El Mayte Commodore desborda el deseo de cualquier hostelero. Representó el anhelo que todo anfitrión pudo ansiar. Fundado en 1967 por María Teresa Aguado Castillo, el restaurante que preside la Plaza de la República Argentina se convirtió en un testigo de lujo del fin de la dictadura y de la posterior e impetuosa etapa de la transición. Sus mesas fueron las primeras que sostuvieron flores y sus suelos también innovaron al abrigarse con moqueta. Las paredes del Mayte presenciaron las veladas interminables de políticos, toreros, actores e incluso del monarca Juan Carlos I.
Allí, en la conocida como Plaza de los delfines, desfilaron personajes tan ilustres como Lola Flores, Raquel Welch, Santiago Carrillo, Juan Domingo Perón, Charlton Heston o Ava Gardner, así como Adolfo Suárez o Fraga, quienes debatían acaloradamente sobre política. Mayte Commodore se convirtió en el templo social de las altas esferas que frecuentaban la noche de la capital. La pericia empresarial de Mayte -en los inicios ordenó a los camareros fumar y ensuciar los manteles para simular ambiente- y su discreción hicieron de su casa un símbolo del ocio madrileño.
La fachada del Commodore rezuma esencia y esa mística es imprescindible para la nueva propiedad. El antiguo Mayte Commodore, ahora sólo Commodore, se postula como candidato a ser el epicentro gastronómico, social y cultural de Madrid que algún día fue.
El nuevo Commodore
"Commodore no es para ricos, es para listos. Pero si tienen dinero, mejor", comenta Juan Ramos, propietario de Commodore en conversación con El Independiente. La reflexión hace referencia a su interés por convertir el local en "un lugar de reunión para intelectuales, de presentaciones de libros, de exposiciones, o de grabaciones de radio y televisión". Todo ello sin descuidar lo imprescindible en un restaurante; "Bajo el parámetro de una cocina excepcional se desprenden las variables de los eventos y la cultura, que tienen su espacio para que se sienta su presencia en el Commodore", explica Ramos.
El sueño del prestigioso y privilegiado Mayte Commodore sedujo hace más de una década a los propietarios de Casa Remigio - grupo al que pertenece Commodore - . "La primera vez que nos pusimos en contacto para alquilar el local fue en 2010, pero las negociaciones no cuajaron". La intentona se repitió con la misma suerte en 2014. Finalmente, y en plena pandemia, Casa Remigio consiguió "unas condiciones que cuadraban con el proyecto" , por lo que llegaron a un acuerdo para los próximos 20 años.
La espera por hacerse con el antiguo Mayte Commodore encuentra una justificación muy evidente para Ramos: "Es el mejor establecimiento de hostelería de Madrid. Por cuatro motivos: los aforos que tiene legalizados, tanto de pie como sentados; la localización; los méritos de nuestro equipo; y toda la historia que hay detrás de Commodore".
Casa Remigio ha acometido una gran inversión para el renacer del Commodore. "La obra ha durado un año. Se demolió el interior por completo y a partir de la estructura empezamos a construir". Los encargados de dar nueva vida al Commodore han sido Luis Galliusi como diseñador y Sergio Sarriá como arquitecto; "los dos son primeros espadas en lo suyo. Estamos muy contentos con su trabajo", comenta Ramos.
Recuperación de los premios Mayte
El legado de Mayte permanece intacto 31 años después de su fallecimiento. Ramos apunta que "Commodore está en el imaginario de toda la ciudad, incluso en el de España. Desde que estamos abiertos - menos de un mes - ha venido mucha gente conocida a ver cómo ha quedado".
La figura de Mayte trascendió y su historia, aunque no de manera oficial, se llevó a la gran pantalla. La mitad del cielo (1986) de Manuel Gutiérrez Aragón narra la vida de una joven cántabra (como Mayte) que tras enviudar y siendo madre soltera se traslada a Madrid en busca de una nueva vida. Allí conoce a Don Pedro, interpretado por Fernando Fernán Gómez, un jefe de abastos que la ayuda a iniciar su aventura empresarial. Los rumores han hablado de que Mayte tuvo un idilio con alguien importante y por eso su restaurante despegó meteóricamente; sin darle veracidad ninguna veracidad, la película sí que pretende reflejar esa relación.
Lejos de reconocer cualquier su vinculación con la película, Mayte dejó huella con sus propios galardones. La cántabra fundó los Premios Mayte con el objetivo de fomentar las artes escénicas y la tauromaquia. La entrega reunía cada año a las celebridades más reconocibles. La tradición se perdió cuando su hijo cerró el restaurante, por lo que los premios se trasladaron a Cantabria. El empeño de Ramos y su equipo por ensalzar el espíritu del Commodore ha devuelto a casa la ilusión de Mayte. "Se recuperarán los Premios Mayte aquí en el restaurante. El de teatro seguro y conforme evolucione la situación de pandemia iremos desarrollando otras categorías".
La leyenda del Commodore emerge directamente al primer plano de la escena madrileña y lo hará además con alguna performance sorpresa "que pronto se conocerá", concluye Ramos.
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