Cuenta la leyenda que las famosas picotas extremeñas que cada año iluminan el Valle del Jerte con sus blancas flores fueron puestas allí por un rey extranjero --incluso se dice que un zar ruso-- que conoció el lugar de casualidad y se quedó prendado de su belleza. El rey, sigue el cuento, estaba casado con una bella princesa, también nórdica, la cual echaba mucho de menos los paisajes nevados de su tierra. Tanto, que el rey decidió plantar en la zona millones de cerezos para que, cuando florecieran, cubrieran las montañas con un precioso manto blanco.
El verdadero origen de las famosas cerezas, por supuesto, no fue tan poético. En realidad, se debió a una terrible plaga en el siglo XVIII que arrasó con los castaños, el árbol tradicional de la zona. Para compensar su pérdida, se plantaron cerezos. Ya había algunos en el lugar (su presencia está documentada antes del siglo XVIII) y se sabía que el clima de la zona era perfecto para su cultivo. De hecho, se tiene constancia de que, ya en 1352, en un viaje del rey de Navarra a Sevilla, el monarca se detuvo en la localidad de Cabezuela del Valle y cenó trucha y cerezas, por entonces un auténtico manjar. No sería el único miembro de la realeza que degustaría las famosas picotas: en el siglo XIX, las cerezas extremeñas eran muy apreciadas en la Corte de Madrid.
Aparte de darnos sabrosas picotas, el Valle del Jerte también nos regala cada año, alrededor de la Semana Santa, una de las explosiones florales más impresionantes del mundo. La floración del cerezo dura unas dos semanas y cada año varia la semana en que da comienzo, aunque lo más habitual es que se inicie a mediados de marzo y dure hasta finales de abril. Nada de envidiar, desde luego, a las icónicas estampas japonesas de los sakura.
Valle del Jerte: un paisaje de ensueño
El Valle del Jerte se sitúa al noroeste de Extremadura, a pocos quilómetros de Plasencia, en el ala occidental de la Sierra de Gredos. En el norte se encuentra el pico más alto de Extremadura, el Torreón del Calvitero, con 2.401 metros. Por el valle discurre el río Jerte (afluente del Alagón, afluente asimismo del Tajo), que nace en los altos de Tornavacas.
Toda la zona ofrece rincones de ensueño, perfectas para descansar, pasear o hacer senderismo, aunque quizás lo más conocido es la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, con sus abundantes saltos y cascadas, riachuelos y arroyos y sus pozos naturales, una suerte de pequeñas piscinas sobre piedras onduladas excavadas en las rocas por la erosión (son las famosas "pilonas"). También es muy vistosa el llamado Chorrero de la Virgen, una impresionante cascada.
Otros lugares de interés en la zona son la Garganta de las Nogaledas, la Cascada del Caozo, la ruta de los castaños milenarios o los múltiples miradores (como el del Puerto de Tornavacas al del Monte de la Cruz o el de San Felipe).
A pesar de que la ruta más famosa es, sin duda, la de la Garganta de los Infiernos, otra ruta muy curiosa es la llamada "Ruta de Carlos V", que reproduce el recorrido que hizo el rey y emperador Carlos hace más de 500 años, en 1556, cuando viajaba desde Laredo hasta Yuste. En vez de la ruta tradicional que entonces se hacía ( y que duraba varios días), Carlos V, aconsejado por los lugareños, optó por acortar distancias a través de un "atajo": atravesó la Sierra de Tormantos, ascendió al Collado de las Yeguas y bajó por Jarandilla de la Vera. En este último punto pasó una noche en el castillo de los Condes de Oresa (actual Parador Nacional).
Además de los paisajes, no hay que olvidarse de visitar pintorescos pueblos y municipios, sobre todo Cabezuela del Valle y Navaconcejo, ambos con núcleos antiguos de gran belleza.
Gastronomía excepcional
Obviamente, si se visita la zona se han de probar las famosas cerezas, las mejores del país y, probablemente de Europa. Las cerezas de la zona se cultivan de manera casi artesanal y se recogen a mano. Además de su buen sabor, las cerezas del Jerte son famosas por sus propiedades para la salud ya que tienen poderosos efectos contra el envejecimiento y el estrés. Esto se debe a que tienen un alto contenido de flavonoides, así como de vitaminas A y C, lo que las convierte en un poderoso antioxidante.
Aparte de las famosas cerezas, el Valle del Jerte ofrece una gustosa gastronomía con otros productos típicos de la zona, como la trucha, las setas y el cerdo. Si van, no se olviden de probar las codiciadas truchas garganteñas (hechas "a la jerteña" están deliciosas) o las patatas revolcás, la caldereta o el cochinillo cuchifrito. Y, por supuesto, no olviden el jamón de bellota de la D.O. Dehesa de Extremadura, probablemente uno de los mejores jamones de España.
Si se quedan con hambre, también pueden optar por las migas con pimentón, un gran repertorio de sopas, postres a base de uvas, hijos o ciruelas, también famosas de la zona. Y, cómo no, las sabrosas castañas, cocidas y asadas.
Para acompañarlo, nada mejor que un vino de pitarra, un vino casero de la zona, con intenso color y sabor. O uno de los famosos Ribera del Guadiana (los blancos son espectaculares). Según la guía Peñín, el 85% de los vinos de esta Denominación de Origen son muy buenos o excelentes. Algunos, como el de Pago los Balancines, los de Palacio Quemado o los de Bodegas Carabal han obtenido magníficas calificaciones.
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