Confiesa que iba a ser un «granjero de calabazas» mientras sostiene una taza de café. De pronto descubrió el Karate, cuenta para El Independiente, pero nada, ni lo primero ni lo segundo -bromea-, era una pretensión de acabar en Japón y adentrarse en los bajos fondos de la ciudad. Tampoco lo era su vocación periodística, ni el chapurreado japonés que le llevó sin embargo a convertirse en el único extranjero del Yomiuri Shimbun -el mayor periódico de Japón en los años noventa-, en escribir sobre extorsiones, asesinatos, tráfico de personas, corrupción y, por supuesto, sobre la Yakuza, el equivalente del crimen organizado y la mafia japonesa más temida del siglo XVII.
Escribir sobre la Yakuza terminó por obligarle a llevar escolta tras recibir amenazas de muerte, y aunque reconoce haber pasado miedo, sobrevivir le ha servido para contarlo y escribir Tokyo Vice, un libro de memorias que publicó en inglés en 2009 y que ahora la editorial Península ha editado en español: «Haz que esa información desaparezca o te haremos desaparecer a ti. Y quizás a tu familia. Pero empezaremos con ellos, para que aprendas la lección antes de morir».
Pregunta.- ¿Qué significa para ti Tokyo Vice?
Respuesta.- Mucho. Tokyo Vice es todo lo que he aprendido mientras trabajaba de periodista de investigación en Japón. En este libro intento enseñar las lecciones que aprendí como periodista y reportero; sobre cómo aprendí también a ser humano y hasta un criminólogo amateur. Hay una palabra en japonés que viene a referirse a la lección que una persona te da a través de un mal ejemplo. De esas hay muchas en el libro.
P.- ¿Es cierto que este fenómeno literario ha obligado a tu familia a vivir bajo protección policial?
R.- Sí. Durante un par de años. Los mismos que estuve yo sobre protección policial.
P.- Para entenderlo, vayamos al principio. ¿Cómo logra un norteamericano de diecinueve años trabajar en el periódico más grande de Japón y cubrir todo aquello que tuviera que ver con la Yakuza?
R.- Antes de cumplir los veinte años me trasladé a vivir a Japón para estudiar en la Universidad de Sophia, en Tokio. Me quedaba un año para terminar mis estudios pero en Japón es muy común que te contraten antes de graduarte. Nadie llega a trabajar en los periódicos más importantes haciéndose primero un nombre en diarios de provincias o regionales. Los periódicos contratan a la mayoría de sus reporteros de entre los recién graduados de la universidad. O ni eso. Para acceder al periódico únicamente debías examinarte, hacer una prueba de acceso estandarizada. Y tuve suerte. El examen se dividía en cuatro partes. La primera era un examen de japonés; la segunda, de lenguas extranjeras; la tercera era una redacción, y la cuarta, una carta de presentación en la que tenías que venderte como potencial empleado. Por aquel entonces no era consciente de lo que significaba realmente trabajar en el Yomiuri.
P.- ¿Cómo fueron tus inicios escribiendo sobre la Yakuza y de que forma consigues trabajar treinta años en este ámbito?
R.- Hubo un tiempo en el que no me dedicaba a tocarle las pelotas a la yakuza, era algo de lo que solo había oído hablar en las películas. Pero todo cambió. No he llegado nunca a formar parte de la yakuza pero sí he hecho amistad con algunos de sus miembros. Siempre de forma reservada y discreta. Esa es la fórmula. Llevo cubriendo el crimen organizado casi tres décadas, desde 1993. En este tiempo, e incluyo a los que han fallecido, habré podido tener contacto con quince fuentes de información diferentes, y de todas he aprendido lo mismo: No soy uno de ellos. Tratar con la Yakuza es tratar con una especie de animal salvaje que puede volverse contra ti en cualquier momento. Hay que saber mantener las distancias y saber que la reciprocidad es de vital importancia. No es aconsejable tener en contra a la Yamaguchi-gumi, la mayor organización criminal de Japón. Tiene más de cuarenta mil miembros, y eso es cabrear a mucha gente. La mafia japonesa. Puedes llamarla Yakuza, pero muchos de ellos prefieren llamarse a sí mismos gokudo, que significa literalmente "el camino final". La Yamaguchi-gumi ocupa la cúspide del vertedero gokudo. Y entre las muchas facciones que componen la Yamaguchi-gumi, la Goto-gumi, con más de nueve mil miembros, es la peor de todas. Cortan la cara a directores de cine, lanzan a personas de balcones de hotel, asaltan viviendas con excavadoras etc.
No he formado parte de la Yakuza pero sí he hecho amistad con algunos de sus miembros»
Jake Adelstein
P.- ¿Has escrito con miedo sobre la Yakuza?
R.- Sí. Muchas veces. Me he enfrentado a eso de «escribe el artículo y no habrá ningún lugar de este país en el que puedas esconderte de nosotros» en varias ocasiones. La más reciente que recuerdo fue en 2014. Escribí un artículo donde publicaba una fotografía del Vicepresidente del Comité Olímpico de Japón junto a un miembro de la Yakuza. Se temía que las relaciones con la organización criminal pudiesen perjudicar los juegos de Tokio 2020 y que la Yakuza pudiese beneficiarse del encuentro deportivo internacional. Yo sabia que a compañeros que habían escrito previamente sobre ello les habían roto las rodillas con bates de béisbol. Me estaba exponiendo a un peligro, pero tenía que contarlo. Los Juegos costaron 3 veces más de lo que dijeron. Eso viene por la corrupción y porque la Yakuza se llevó parte del dinero. Ha habido contratos sospechosos. Es normal si tienes un Gobierno corrupto donde se destruyen documentos y no pasa nada.
P.- ¿Son cuestiones como estás las que te llevan a afirmar que la Yakuza, como organización criminal, no está desapareciendo, sino que se está haciendo más inteligente?
R.- Sí. Lo primero que hay que entender es que la Yakuza es una franquicia. Y el motivo por el cual las franquicias tienen éxito es porque poseen el poder del símbolo, y este en concreto aterroriza a la gente. La Yakuza ha conseguido entrar en los mercados financieros, en empresas y negocios legítimos. Así han conseguido diversificarse y mover sus empresas "fachada" a Singapour, por ejemplo, donde no importa lo que haga la mafia a menos que afecte a los intereses del país. La Yakuza está saliendo de las empresas criminales y cuenta con una mezcla de negocio legítimo e ilegítimo. Es como hablar de la mafia judía en Estados Unidos. Desde hace un tiempo los más inteligentes ni siquiera se identifican como yakuzas, tienen sus conexiones, participan en sus actividades etc., pero no quieren ser etiquetados como "miembros". Tratan de sobrevivir, y así han redirigido sus actividades hacia el cibercrimen, encontrando otras fuentes de ingresos, muchas veces relacionadas con el lavado de dinero y el fraude inmobiliario.
La Yakuza ha conseguido entrar en los mercados financieros, en empresas y negocios legítimos»
Jake Adelstein
P.- ¿Cuál es la experiencia más dura que recuerdas?
R.- Dentro de la Yakuza tenia una fuente de información adicta a la metanfetamina. Un día fui a hablar con él y bajo los efectos de la droga me atacó, me dio una patada en la cabeza. Tuvimos una bronca terrible. Quise denunciarle, sabía que probablemente iría a la cárcel pero luego pensé: No puedo ir a la policía y entregar a mi fuente. Entonces lo deje estar pero fue una situación muy violenta. Mi fuente acabó dejando la metanfetamina y ahora nos enviamos tarjetas de Navidad todos los años. Como esta, podría contarte millones de experiencias pero no quiero acabar mi viaje en España con síndrome de estrés postraumático (ríe).
P.- ¿Te planteas abandonar el hecho de escribir sobre la organización?
R.- Claramente en los últimos años me he distanciado de este ámbito. Me he vuelto más inteligente. Ahora sé que una historia que involucra a la mafia puede conllevarme consecuencias muy peligrosas. Por eso ahora suelo llevar mis artículos, escritos siempre sobre un seudónimo japonés, a una revista japonesa que cuenta con una muy buena seguridad. Aún con todo te diré que no considero dejarlo completamente.
P.- Por último, ¿Hay una denuncia detrás de Tokyo Vice?
R.- No. Cuando escribí Tokyo Vice quería señalar que la Yakuza es inaceptable en una sociedad como la japonesa, y además, quise escribirlo porque me preocupaba no sobrevivir y quería que mis hijos supieran el porqué de todo, que tuvieran mi testimonio.
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