardías de la jornada.
También por medio del cuerpo, aunque con un estilo diverso, Carlota Guerrero (Barcelona, 1986) dota de feminidad a sus retratos. Su fotografía convierte a la mujer en una diosa contemporánea, en una fémina desnuda cuya arma es su sencillez y que demuestra su poder a través de la delicadez.
Guerrero es conocida en España por haber trabajado para revistas como Vogue y por haber retratado a innumerables iconos femeninos, entre ellos la siempre aclamada Rosalía. Guerrero apuesta por una reinterpretación de los cánones de la belleza y del cuerpo de la mujer.
La cultura del meme y la desdicha
Urvanity no solo bebe de la transgresión del arte urbano y de los movimientos que iniciaron líderes como Banksy, Shepard Fairey, Invader o JR; también apuesta por el lugar común que aúna a las nuevas generaciones y atrae a posibles compradores más jóvenes: el meme, la ironía y las imágenes virales.
Ruby Gallery, desde Bélgica, apuesta por el empleo de elementos 'gen Z' que combinan arte y contemporaneidad con las marcas urbanas más reconocidas: Adidas, Kappa y coetáneas. También con cadenas y oros que conectan con la cultura del trap y siempre apostando por la nostalgia que parecen compartir los millennials, sobre todo en épocas donde reina la incertidumbre.
Johan Deckmann, que triunfa en Instagram y fuera de él con sus libros que muestran frases con altas dosis de sinceridad, también hace su aparición en Urvanity por medio de Badr El Jundi, una galería joven que ha recogido las tendencias artísticas que también dominan en redes sociales, el nuevo lienzo de los artistas emergentes.
Entre obras con las que las generaciones más jóvenes de coleccionistas pueden conectar, y los simples seguidores del arte admirar, Urvanity se erige como alternativa y reivindica los valores de lo popular y cotidiano como líderes del arte contemporáneo.
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