Que sea 'lala' es cosa de sus nietos, y que sea 'influencer' es mitad apuesta, mitad «porque me da la gana». Tiene 65 años y le da igual, porque ella es de la filosofía de que la vida comienza a los sesenta y lo anterior es solo práctica. O al menos es lo que ha escrito en su biografía de Instagram, que en cuestión de una semana Ha pasado del millar a los más de 26.000 seguidores.
Veva Seoane (Oza de los Ríos, 1956), @lalainfluencer, se ha convertido en la influencer de moda por accidente, y aunque reconoce que sigue alucinada por el revuelo que ha causado el color y accesorios de sus looks, tiene la certeza de que su éxito se debe a la naturalidad con la que se muestra y a la ruptura de los convencionalismos que asocian las redes sociales a la juventud y perfección: «Cuando cumplí sesenta años una prima mía me retó a hacerme influencer. Al día siguiente me abrí la cuenta de Instagram y desde entonces comparto mis looks. Tengo sesenta y cinco años, mido 1,60 cm y no me pongo minifaldas, pero luzco mis trapos, como me gusta llamarlos, con naturalidad, desde el jardín de mi casa y sin filtros. Porque no se ponerlos. Supongo que demuestro que se puede ser estilosa midiendo lo que mido y siendo una abuelita. Y eso ha caído en gracia», explica en palabras para El Independiente.
En su perfecta imperfección, Veva ha estado siempre vinculada a la moda y ahora es viva imagen y reflejo de que se puede vestir 'bonito y barato'. No hay prenda que se le resista y cada vez que puede dice soltarse el moño, porque ahora es otoño y viste «un vestido que no es nada ñoño»: «Mis pies de foto también gustan, van a juego con mis looks. He de reconocer que siempre he sido una mujer muy guasona y que más allá de Instagram, mi vida siempre ha estado vinculada a la moda. Me encanta y disfruto mucho con ella. Desde muy jovencita destacaba por mi forma de vestir, extravagante y colorida. Mi padre era piloto y cada viaje era una prenda de ropa nueva. Además, de ocho hermanos siempre era yo la que acompañaba a mi madre a ir de compras. De ahí mi afición, supongo. Eso sí, visto barato y no tengo ninguna inspiración, mi inspiración soy yo misma y mi gusto por la moda. Todo lo he culminado también con una tienda de ropa que he regentado hasta antes de la pandemia».
La gallega arrasa por donde pasa y aunque su relación con las redes sociales no ha sido siempre tan buena, ahora está feliz y disfrutando de un hobby que la mantiene entretenida, aunque advierte: «Espero que no se desborde. Hasta hace dos años no sabia lo que era un link. Nunca he entendido de Instagram, ni de las redes sociales, pero he aprendido a base de preguntar y dar la lata a mis hijos. Instagram me ha sacado de muchos hoyos y me ha ayudado a canalizar y a entretenerme, que a estas edades no es fácil. De momento estoy muy contenta, alucinando, recibiendo mensajes muy positivos de mujeres de mi edad que admiran que pueda dar visibilidad a la vejez de una forma muy positiva. Estoy harta de las modelos altas, jóvenes y guapas. Las bajitas y mayores también tenemos cabida en este mundo tan moderno».
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