Cuando murió, el 4 de diciembre de 2009, a los 81 años de edad, Radio Libertad lamentó que “el mundo ha perdido un auténtico héroe soviético”. No había fallecido ningún soldado, ni un político ni tampoco un astronauta, sino un actor. Claro que no era un actor cualquiera, sino el actor, la persona que dio vida al coronel Maxim Maxímovich Isáyev, alias Max Otto von Stierlitz, espía soviético en Berlín, icono de toda una época, foco de veneración y, según cuentan algunos historiadores, la inspiración para que un veinteañero del entonces Leningrado llamado Vladimir Putin se hiciera espía del KGB.
El actor en cuestión se llamaba Vyacheslav Tijonov y el 11 de agosto de 1973 había sido catapultado al olimpo de dioses soviéticos. Ese día se emitía por primera vez, a las siete y media de la tarde, el primer capítulo de Diecisiete momentos de primavera, la serie de doce capítulos, de setenta minutos cada uno, que atrajo una audiencia de entre cincuenta y ochenta millones de personas cada día. “Las calles estaban desiertas porque la gente corría del trabajo a casa para no perderse el nuevo episodio”, explicó Eleonora Shashkova, una de las protagonistas. Se sabe que incluso los crímenes disminuían mientras la serie se retransmitía y se rumorea que el mismísimo Leonid Brezhnev, entonces líder de la URSS, movió las reuniones del Comité Central para poder ver las andanzas de aquel espía que boicoteaba a los nazis. También se cree, aunque esto tiene pinta de ser una leyenda urbana, que Brezhnev, creyendo que aquel patriota soviético estaba basado en un personaje real, pidió que se recompensara al auténtico soldado y, cuando le dijeron que era Stierlitz era ficticio, Brezhnev comentó: “Es una pena”.
Un héroe contra los nazis
Stierlitz tenía una misión casi imposible: evitar que los nazis pactaran a escondidas con los aliados occidentales, en especial con los estadounidenses, en los últimos diecisiete días de la Segunda Guerra Mundial. El agente se infiltraba en Berlín entre los altos mandos nazis y, sin tecnología punta ni apenas dinero y solo con su astucia, conseguía desbaratar los planes alemanes y estadounidenses. La operación, denominada Sunrise, amanecer, existió en verdad: el 8 de marzo de 1945 se reunieron por primera vez en Berna, Suiza, el general de las SS Karl Wolff y el agente de la CIA Allen Dulles para negociar una rendición alemana en Italia. Las conversaciones, estrictamente secretas, se prorrogaron unos meses y, como temía Stalin, tenían como objetivo colateral evitar la expansión del comunismo.
Pero Stierlitz, en la serie, sabe sortear todos los obstáculos y, por ello, el orgullo patriótico se disparó. El coronel Isáyev, alias Max Otto von Stierlitz, se convirtió de la noche a la mañana en un icono. Aún hoy en día se suele poner Diecisiete momentos de primavera el día 6 de mayo, Día de la Victoria en Rusia, cuando se celebra el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y en 1999, cuando el diario Kommersant comisionó una encuesta sobre qué personaje de ficción o no ficción debía ser el próximo presidente de Rusia, Stierlitz quedó en segundo lugar (el primero fue Gueorgui Zhúkov, considerado uno de los comandantes más destacado del ejército rojo en la guerra contra Hitler).
Una campaña para reclutar nuevos espías
Con el tiempo se supo que la serie había sido comisionada por Yuri Andropov, por entonces director de la KGB, como una campaña para reclutar a jóvenes para el KGB. Y para un chaval de 21 años llamado Vladimir Putin el cebo en cuestión, desde luego, funcionó: dos años después de verla se presentaba voluntario para ser espía ruso.
Putin siempre ha reconocido ser un gran admirador de Stierlitz y, en un documental de 1991, cuando aún trabajaba en la alcaldía de San Petersburgo, aceptó ser grabado como si protagonizara una de las escenas más famosas: Putin conducía un coche mientras la música de la serie sonaba de fondo.
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