No es ningún secreto que Felipe es el ojito derecho de su madre y que la relación, en cambio, con su padre es prácticamente inexistente y nunca fue del todo intensa, aunque en el pasado intentó siempre mantener las formas en público y puso buena cara delante de las cámaras. Incluso en una solemne ocasión, como fue la sonada celebración de un cumpleaños de Juan Carlos, allá por el 2008, cuando el ahora emérito cumplió 70 años y se organizó una fastuosa recepción en Zarzuela para 400 personas, su hijo, el entonces príncipe de Asturias, le dedicó unas palabras tan cursis y engominadas (le llamó, si mal no recuerdo, "querido capitán") que todos acabaron llorando. O fingiendo que lloraban, que también podría ser, y de hecho, sería lo más probable.
Hasta la reina Sofía parecía risueña, con ese rictus imperturbable que no se movía ni un ápice y que demostraba la fabulosa profesionalidad de la que siempre hacía gala. La procesión, por supuesto, iba por dentro. Era vox populi, aunque nadie se atrevía a decir ni pío, que Juan Carlos coleccionaba amantes y que Sofía arrastraba un matrimonio sin amor y con excesivas humillaciones. Por no hablar del tema de las comisiones y negocios que no estaban claros. Pero, insisto, todos hacían la vista gorda y miraban para otro lado. La moral era otra y Casa Real tenía entonces demasiado poder como para que alguien osara salirse un milímetro de la narrativa oficial que entonces imperaba: la Familia Real era un dechado de virtudes, estaba unida y todos eran sencillos y campechanos. Sobre todo, les unía la voluntad de servicio a España.
Juan Carlos y Sofía: no se hablan ni por teléfono
De todo ello, por supuesto, ya ha llovido mucho, y ahora no es ningún secreto que Sofía y Juan Carlos no se dirigen la palabra desde hace años y que no hay ni siquiera comunicación telefónica entre ellos ni para felicitarse los cumpleaños. Y si alguien duda de toda de todo este enredo con toques shakespearianos, que siga la información que se está ofreciendo a cuentagotas desde hace una semana y que parece obedecer a un plan muy bien orquestado. Justo en el momento en que Juan Carlos ha anunciado --a bombo y platillo, por cierto--, que regresaba a España y se quedaba unos días, la reina ha puesto rumbo inmediatamente a Miami. Cada uno en un continente distinto, como hasta ahora.
Oficialmente, desde Casa Real se ha apuntado que Sofía participará en los actos conmemorativos del quinto centenario del fin de la primera circunnavegación, coincidiendo con la escala del 'Juan Sebastián Elcano' en el puerto de la ciudad. Claro que también se podría haber trasladado a México (casualmente el 19 de mayo de 1932 nació Elena Poniatowska, una escritora que hay que conmemorar) o, ya puestos, a Cuba (el 19 de mayo de 1895, murió José Martí, líder independentista cubano). No obstante, ya que está en Estados Unidos, podría aprovechar para recordar que, el 19 de mayo de 1994, murió Jacqueline Bouvier Onassis, exprimera dama del país.
La excusa es lo de menos, ha debido pensar Sofía, aunque muy astutamente, ha escogido salir a dar la cara. Todo el mundo que siga mínimamente la información de Casa Real sabe que Sofía ha estado siempre en contra de que Juan Carlos regrese a España, aunque sea por unos instantes. La emérita siempre ha alegado que semejante movimiento podría dañar la imagen y, sobre todo, el reinado de su hijo.
Y por ahí no piensa pasar. Sofía, que apenas tiene contacto con nadie que no sea su hermana, la princesa Irene de Grecia, y su prima y fiel escudera, la princesa Tatiana Radziwill, tan sólo vive obsesionada con que su querido Felipe, el único que le hace caso (con sus hijas, Sofía tampoco tiene mucha relación), no vea tambalear su puesto en el trono.
La pequeña venganza de Sofía
En un movimiento que no debería sorprender a nadie, la reina ha decidido hacer un acto oficial, algo que cada vez hace menos. Se sabe que a Letizia le encantaría que su suegra no protagonizara ninguno (la considera una rémora del pasado que querría dejar atrás), pero Felipe le consiente que tenga una agenda, aunque ligera. No olvidemos, por ejemplo, que la vimos hace poco en Nueva York en una entrega de premios. También en varios actos en España. Ahora repite Estados Unidos con un acto público, con cámaras y fotógrafos.
Está muy bien pensado. Nada de esconderse, debió decir Sofía: que España vea que mientras la reina emérita aún está al servicio de la Corona, participando en actos para fomentar los vínculos con otras naciones, el rey emérito está en Sanxenxo con las regatas. Que quede claro quién se ha dejado siempre la piel por la monarquía y quien sólo miraba por sus placeres e intereses. Que quede claro quién ayudó con su prestigio a que los Borbones siguieran en el trono. Desde luego, las imágenes van a hablar por sí solas, y no únicamente por la distancia de kilómetros que las van a separar.
El regreso (largamente anunciado) de Juan Carlos
A Juan Carlos, a estas alturas, le debe dar completamente igual la semiótica de las imágenes. Lo único que él va a tener el mente es que, por fin, después de tantos meses de un exilio que él siempre ha considerado desproporcionado e injusto, puede volver a pisar España. Desde agosto del 2020 que no está en el país donde un día --tampoco lo olvidemos-- fue el hombre más popular, respetado y reverenciado.
Analizamos hace meses en El Independiente la jugada que el emérito lleva siguiendo desde hace tiempo. Porque quien se piense que esto es una decisión de última hora, es que no lo está entendiendo. Esto lleva cocinándose meses y se han lanzado globos sonda estratégicamente para ir tomando el pulso a la opinión pública. Recordemos que, a finales de enero, Carlos Herrera ya dejó caer que Juan Carlos quería volver a España. Un poco más tarde, en marzo, Juan Carlos hizo público un comunicado tras el archivo de la fiscalía, en donde dejaba bien claro que "parece oportuno considerar mi regreso a España, aunque no de forma inmediata". Y, por si había dudas al respecto, escribió: "Como es natural, volveré con frecuencia a España". A raíz de esa noticia, en El Independiente ya publicábamos que el rey estaba pensando seriamente acudir a las regatas de Sanxenxo. Y no nos equivocábamos.
Una operación milimétrica
Desde entonces, se ha puesto en marcha una operación milimétrica. ¿Qué Iñaki y Cristina se han dejado ver tranquilamente en Barcelona (incluso en el Palau Blaugrana) y nadie les ha dicho nada? El emérito tomaba buena nota. ¿Qué se podía hacer pública una foto del rey en Abu Dhabi con sus nietos y la gente solo hacía bromas en Twitter con los pies que le faltaban a Pablo Nicolás? El emérito seguía apuntando. Y ha estado calibrando hasta que se ha tirado a la piscina. O a la regata, en su caso. El lunes 16, Fernando Ónega decía que, esta vez sí, el rey venía a España. Y aquí lo tenemos.
Juan Carlos, que cuando quiere es astuto como él solo y, como él siempre ha dicho, no es muy inteligente pero tiene un olfato político superlativo, se dejará ver escuetamente y se largará de nuevo. Estudiará la opinión pública y, en función de la reacción del público, tomará una decisión. Si nadie lo abuchea o si la indignación en redes sociales no es muy grande --y todo parece indicar que, más allá de algún twit airado, no lo va a ser--, irá viniendo a España con frecuencia. Nunca se reconocerá que volverá a residir oficialmente en España, pero irá alargando sus estancias e irá normalizando su presencia en actos públicos. Hasta que vuelva a ser habitual y la gente se acostumbre tanto a tenerlo de nuevo por aquí que no diga nada.
El papelón de Felipe
Otra cosa, claro, es el papelón que le queda al hijo. Felipe, que --insisto-- apenas tiene contactos con su padre más allá de algún mensaje y alguna llamada muy espaciada en el tiempo, va a tener que lidiar otra vez con una presencia que es incómoda. Puede que la asistencia del emérito a Sanxenxo no haga estallar las redes sociales y es poco probable que veamos manifestaciones, pero Zarzuela lleva años intentando marcar unas distancias férreas con Juan Carlos y esto no ayuda.
Felipe, con buen criterio, debe haber calmado la situación. Con ese "nos vemos en Madrid" que dejó caer recientemente, ha evitado un escándalo aún mayor. Si estaba cantado que Juan Carlos iba a ir a Sanxenxo, aún lo estaba más que aprovecharía el viaje para ir a Madrid. Y Felipe se anticipó a la noticia para que no resultara un nuevo escándalo.
Ahora sabemos que se verán en Zarzuela. Y que también estará la reina Sofía. Cabe entender que el encuentro será muy tenso. Y que Letizia, por supuesto, no estará presente. A ella todo esto le debe estar produciendo alergia.
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