Dicen los expertos que la memoria, lo es todo. Sabemos quienes somos porque nos acordamos de quienes somos. Recordar es, por resumir, nuestra vida. Estamos en un mundo digital, por lo de los unos y ceros, pero no menos digital porque usamos los dedos. Es tan fácil pulsar nuestro móvil con uno de ellos y que aparezcan nuestros recuerdos…
Paseamos por nuestra vida cuando queremos, a golpe de bolsillo, con fotos, vídeos, o audios y revivimos lo que fuimos. En apenas unos segundos. Pero no siempre fue así.
En aquellos años 90 en los que me encargaron darle vida a Anda ya, el legendario programa despertador de Los 40, nos pusimos el reto de conseguir sonidos que acompañasen a una noticia, algo de lo que la gente hablara, o sencillamente alguna ocurrencia de la que reírnos. Lo que ahora sería “googlear”, en aquel momento, en la SER, era ir a ver a Ángeles Afuera. Ella era la responsable de algo incipiente llamado “documentación”, y hoy va a recibir un merecidísimo Premio Ondas.
Pregunta: ¿Recuerdas aquel pequeño primer cubículo en el que comenzaste a darnos a todos servicio?
Respuesta: Sí, estaba pegado a la redacción con unas ventanas, como si fuera un burger. Se asomaba la gente y me pedían los cortes. Propuse al director de la radio, Augusto Delkader, crear el departamento de documentación antes de unas vacaciones de verano que se me juntaron con la baja maternal de mi segundo hijo. Cuando llegué de vuelta, me encontré con un garito, una silla, una mesa, y montañas de cintas. Entonces empecé a hacer un archivo de todo aquello. Estuvimos con los magnetofones hasta muy tarde, allá por 2006. No fue repentino, diciendo “ya somos digitales”. Fue muy gradual.
P.- Siempre nos perseguías para etiquetar bien las cosas, porque de otra manera no había forma de crear ese archivo. En aquel momento nos sonaba extraño, pero ahora lo entendemos mejor. Al digitalizar el sonido, tener las palabras correctas es vital para poder localizar después lo que se busca. Se han digitalizado años de audio, incluyendo algunos programas que algunos guardamos en nuestra casa. ¿Un archivo también se nutre de contribuciones personales?
R.- Sí. Pensábamos que estaba todo digitalizado y de repente los hijos de personajes como Mariano de la Banda o José Luis Pecker, vinieron con cintas que habían encontrado en un desván con entrevistas de décadas atrás que habíamos dado por perdidas. Lo último que digitalizamos son las radionovelas.
P.- ¡Qué tiempos los de los seriales radiofónicos! Ahora han vuelto gracias a los podcasts. Tú que has vivido todo el proceso de digitalización del medio… si el vídeo no mató a la estrella de la radio, ¿internet la está haciendo cambiar de lo lindo?
R.- La radio está en un momento peliagudo. Hay que echarle mucha imaginación para no perder a las generaciones tan visuales que ahora mismo tenemos. Es necesario enamorar a los jóvenes diciéndoles “escuchando vas a sentir muchas más cosas que viendo imágenes en un móvil”.
P.- Por tu archivo ha pasado nuestra historia. ¿Cuál es el momento de oro?
R.- Hay sonidos históricos irremplazables: el 23 F, los grandes discursos de estos últimos 40 años... pero lo que más ilusión me hacía era que alguien pidiera algún sonido y que pudiera tenerlo en seguida. Cualquiera de esos momentos en los que el departamento de documentación haya servido para que el redactor tuviera el corte que quería, me han dado una gran satisfacción.
P.- Buena respuesta. ¿Qué sonido no se documentó y te hubiera gustado tener?
R.- He estado investigando sobre los orígenes de Unión Radio, que es la madre de la SER. Se olvidó injustamente por la dictadura, que quiso borrar de un plumazo la emisora que había contado cómo era la República y la Guerra Civil desde el otro bando. Tenemos muy pocas grabaciones de aquella época, y ni siquiera sabemos si son reales. He escrito más de setecientas páginas sobre ello y no he podido escuchar más de dos minutos y medio de sonidos. Esas son las grabaciones que me gustaría escuchar, y tener.
P.- Todo eso está en tu libro Aquí Unión Radio, crónica de la primera cadena española 1925-1939 (Cátedra, 2020). Es muy importante, gracias a los archivos, dar vida a los que ahora no pueden hablar. Y tenerlo todo listo para cuando se vayan. Una curiosidad: ¿con cuánta antelación se prepara el material de los que nos van a dejar?
R.- Lo que se suele hacer en todos los medios es tener un archivo de obituarios para que no te pille por sorpresa. A veces los vas preparando cuando ves que enferman, o se hacen muy mayores. Queremos hacerlo bien, porque es la despedida de esa persona. Me ha gustado siempre añadir un punto de admiración que pueda servir de consuelo a los familiares que lo puedan estar escuchando. Recuerdo haber tenido la cinta de Fidel Castro durante años guardada en un cajón, esperando su fallecimiento. Pero había que actualizarla porque, de repente, daba un discurso.
P.- Felicidades por el Premio Ondas que hoy recoges por esa labor de recordarnos de dónde venimos a través de los sonidos. ¿Crees que el público, o incluso los compañeros de profesión, conocen la importancia de tu labor?
R.- Los primeros en premiarme no fueron los periodistas, fueron los documentalistas. Dijeron “¿qué está pasando en la radio? ¿Un departamento de documentación, que además entra en antena y sale la propia periodista haciendo piezas? Fue la primera vez que me premiaron. Estaba feliz.
P.- Supongo que como hoy. ¿Los premios sirven para visibilizar una labor que no siempre se ve o se oye?
R.- Lo que más me alucina es que todo el mundo está contento con mi premio, cuando lo normal es que se tenga cierta envidia. Yo creo que es porque represento al pelotón, y no a las estrellas. Si me lo pueden dar a mí, se lo pueden dar a un administrativo. o a una secretaria.
P.- Muy humilde, Ángeles, pero no. No todo el mundo ha hecho posible que en el futuro cualquiera pueda recordar cómo suena ahora nuestra vida. Enhorabuena y gracias.
R.- Gracias a ti. Y, como siempre, a tus órdenes.
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