La obra de Edvard Munch, precursor del expresionismo, ha sido objeto de interés de millones de personas por el marcado trazo de sus pinturas, así como por su capacidad para representar los sentimientos más profundos del ser humano.
Especial interés, no obstante, es el que el pintor noruego provocó sobre dos individuos que el 22 de agosto de 2004 entraron en el Museo Munch de Oslo y se llevaron a punta de pistola una de las cuatro versiones que el artista pintó de El grito, así como una Madonna del mismo autor.
Hoy se cumplen 15 años de la recuperación de ambos cuadros, de la que aún apenas se conocen detalles. Sin embargo, se apunta a que el chantaje de uno de los ladrones a las autoridades noruegas supuso un punto de inflexión detrás del rescate en 2006 de la obra maestra.
Un atraco a plena luz del día
El robo tuvo lugar en el verano de 2004, unos meses después de que el atentado del 11-M sacudiese Madrid y de la boda del entonces príncipe Felipe y Letizia Ortiz. Aquel domingo de agosto dos hombres, encapuchados en el momento del atraco, entraron en el museo dedicado al artista más célebre de Noruega.
El Mundo publicaba entonces que a las 11:15 horas de la mañana, en horario de visita, ambos individuos obligaron al público a tirarse al suelo. Los testigos no dudaron en seguir las instrucciones de los dos hombres, quienes amenazaban con disparar a quien no cumpliese sus órdenes. Fue precisamente esta arma la que provocó que los asistentes temiesen estar presenciando un acto terrorista, aunque los diarios informaban de que nadie resultó herido tras el incidente.
En cuestión de unos 30 segundos, los ladrones arrancaron de la pared las dos obras más valiosas del pintor y rápidamente salieron del lugar, donde una tercera persona esperaba en un coche para efectuar la huida. Al día siguiente, los medios noruegos criticaron duramente la actuación de la seguridad del museo: «Fue casi tan fácil como asaltar un quiosco» escribía el Aftenposten, al que se unía a este tipo de comentarios el Dagbladet: «Algunos de nuestros tesoros nacionales están muy pobremente custodiados».
La pista para su recuperación: la propia inculpación de uno de los atracadores
Justo dos años después del robo, el 22 de agosto de 2006, se hacía público que uno de los sospechosos tras la desaparición de las dos pinturas de Munch, David Toska, se había presentado ante las autoridades del país para proponerles un trato: devolvería El grito y la Madonna de Munch usurpadas a cambio de que se le redujese la condena.
Y es que Toska no solo cargaba sobre su espalda con el presunto robo de estos dos cuadros: el autor del famoso atraco también había sido el protagonista de un asalto en abril de 2004 al Banco Central Noruego, que se saldó con un policía fallecido y con unos siete millones de euros en su bolsillo. Fue precisamente por este suceso por el el que fue arrestado en Málaga en 2005.
La policía de Oslo negó que se hubiese pagado el rescate de las obras, que por fin llegaron a manos de las autoridades ocho días después de la interesante oferta. Sin embargo, uno de los inspectores encargados de la búsqueda de las dos pinturas declaró que el final feliz con el que la historia del robo había terminado fue el resultado de una "sistemática y bien planeada operación de la policía de Oslo, en la que habían participado también otros protagonistas".
Desde entonces, nunca se ha llegado a aclarar si el chantaje se efectuó finalmente mediante una disminución de la condena del ladrón ni si Toska fue la persona que colaboró activamente para recuperar ambas obras de arte. En cualquier caso, queda claro que su colaboración - incluso si esta únicamente se limitó a tratar de negociar con la policía - fue el elemento clave para lograr poner a las pinturas a salvo hace hoy 15 años.
Dos robos de 'El grito' en diez años
El aniversario que hoy se cumple de la recuperación de este cuadro de Munch se corresponde al del segundo robo de una obra del artista. Diez años antes, en 1994, otra de las cuatro versiones que el noruego había creado de su pintura más famosa - la más grande y conocida por el público - fue usurpada en la sala Munch de la Galería Nacional de Oslo.
En este caso, el hurto perpetrado tuvo lugar de madrugada. El ladrón, Pal Enger, confesó al periódico noruego VG en 2008 que llevaba planificando el robo cuatro años, además de explicar que «no fue el dinero lo que me movió a hacerlo, sino el reto y el juego».
El astuto Enger aprovechó la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer - a los que se había destinado un gran equipo de fuerzas de seguridad, dejando así puntos de Oslo como este museo con apenas vigilancia - para entrar y salir del centro artístico en un abrir y cerrar de ojos. Unos 50 minutos fueron suficientes para hacerse con su motín e incluso dejar una nota a los guardias de seguridad: «Muchas gracias por la mala vigilancia».
Doce semanas después, finalmente se logró encontrar el famosísimo cuadro en un hotel de Aasgardstrand, al sur de Oslo. El ladrón confesó tiempo después que durante los tres meses de cautiverio de El grito, este estuvo guardado entre los tableros de una mesa de comedor en su casa.
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