A nadie se le escapaba que Jorge VI, padre de la entonces princesa Isabel, estaba cada vez peor de salud y, aunque Buckingham insistía en que su condición no era grave, nadie en el país creía ya en el pronóstico oficial. Los rumores de cáncer eran cada vez más intensos, y por ello a nadie le extrañó que en vez de ir él de viaje oficial a Australia, como se había previsto inicialmente, fuera su hija y el marido de ésta, el príncipe Felipe de Edimburgo, quien ocuparan su lugar.
La fatídica noche en que Isabel II se convirtió en Reina
El rey acompañó a su hija al aeropuerto de Londres y se despidió de ella sin saber que aquella era la última vez que se verían. En cuanto el avión partió, él puso rumbo a Sandringham, uno de sus lugares favoritos. Quería descansar y disfrutar de una cacería. Y así lo hizo.
Sin embargo, el día seis de febrero, cuando su ayuda de cámara fue a despertarlo, el rey no dijo buenos días como era su costumbre. Había muerto de un infarto por la noche. En el mismo momento en que su padre expiraba su último aliento, Isabel estaba subida en un árbol viendo elefantes sin poder atisbar lo que le venía encima. La comitiva había hecho una parada en Kenia e Isabel había ido a ver animales en su hábitat natural.
Fue el coronel Martin Charteris, secretario privado de la princesa Isabel, el primero en recibir la noticia. Estaba en un hotel cercano cuando un periodista le alertó de lo que había pasado. Sin perder ni un segundo, Charteris fue corriendo a buscar un teléfono.
Llamó a donde se encontraba la princesa. El secretario privado del duque de Edimburgo, un tal Parker, fue quien contestó. Aturdido por la noticia, se dirigió al dormitorio de Felipe y le comentó la triste noticia. Felipe fue a sala de al lado, donde se encontraba Isabel, le dijo a su mujer que saliesen un momento al jardín y allí le comunicó a su esposa que su padre había muerto.
'Es una vuelta a casa muy triste'
El vuelo de regreso a casa fue largo. Isabel no se enfundó la ropa negra hasta el último momento. Sin embargo, una vez aterrizó, ya no pudo evitar hace frente a lo que le venía encima. En tierra le esperaban el primer ministro Winston Churchill y varios miembros del Gobierno. A nadie se le escapaba que Churchill apenas podía contener las lágrimas. Isabel le dijo que era una vuelta a casa "muy triste". Todos allí le dieron la razón.
Este es un resumen adaptado del libro que está preparando Ana Polo Alonso sobre la reina Isabel II y que aparecerá próximamente en La Esfera de los Libros
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