Tony Scott, el director de la primera entrega de "Top Gun", era un genio: muchas de sus películas fueron auténticos hitos en los ochenta y noventa; algunas se convirtieron incluso en iconos culturales. Hizo "Spy Game" (2001), con Brad Pitt y Robert Redford; "Enemigo de Estado" (1998), con Will Smith y Gene Hackman; por no hablar de "Superdetective en Hollywood" (1987), con Eddie Murphy. Muchos de la generación EGB, como se nos llama ahora, aún recordamos con cariño aquellos largometrajes que marcaron nuestra infancia y adolescencia.
Pero sin duda, si hay una película que destacó por encima de todo su palmarés, esa fue "Top Gun", una producción de 1986 con un jovencísimo Tom Cruise que nos hizo apasionarnos con aviones de combate pilotados a toda velocidad y nos hizo bailar con una banda sonora --"Take my breath away"-- que se convirtió inmediatamente en un hit para bodas y comuniones.
La historia, aunque previsible, no dejaba de enganchar: un piloto de la Marina apodado "Maverick", tan habilidoso como rebelde e insumiso, era capaz de llegar donde no llegaba nadie y hacer las piruetas que otros solo podían soñar. Un día, fue incluso capaz de ponerse a tan sólo medio metro, una distancia peligrosamente cercana, de un MiG ruso, un avión de combate ultrarrápido. Semejante proeza hizo que lo seleccionasen para la escuela de élite de pilotos de la Marina, un centro donde cada año sólo se admitían a los mejores de los mejores. Después de un largo entrenamiento, sólo uno podía quedar en el pódium del mejor piloto de su graduación. O, como se les llamaba en la jerga de la escuela, convertirse en "Top Gun".
Una película icónica
Obviamente, la película también contó con los otros cuatro elementos indispensables para que estas historias funcionen bien en la gran pantalla. Primero, un romance (una de las instructoras, interpretada por la actriz Kelly McGillis, resulta ser una mujer muy atractiva con la que Maverick tiene una aventura). Segundo, un pasado misterioso (el padre de Maverick era un piloto brillante de la Marina que participó en la guerra de Vietnam pero que desapareció misteriosamente). Tercero, una rivalidad con otro compañero de promoción (en este caso, un piloto apodado "Iceman", a quien dio vida el actor Val Kilmer). Y cuarto, una crisis de confianza: después de un terrible accidente, Maverick perdía las ganas de pilotar y dudó de que pudiese volar de nuevo.
Por arte de magia, las cuatro historias convergieron perfectamente bien y, aunque el romance fue algo forzado y los diálogos de algunas escenas entre Maverick y la instructora eran para olvidar, las coreografías de los aviones a toda velocidad eran tan impactantes que salías del cine repleto de adrenalina. Era una película de blockbuster de manual --casi dos horas para disfrutar de palomitas--, pero con todos los elementos que hacen del cine mainstream algo interesante: era trepidante, con un ritmo hipnótico, una narración fácil de seguir, buenas interpretaciones, algunos golpes de guion interesantes y un final que deja buen gusto de boca. No es de extrañar que "Top Gun" fuera la película más taquillera de 1986 y que estuviera seis meses seguidos batiendo récords de audiencia continuos. Se calcula que, en total, llegó a embolsarse la friolera de 353 millones de euros.
Segundas partes sí fueron buenas
Vista ahora, pasadas más de tres décadas, "Top Gun" no es, ni de lejos, tan buena como la recordábamos, pero está bien volverla a ver para poder compararla con la secuela que se estrena esta semana --el jueves 26 de mayo--, una película que, siendo sinceros, está bastante mejor hecha que la primera. No será tan icónica, ni tendrá tanto impacto a nivel cultural, pero cinematográficamente hablando es superior.
"Top Gun: Maverick" es capaz de rendir un homenaje a la predecesora sin caer en una nostalgia excesiva e introduce elementos clásicos --esa motocicleta a toda velocidad, la chaqueta de cuero de aviador, por ejemplo-- sin dejarse arrastrar por una trama que las nuevas generaciones no comprenderían. El elemento de conexión entre ambas es él, por supuesto: un Tom Cruise en plena forma, impermeable al paso del tiempo, demostrando por qué, a sus 59 años, sigue siendo el rey indiscutible de Hollywood.
Para esta secuela, Tom Cruise (que, además de protagonista, es el productor), escogió personalmente al director, Joseph Kosinski, y al guionista Christopher McQuarrie. Kosinski y Cruise ya habían trabajado juntos en la película de ciencia ficción Oblivion. Con McQuarrie la colaboración era incluso más estrecha: McQuarrie lo había dirigido en Jack Reacher y Missión Imposible: Nación Secreta, y había escrito Valkyrie. El tándem Cruise-McQuarrie siempre funciona, aunque solo sea porque éste último sabe mezclar acción, suspense, notas de drama psicológico y puntos de humor como nadie.
Para "Top Gun: Maverick", ambos partieron de una idea sencilla: pasados los años, Maverick malvive como piloto de pruebas. Es un trabajo de tercera que permite hacer cabriolas por los aires, vivir al límite e intentar batir nuevos récords. Sigue siendo un rebelde: lo suyo nunca han sido las normas. Pero su suerte va a cambiar cuando le encargan entrenar a un grupo selecto de pilotos jóvenes, todos ellos "Top Gun". Todos han de prepararse para una "misión imposible": un país extranjero (no se acaba de saber cuál es exactamente) posee una serie de objetivos que han de ser destruidos, pero para hacerlo se requiere volar a toda velocidad a una altura peligrosamente baja. Nunca nada parecido se ha podido hacer.
Nuevo elenco y guiños a la anterior
Entre los pilotos jóvenes está Bradley Bradshaw, apodado "Rooster" e interpretado por Milles Teller. Es el hijo de "Goose", el mejor amigo de Maverick que, según todos recordamos de la primera película, muere en un accidente de aviación. Su pérdida aún atormenta a Maverick y creará un elemento de tensión entre él y Rooster. También conoceremos a "Coyote", "Payback", "Fanboy", "Bob" y, sí, una mujer, "Phoenix", interpretada por Monica Barbaro.
Todos ellos, por cierto, tuvieron que aprender a pilotar realmente aviones de caza. Tom Cruise es un maniático del realismo y no tolera que haya dobles para las escenas de más riesgo, por lo que los convenció para que protagonizaran ellos mismos la mayoría de las tomas. Después de un intenso periodo de entrenamiento, la película se rodó en una base militar de verdad con aviones auténticos F/A-18s. Se agradece el esfuerzo, porque las escenas son impactantes. Probablemente, estemos delante de las mejores imágenes de combate aéreo de la historia del cine.
Por supuesto, la película también cuenta con una historia de amor. En ausencia de la instructora de vuelo Charlie (Kellie McGillis), ahora es Jennifer Connely quien se encarga de atrapar el corazón de Maverick. La química entre ellos es tan impactante que podríamos pensar que ya salieron juntos en la primera película, pero no.
Quien sí salió y vuelve a salir (aunque poco) es Val Kilmer, el archienemigo transformado en amigo de la primera película. Desgraciadamente, Kilmer padece problemas de voz derivados de un cáncer de garganta, por lo que su papel es limitado, aunque muy emotivo.
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