Mucho antes de Arguiñano o los hermanos Torres, o incluso de "Con las manos en la masa", aquel mítico programa de televisión de los ochenta con Elena Santonja, estuvo ella, Julia Child, una de las pioneras de cocinar en televisión, la mujer que enseñó a los estadounidenses lo que era un boeuf bourguignon o un coq au vin. El nombre no dirá nada a nadie que no sea de Estados Unidos, no sea un gourmet empedernido o no haya visto Julie & Julia, la película sobre su vida protagonizada por Meryl Streep. Pero ella fue quien cambió la manera de cocinar de los Estados Unidos o, al menos, su relación con la comida. Y, de paso, inauguró un nuevo capítulo en la historia de la televisión. Su programa, The French Cook, emitido inicialmente el 11 de febrero de 1963, por la cadena WGHB de Boston tuvo tanto éxito que estuvo en antena diez años y llegó a ganar varios Emys, incluido el primero dirigido a un programa educativo. En un momento en que el súmmum epicúreo de muchos hogares americanos era una insípida ensalada con mucha mayonesa preparada a toda prisa y los postres se resumían a una sucesión de gelatinas, los famosos moldes de la marca Jell-O, ella redescubrió el gozo y deleite de pasarse un buen rato entre fogones.
Ahora podemos conocer mejor a esta mujer que no aprendió a cocinar hasta que cumplió 36 años y que triunfó con su libro Mastering the Art of French Cooking, publicado cuando ella tenía 49 años (y que aún está en circulación). HBO ha lanzado Julia, una serie sobre su carrera televisiva que ya ha cosechado una audiencia descomunal. No es una comedia (aunque es muy divertida), sino una mirada aguda y muy inteligente al trasfondo de una mujer que, al cumplir los cincuenta y comenzar a sufrir los primeros síntomas de la menopausia, se da cuenta de que su vida no tiene propósito ni meta. Poco puede intuir que su gran éxito, un programa de televisión, está a la vuelta de la esquina. Aunque semejante (y súbito) triunfo también tendrá un coste personal importante.
La serie Julia de la HBO se centra, precisamente, en la creación de este show televisivo y en todos los obstáculos que Julia Child tuvo que sortear para crearlo, de su edad (los productores de la cadena la veían demasiado mayor) a su falta de atractivo físico (con su 1,88 metro de altura era gigantesca y estaba algo gruesa). También el machismo imperante en la época, que consideraba que la alta cocina era sólo patrimonio de chefs hombres y que las mujeres no debían protagonizar programas de gastronomía.
Una nueva mirada a Julia Child
Uno de los problemas de los creadores de la HBO era cómo aportar algo nuevo que no se hubiera hecho antes. De Julia Child ya se habían hecho películas y documentales y se había explicado su historia hasta la saciedad. Muchos estadounidenses se saben su biografía de memoria. Saben, por ejemplo, que Julia Child venía de una familia acomodada de Pasadena, California. Su padre era un importante promotor inmobiliario y su madre, una rica heredera de una empresa papelera. La familia tenía cocinera propia y Julia manifestó de pequeña ningún interés en la materia.
Después de licenciarse en Historia, Julia Child se mudó a Nueva York y empezó a trabajar en una agencia de publicidad. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se unió a la Office of Strategic Services (OSS) en 1942 y, aunque comenzó de mecanógrafa, pronto fue subiendo escalones y acabó como investigadora. Curiosamente, su primera incursión en el mundo de la gastronomía fue la búsqueda de algún repelente que ahuyentara a los tiburones que querían atacar botes y misiles.
En el trabajo conoció a Paul Cushing Child, un diplomático de gustos refinados y muy sibaritas con quien se casó en 1946 y con quien se fue a vivir a París. Julia Child reconocería que su primera cena en La Couronee, a base de otras, sole meunière y vino fue una epifanía. Su interés por la gastronomía francesa fue tan intensa que, unos años más tarde, se apuntó a la prestigiosa escuela Cordon Bleu y también recibió clases del chef Max Bugnard. Décadas más tarde, traduciría muchas de esas recetas del francés al inglés y las agruparía en un grueso volumen. Lo envió al editor Houghton Mifflin, el cual lo rechazó inicialmente porque era excesivamente "enciclopédico". El libro no apareció hasta 1961, cuando otra editorial, Alfred A. Knopf, asumió el riesgo de sacar adelante el libro de 726 páginas. Mastering the Art of French Cooking, algo así como "Dominando el arte de la cocina francesa", fue un éxito inmediato.
A partir de ahí, el estrellato de Julia Child fue imparable y, un par de años más tarde, dio el salto a la televisión. La serie de la HBO se centra justamente en el momento en Julia pasó de conocida a famosa, lo cual no fue ni fácil ni siempre agradable. La actriz que le da vida en la serie de HBO, Sarah Lancahire, reproduce magistralmente la trastienda y los matices de una mujer que, a sus cincuenta años, siente que su vida está vacía.
La historia de la televisión americana (y de un matrimonio en los sesenta)
La idea para la serie Julia surgió de una conversación entre Todd Schulkin, el director ejecutivo de la Julia Child Foundation, y Kimberly Carver, una de las productoras. Ambos querían hacer una serie sobre Julia pero estuvieron de acuerdo desde el principio que no cubriría su etapa de formación en París (ya se había tratado el tema en Julie & Julia, la película de Nora Ephron), sino el capítulo de su vida posterior, el de la serie de televisión, que no se cubría en la película. Este enfoque, además, les permitiría tratar el tema de cómo funcionaba la televisión en la década de los sesenta, cuando aún estaba en pañales pero ya estaba despuntando con mucha fuerza. En cuestión de muy poco tiempo, el televisor pasó de ser una rareza a un objeto básico en cualquier hogar estadounidense y Julia Child fue una de las personas que más ayudó a acercar las pantallas a las salas de estar.
Había otro aspecto: ¿Cómo afectó la fama a Julia Child y, sobre todo, qué efecto tuvo en su matrimonio? Cuando Julia comenzó a despuntar en la televisión, su marido ya estaba jubilado, había dejado la diplomacia hacía años y ahora intentaba hacer sus pinitos como artista. ¿Cómo se tomó que su esposa pasara de dulce ama de casa a una de las mujeres más famosas del país? Uno de los guionistas, Daniel Godfarb, usó esta perspectiva como eje principal de los primeros capítulos. De hecho, en el primer episodio vemos cómo Julia oculta a Paul, su marido, que ha presentado la idea del programa de televisión a una cadena de Boston.
Un elenco de lujo
Aparte del magnífico guion, uno de los mayores alicientes de la serie es el elenco de interpretaciones, comenzando con la de la inglesa Sarah Lancashire, a quien ya conocíamos de Happy Valley, donde daba vida a la policía Catherine Cawood, que trabajaba en la peligrosa barriada de Hebden Bridge y se dedicaba a resolver crímenes complejos. No debe ser nada fácil tener que interpretar a una mujer a la que hace relativamente poco dio vida la mismísima Meryl Streep (spoiler: Lancashire la supera).
Lancashire no se amilanó: adoptó el acento de las clases altas americanas, imitó el particular tono de voz de Child y su manera de moverse (con sus movimientos enérgicos, poderosos, rotundos). A pesar del magnífico trabajo de caracterización, físicamente ambas siguen sin parecerse, pero da igual. Lancashire consigue encarnar la esencia del personaje: su carisma, su excentricidad, su alegría y entusiasmo desbordante, su mezcla de picardía y recato. También su refrescante ingenuidad: una de las claves del éxito de Julia Child fue su capacidad para explicar de manera sencilla recetas complejas y hacerlo sin la pomposidad de un chef encumbrado. Julia se equivocaba, a veces se le caían las cosas, no siempre la receta salía como debía, pero ella siempre se reía. Y, con ello, consiguió desacralizar la alta cocina y hacerla accesible al gran público.
Lancashire tuvo suerte de saber cocinar muy bien, pero tuvo que aprender a cocinar como Julia Child cocinaba. La serie contó con una food stylist, Christine Tobin, para reproducir los platos y conseguir que todo resultara idéntico a la serie de televisión original.
Eso, realmente, es lo que se consigue: reproducir a la Julia Child que cambió la cocina y la televisión. Y ver detrás de un personaje mucho más complejo de lo que creíamos.
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