La Academia Madrileña de Gastronomía anunciaba este martes una noticia que ha provocado el dolor de todos los madrileños: Alfredo Rodríguez, el dueño de El Brillante, el bar más famoso de bocadillos de calamares de la capital, fallecía el lunes a los 67 años de edad.
Su mítico local situado enfrente de la estación de Atocha, sin embargo, mantenía su ajetreado vaivén de camareros sirviendo a ciudadanos y turistas su plato estrella. Un ambiente cargado de disgusto y dolor se palpaba en el popular local madrileño: el personal, de forma pesarosa, negaba poder hablar con los medios acerca del hasta ahora propietario de El Brillante; aunque poca audacia era necesaria para comprobar que se hacía difícil nombrar a Alfredo tras su repentino fallecimiento.
Aunque el show debe de continuar, la mirada triste y apenada de los trabajadores del negocio hacía saber que la jornada no sería fácil para el personal, que perdía al más importante de sus miembros justo 70 años después de que el bar abriese sus puertas de la mano de su padre.
Alfredo Rodríguez, hijo del fundador
El fundador de este imprescindible local madrileño, Alfredo Rodríguez Villa, padre del difunto, llegó a la ciudad en 1934 desde su León nativo. Tal y como hicieron gallegos, andaluces o extremeños, Rodríguez aterrizó en Madrid con una maleta cargada de esperanzas y mucha ilusión por construir un futuro en el centro del país.
Aunque la Guerra Civil (1936-1939) se pusiese de por medio, Alfredo decidió no rendirse ante las adversidades que se presentaban sobre él y el resto de la sociedad española. Al contrario, se creció ante ellas y durante sus primeros años en la ciudad aprendió acerca del mundo de la hostelería: primero en la taberna La Joya, muy próxima a la Plaza Mayor, y después en un local en Cuatro Caminos, El Diamante.
Años después, en 1951, Alfredo decidió a abrir el emblemático bar El Brillante (Pl. del Emperador Carlos V, 8), que hoy continúa situado en una de las plazas más concurridas de la capital, a tan solo unos pasos de la Estación del Arte y con dos terrazas con vistas a algunos de los edificios más relevantes de Madrid: las fachadas de la estación de Atocha y del Museo Reina Sofía. Tiempo después su hijo, de mismo nombre, se encargó de continuar con el negocio familiar.
El Brillante, testigo de 70 años de historia madrileña
«Refugio de gatos y rincón castizo donde los haya, abierto a propios y extraños de todo el mundo. De Madrid al cielo pasando por un bocata de calamares». Así es como se definen desde El Brillante, y motivo no les falta. Esta ha sido su labor desde su apertura: la de alimentar a quien se encuentre de paso.
Su ubicación ha hecho que el local más longevo de El Brillante - que actualmente cuenta con otros dos en los centros comerciales de Nassica e Intu Xanadú, así como un bar en Boadilla del Monte - haya presenciado algunos de los momentos más importantes de la historia del país.
El Brillante se convirtió en un punto estratégico de las mañanas de los años 80, en la que los jóvenes de la Movida Madrileña disfrutaban de un buen chocolate con churros después de las noches de desfase de la época. El 11 de marzo de 2004 el bar pasó a ser un centro de asistencia sanitaria ante la llegada multitudinaria de las víctimas del peor atentado que haya sufrido el país. Más recientemente, en 2018, el local presenciaba una de las mayores dmanifestaciones que haya acogido España, la del 8 de marzo por el Día de la Mujer.
Además, por su barra también han pasado personalidades tanto de carácter nacional como internacional. Uno de sus camareros sospecha haber atendido a algún rey - sin facilitar más detalles acerca de qué monarca podría tratarse -, pero de lo que no dudan es que entre sus clientes se han encontrado la hija de Bill Clinton o Matt Groening, creador de Los Simpsons. Ninguno podía irse de la capital española sin probar los más conocidos bocadillos de Madrid.
Mucho más que un simple bocadillo
El Brillante está de luto por el fallecimiento de su propietario, al igual que los empleados de este famoso local. Las caras de dolor de los camareros, con los ojos irritados y llorosos, desvelaban el cariño que sus trabajadores sentían por el propietario. Un afecto que, sin duda, todos los 'gatos' de la ciudad sienten con la pérdida de una de las figuras más destacadas en la gastronomía de Madrid.
«Viví hace años en Madrid y conocía El Brillante porque era 'el típico' de Madrid para comerte un bocadillo de calamares», explica una clienta con el bocata sobre la mesa. Y eso mismo es lo que representa este célebre bar, que es incluso calificado como 'mítico' por otro consumidor del plato estrella de la casa. El bar, además, sirve otros de los productos más conocidos de la gastronomía castiza y española, como la ensaladilla rusa, oreja de cerdo o patatas bravas.
Pero el bar acoge con el mismo cariño a los visitantes de la ciudad, quienes ocupan con sus maletas y mochilas la mayoría de la terraza que da a la estación de Atocha: «Habré venido unas 5-6 veces. Cuando tenía que coger un tren desde Atocha, si tenía tiempo, me venía aquí para comerme un bocadillo», comenta la comensal.
Con este triste adiós, El Brillante brilla hoy un poco menos. Surgen ahora dudas entre los habitantes de la capital sobre la continuidad del local, pero la esperanza sigue existiendo por conseguir que el popular bar de Atocha continúe repartiendo bocatas de calamares por mucho tiempo más.
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