En el 2007, la escritora británica Tina Brown escandalizó a Inglaterra y a Estados Unidos con la publicación de The Diana Chronicles, el mejor libro de las interioridades del matrimonio de los príncipes de Gales, Carlos y Diana. Después de que la pareja hubiese protagonizado sonoros escándalos y de que Diana hubiese vivido mil tragedias, incluida una horrible muerte en un túnel en París, se habían escrito miles de obras sobre ellos, a cada cual más sensacionalista y sorprendente. Parecía que ya nada se podía añadir a lo ya dicho previamente, pero Tina Brown, que conocía las interioridades de los royals como nadie, dio la campanada y sacó el libro que mejor ha explicado a Diana de Gales, sus motivaciones, sus contradicciones, su pasión por la fama y los episodios más escabrosos de su vida conyugal.
Ahora, la escritora vuelve a la carga con otro libro que promete ser histórico: The Palace Papers: Inside the House of Windsor -- The Truth and the Turmoil. La obra parte justo en el momento en que acababa The Diana Chronicles: la muerte de la princesa de Gales en París y la insólita y furibunda reacción que destapó en Inglaterra. A pesar que ahora cueste creer, la reina Isabel II vivió aquellos días los momentos más duros de su reinado y a punto estuvo de perder el trono. El pueblo británico, generalmente tan comedido y tan monárquico, le dio la espalda en medio de un cabreo monumental. Los cimientos de Buckingham temblaron y sólo la astucia de la soberana y su capacidad de resiliencia consiguieron arreglar las cosas.
El 'nunca más' de Isabel II
Isabel II sacó de todo aquello una firme conclusión: "nunca más". Nunca más iba a permitir que semejante tragicomedia volviera a pasar. Nunca más nadie iba a hacerle sombra y poner en jaque el trono de Inglaterra. Nunca más se iba a tolerar a una princesa de Diana o, al menos, lo que ella significó. Nunca más otra persona de la familia real que no fuera la reina podría brillar tanto, ni ser tan carismática y popular. En la familia solo había lugar para una superestrella: Su Majestad la reina Isabel II. Todas las demás eran secundarias. Y aquello también incluía a las futuras esposas de sus nietos. Aquella decisión marcaría el destino de sus nietos Guillermo y Enrique, los famosos William y Harry como los conocen los británicos.
Según el libro de Tina Brown, después de la muerte de su madre, los dos hermanos se unieron aún más si cabe. Siempre habían estado muy unidos y Diana había insistido en que se les tratara igual, a pesar de que Guillermo era el heredero al trono y Harry era el segundo. No obstante, no siempre lo consiguió: desde el principio, muchos cortesanos e incluso miembros de la propia familia real, como la reina madre, la abuela de los pequeños, priorizaron a Guillermo en sus atenciones e hicieron que Harry se sintiera excluido, un segundón al que nadie quería. Que encima el mayor pareciera colmado por todos los dones (de pequeño era guapísimo, buen estudiante, aplicado, serio y buen atleta) no ayudó en exceso.
Los hermanos opuestos
La muerte de Diana en aquel fatídico túnel de París supuso un durísimo mazazo para los hermanos y, aún hoy en día, sufren las consecuencias del trauma. Guillermo se convirtió en un ser muy introvertido que odiaba con todas sus fuerzas a la prensa y que miró durante años con recelo a su padre, el príncipe Carlos. Harry, por su parte, se tornó un rebelde incontrolable, alguien que quería romper todas las normas y saltarse todos los códigos. Bebía más que los peces, tomó drogas y conducía a una velocidad de vértigo. Ambos hermanos, a pesar de que su madre había hecho esfuerzos porque salieran de palacio y se codearan con personas más normales, acabaron rodeados de una camarilla de amigos de la clase alta, algunos bastante pijos.
Ambos triunfaban con las chicas, aunque Guillermo tuvo suerte y en el primer año de universidad en la escocesa St. Andrews conoció a Kate Middleton, una chica de clase media cuya familia regentaba un negocio de piezas para cumpleaños infantiles con la que llegaron a ganar millones. Era una chica inteligente, pausada, con la cabeza muy bien amueblada y una personalidad bastante conservadora. Perfecta como futura reina.
Harry, por su parte, conoció a un par de chicas con las que se podría haber casado: una era Chelsea Davis, una exuberante sudafricana, y la otra era Cressida Bonas, una aspirante a actriz que venía de una de las familias con más pedigrí de Inglaterra. Harry llegó a estar muy enamorado de ambas, sobre todo de Chelsea, pero la presión de la prensa británica y, sobre todo, de los tabloides, fue demasiado para ellas. No podían ni dar un paso sin que les persiguieran los paparazzis y todo el país cuchicheara sobre sus vidas.
Además, ambas eran demasiado independientes como aceptar una vida en la familia real. Aunque nos pensemos que la vida de una princesa es como en las películas, consistente en llevar tiaras y enfundarse en trajes de diseñador, la verdad es menos apetitosa. En realidad, la vida de un royal es profundamente aburrida, la prensa se ceba con ellos a diario y, como sexto en la línea de sucesión al trono, Harry no podía ofrecer, como sí podía hacerlo su hermano, el consuelo de que algún día su esposa sería coronada reina. Por lo que Tina Brown explica en el libro, más que una vida de glamour a espuertas, Harry ofrecía algo bastante más modesto. Por ejemplo, cuando salía con Cressida, como no podían ir mucho a restaurantes o teatros porque los perseguían los fotógrafos, se quedaban en la pequeña casa que Harry tenía dentro del reciento de Kensington (la llamada Nottingham Cottage, con dos habitaciones), pedían comida a domicilio y veían series de Netflix.
En realidad, Harry no tenía mucho que ofrecer más que una vida de sacrificio y el posterior olvido por parte de la opinión pública. Y él lo supo desde el principio: aunque en público ponía buena cara, en principio se sentía profundamente amargado. Lo único que consiguió darle un sentido fue su paso por el ejército, pero su carrera militar se acabó y él se quedó sin saber qué hacer con su vida. Mientras su hermano conseguía que lo nombrasen presidente honorífico de un montón de organizaciones interesantes, a él no lo llamaba nadie. Harry acabó en una profunda depresión.
Un terapeuta del MI6
Según el libro de Tina Brown, cuando Harry aún estaba con Cressida Bonas (su relación duró dos años, del 2012 al 2014), él se pasaba el día quejándose amargamente sobre su situación. Echaba pestes sobre lo bien que le iba todo a Guillermo y estaba profundamente resentido con su padre, el príncipe Carlos. Cuando Guillermo fue nombrado patrón del muy prestigioso Tusk Trust, una organización para proteger a los rinocerontes y elefantes, Harry estalló de furia: a él le hubiera encantado poder hacerlo. Según el libro, ambos hermanos protagonizaron épicas peleas por el tema. Muchos por aquel entonces creyeron que Harry era un hombre "muy, muy enfadado".
Cressida llegó a estar tan preocupada por la salud mental de su entonces novio que le recomendó ver a un terapeuta. Él acabó dándole la razón y, en un movimiento sorprendente, contactó con el MI6, el servicio de espionaje británico, para que le dieran el contacto de alguno de los profesionales de salud con los que trabajaban los espías.
La terapia debió funcionar, porque cuando Cressida y Harry rompieron, él le escribió una carta agradeciéndole lo que había hecho por él: "te admiro, te deseo lo mejor y, sobre todo, te agradezco que me hayas ayudado a hacer frente a mis demonios y buscar ayuda", reconoció.
La transformación de Harry
Seguramente, a Harry la terapia lo ayudó a ordenar sus sentimientos y también a darse cuenta de sus múltiples talentos. Porque puede que no fuera tan inteligente como su hermano, pero tenía un carisma a raudales y era él, y no su hermano mayor, quien había heredado la facilidad de su madre para deslumbrar a las masas y conquistar a la prensa. En su primer viaje en solitario a Jamaica representando a su abuela, dejó atónitos a todos con un desparpajo y una espontaneidad que el público aplaudió a raudales. Incluso llegó a abrazar a la primera ministra, una señora muy republicana que días antes había dicho que quería un referéndum para que Isabel II dejara de ser jefa de estado de su país.
Harry comenzó una gran transformación personal que lo llevó a ser el miembro más popular de la familia real, por delante incluso de su augusta abuela. De ser la oveja negra (recordemos que protagonizó portadas borracho, vestido de nazi en una fiesta de disfraces y desnudo en Las Vegas), pasó a ser la gran esperanza de la institución. Harry se centró en organizaciones muy potentes (Sentebale en Lesotho, creó los muy prestigiosos Invictus Games) y llegó a conectar con las masas como sólo su madre había sabido hacerlo. Ahora era Guillermo el que tenía celos.
La irrupción de Meghan Markle
Según el libro de Tina Brown, la tensión entre los hermanos era ya muy profunda antes de que apareciera en escena Meghan Markle, pero no hay duda de que fue ella -o, más bien, su matrimonio- quien precipitó las cosas. La autora asegura que ella "cambió todo en la vida de Harry" y, aunque le reconoce algunos activos y virtudes, también es muy crítica a la hora de asegurar que ambos "acabaron presos de la fantasía de que podían ser los instrumentos de una transformación global".
Es decir, que querían cambiar el mundo y pensaban sinceramente que podían conseguirlo. Meghan y Harry querían tener un rol preponderante en el mundo, que todos reconocieran sus virtudes y talento, ser la nueva pareja que todos admirasen a gran escala y con la que todas las celebrities quisieran codearse. Meghan se vio siendo una nueva Diana pero en su versión más moderna: birracial, abiertamente feminista. Una humanitaria a la Angelina Jolie pero con el aura de Grace Kelly. El sueño de toda estadounidense que suspire por ser princesa.
Según Tina Brown, desde el principio la relación fue adicta "al drama" y, poco a poco, Harry fue cambiando su personalidad para adaptarse a su amada. Guillermo quiso alertarle de que estaba yendo demasiado rápido (en la tercera cita ya se la llevó a África y a las pocas semanas ya aseguraba a bombo y platillo que Meghan era "la mujer de su vida"). Pero Harry se tomó el comentario como una intromisión intolerable. Una nueva brecha se abrió entre los hermanos.
Lo que pasó durante el 'Megxit'
Según el libro, Meghan nunca se adaptó a la vida de palacio y llegó a sentirse incómoda en Inglaterra. Ella, que se había acostumbrado a una vida de actriz y de editora de una lujosa página web de estilo de vida, y que recibía continuamente regalos de diseñadores y compañías de cosméticos, se vio de repente viviendo en una cottage destartalada. Su marido dependía económicamente de su padre y el palacio no le permitía despuntar todo lo que ella hubiera querido. Su sueño de ser una princesa de cuento de hadas se esfumó enseguida.
El Megxit, la salida de Meghan y Harry de la familia real fue inevitable pero desastrosa para ambas partes. El libro es muy explícito a la hora de exponer que Meghan quería todos los beneficios de ser duquesa de Sussex, pero que deseaba poder cerrar acuerdos comerciales y ganar dinero por su cuenta. Sentía que no tenía la plataforma que necesitaba para dar rienda suelta a su ambición de ser una megaestrella global. Al final, todo explotó y Meghan y Harry se fueron de Inglaterra. Tina Brown duda que sean muy felices en su nueva vida y que, sobre todo Harry, no podrá sentirse satisfecho en un ambiente de Hollywood. En el fondo, es más príncipe de lo que le gusta reconocer.
¿Volverá algún día a Inglaterra? Tina Brown asegura que a Harry le gustaría pero que Meghan no quiere ni oír hablar del tema. Ella aún no ha encontrado un tema al que dedicarse (Brown asegura que ha probado muchas causas pero que ninguna ha acabado prosperando), pero seguirá intentando labrarse un futuro de estrella.
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