Sin duda, fue un acto heroico. En cuanto comenzaron los bombardeos, a Olena Zelenska, esposa de Volodomyr Zelensky y primera dama de Ucrania, le ofrecieron salir de Kiev —es más, los Estados Unidos se lo recomendaron—, pero ella se negó. Sabían los riesgos que corrían: "Según nuestra información", reconoció el presidente Zelenski, "el enemigo me marcó como objetivo número uno. Mi familia es el objetivo número dos. Van a por nosotros". Sin embargo, su marido y ella decidieron que ellos y sus hijos —Aleksandra (17 años) y Kyryl (9 años)— abandonarían el domicilio habitual y se mudarían a un lugar secreto -probablemente un búnker-, pero dentro de Kiev, la capital de Ucrania. Había que lanzar un mensaje claro y contundente: el país iba a resistir.
Quién le iba a decir a ella que acabaría cumpliendo semejante rol cuando conoció al que sería su marido. Fue en el colegio, aunque su relación no empezó hasta que estuvieron en la universidad: ella estudiaba Arquitectura y él, Derecho. Olena Kiyashko, nacida en Kryvvi Rih (la octava ciudad de Ucrania) el 5 de febrero de 1978, estaba por entonces saliendo con otro hombre, pero él insistió durante largos años para que le diera una oportunidad. Finalmente, ella acabó cediendo: así comenzó su historia de amor. Después de ocho años de noviazgo con Zelenski, la pareja se casó el 6 de septiembre del 2003.
Aquel estudiante de Derecho que quería ser comediante la acabaría deslumbrando y también reorientando en su carrera profesional: Olena Zelenska acabó convertida en escritora y guionista. De hecho, se integró en una productora que daría forma a una comedia, Servidor del pueblo, que acabó lanzando a su marido a la fama en el 2010. La serie iba de un honrado profesor de secundaria que, harto de la corrupción en su país, acaba presentándose a las elecciones, se convierte en una estrella en las redes sociales y consigue ganar. Toda una premonición visto todo lo que ha pasado.
En los últimos años, Olena ha vivido cambios vertiginosos en su vida: de una vida normal y estable, alejada de las cámaras, ha pasado a ser primera dama. Siempre explica, entre risas, que se enteró de que su marido se quería presentar a la presidencia a través de las redes sociales y que, la primera vez que lo vio, no se lo creyó demasiado. Fue el 1 de enero del 2019. Olena llamó a su marido y le preguntó —cabe pensar que con voz seria— que por qué no le había dicho nada. Él, siempre un chistoso, le contestó: “Lo olvidé”.
Olena se mostró reticente al principio -de hecho, se negó a participar en la campaña electoral-, pero cuando su marido arrasó en las elecciones presidenciales, ella decidió amoldarse a su nuevo estatus de primera dama del país.
Mucho antes de que comenzara la brutal agresión de Putin a Ucrania, a Olena siempre le preguntaban si ella también daría el paso, si ella también pasaría de guionista a política, pero ella siempre lo negaba: “Prefiero quedarme detrás del escenario. Me siento más cómoda en la sombra”, contestaba siempre. No dejó su trabajo (hasta la semana pasada seguía siendo guionista en Kvartal 95 Studio) y, aunque ha preferido un perfil discreto, ha desarrollado una agenda muy activa. Como primera dama está siendo una gran defensora de los derechos de la mujer, sobre la concienciación en la nutrición infantil (sobre todo la escolar) y sobre la lucha contra la violencia doméstica. También se ha convertido en un icono de estilo y en una estrella de Instagram -antes de la invasión de Putin tenía dos millones de seguidores-.
Pero lo más importante, sin duda, es que, como su marido Zelenski, ella también se ha convertido en un icono de la resistencia. "No tengo miedo ni lágrimas", publicó en Instagram Olena Zelenska. "Mis hijos me miran, estoy con ellos y con vosotros, y al lado de mi marido".
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