Chris Rock, ahora mundialmente famoso por haber recibido un puñetazo de Will Smith, no es ajeno a las controversias, ni tampoco a la ceremonia de los Oscars. Ya en el 2016 fue el conductor del evento y no pudo evitar hacer un comentario que ha pasado a los anales de los premios. Aquel fue el año de #OscarsSoWhite, los Oscars son muy blancos, una críticas sobre la falta de diversidad racial en los nominados. Chris Rock aportó su granito de arena a la controversia con: "Estoy aquí en los Premios de la Academia, también conocido como los Premios de la Gente Blanca".
Por supuesto, no sería la primera vez que el Dolby Theatre de Hollywood, el lugar que acoge los Oscars, retumbara de la risa con un comentario que, de tan ácido, bordeaba lo cínico o, directamente, en el pésimo gusto. En el 2003, Steve Martin levantó más de un entrecejo cuando dijo: "Ha habido películas más pequeñas este año. Hubo una llamada Secretary, sobre una mujer que es humillada por su jefe, es abofeteada y tiene que arrastrarse de rodillas llevando carpetas marrones entre sus dientes. ¡Para que luego digan que no hay papeles para mujeres!". Steve Martin tuvo suerte de que entonces no existiera Twitter. Seguramente lo hubieran machacado vivo.
Otro gran momento de lo políticamente incorrecto, seguramente el número uno del palmarés, fue el monólogo de Ricky Gervais en los Golden Globes del 2020, una retahíla de chistes ciertamente ácido donde no dejó títere con cabeza, de Leonardo Di Caprio o Netflix o la hipocresía que se destila en Hollywood. Ricky Gervais, creador de The Office y uno de los mejores exponentes del humor negro tan típicamente británico, llevaba cinco años presentando la gala de los Globos de Oro y, aunque todos sus monólogos habían sido subidos de tono, con mofas sobre escándalos o malas interpretaciones, incluso la vida sexual de Hugh Heffner, en el del 2020 se superó a sí mismo. Un ejemplo: "Queríamos hacer un recuerdo a las personas que han fallado este año, pero cuando vi la lista de personas que murieron, pensé que no era lo suficientemente diversa (racialmente). En su mayoría eran personas blancas y pensé, no, por encima de mi cadáver. Tal vez el año que viene". Otra: "Érase una vez en Hollywood tiene casi tres horas de duración. Leonardo DiCaprio asistió al estreno y, cuando terminó, su novia era demasiado vieja para él". Y la que más polvareda destapó: "Si alguno de vosotros gana un premio esta noche, por favor, no lo usen como plataforma para hacer un discurso político. No están en posición de dar una conferencia al público sobre nada. No saben nada del mundo real. La mayoría de vosotros pasó menos tiempo en una escuela que Greta Thumberg".
Semejante discurso, por supuesto, no pasó desapercibido y, al día siguiente, todo eran, curiosamente, elogios. Para la mayoría, había sido un monólogo refrescante, un varapalo necesario a la izquierda caviar, una "puesta en su sitio" a personas que pregonaban una cosa y luego hacían otra. Sin embargo, aquel discurso también destapó un debate sobre dónde estaban realmente los límites del humor negro. ¿Dónde acaba lo cómico y comienza la burla descarnada?
No fueron los únicos
Muchos alegaron, y con razón, que Ricky Gervais, en realidad, no había sido tan rompedor como muchos pensaban. Hay cómicos infinitamente más ácidos que él, como George Carlin, un tipo que se metía con lo políticamente correcto desde hace mucho tiempo. O Seth MacFarlane, el dibujante, guionista y creador de Padre de Familia y Ted. No olvidemos que, en uno de los episodios de Padre de Familia, uno de los protagonistas, Peter, canta y baila alrededor de la camilla donde hay un paciente muriéndose de SIDA. Jesucristo aparece en varios episodios y es tratado de manera bastante sacrílega. Algunos diálogos son directamente transfóbicos. Hay bromas explícitas sobre drogas, bulimia, incluso la pederastia. La serie ha recibido centenares de críticas e incluso varios grupos pidieron que dejara de emitirse.
También podríamos hablar de Sacha Baron Cohen, maestro británico del sarcasmo y especialista en crear polémicas en sus películas. En Ali G hay un dispendio de machismo y una burla sin piedad de la clase política. En Borat se mofa abiertamente del consumismo materialista estadounidense. En Agente contrainteligente salía Donald Trump infectado de sida. "Si quieres arriesgarte, el lugar es la televisión", dijo en una entrevista. "Hollywood ha perdido el sentido del humor. Los estudios son cada vez más reacios a la hora de apostar por algo. Están en manos de las grandes corporaciones y su única meta es tener beneficios. Pero no puedes hacer humor para el común denominador, pare que no te malinterpreten, para evitar la polémica".
En España también tenemos nuestras pequeñas dosis de humor negro, comenzando por la acidez inteligente de la revista Mongolia. Su cofundador, Edu Galán, se llegó a disfrazar de yihadista en Las Ramblas de Barcelona después del atentado. "Iba por Sant Jordi disfrazado de yihadista diciendo: 'Qué bellos recuerdos'. Con esto lo he dicho todo", explicó al ABC. Otro humorista que explora todos los límites es Miguel Noguera, cuyos Ultrashows son inclasificables.
El humor negro en Twich
En las redes sociales también tenemos unos cuantos ejemplos de creadores que llevan el humor negro hasta sus últimas consecuencias. Elxokas es uno de los más destacados.
Técnicamente hablando, no es un humorista, sino un streamer, un tipo que comenzó comentando partidas de World of Warcraft en el 2018, pero que el año pasado vio como su popularidad creció como la espuma. Se hizo famoso de la noche a la mañana (tiene casi 3 millones de seguidores y llegó a tener 50.000 subscriptores de pago) y su éxito le permitió dejar un anodino trabajo en el Departamento de Comunicación del Real Madrid para dedicarse exclusivamente a Twitch. "Llevo 30 años haciendo el gilipollas y ahora lo hago también en internet", pone en su biografía. La clave de su éxito fue una manera de hablar directa, descarnada, cínica y con humor negro a raudales. Muy abrupta, vaya, y no apta para todos los públicos. Muchos aplaudieron su valentía; otros criticaron su osadía. Al poco tiempo tiempo tenía tantos defensores como detractores.
Claro que tanto exceso le pasó factura: se le subieron los humos, empezó a vanagloriarse de su propia fortuna y llegó a decir que se gastaba la friolera de 900 euros al mes en comida a domicilio. La basura, eso sí, no la tiraba: reconoció que la congelaba para que no oliera mal su piso. Lo peor, sin duda, vino cuando lo pillaron con cuentas falsas de Twitter donde criticaba sin piedad a todos aquellos que lo insultaban. El nivel de toxicidad de los mensajes era tan asombroso como bochornoso y provocó que elxokas se apartara de las redes sociales durante días para calmarse y reflexionar.
Es la ironía del humor negro, de la crítica más derrotista y profunda: que a veces puede con uno mismo.
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