Me lo pasé bien. Empiezo por la conclusión porque tampoco tengo muy claro que merezca la pena entrar en detalles para no perder la visión general de lo ocurrido esta noche en Madrid. Es lo que se supone, y con creces.
En el Jardín Botánico de Madrid, recuperando el tono y hasta ganando fuerza con respecto a 2019, estaba lleno casi por completo. Veo hipsters talluditos, peluqueras, diseñadores autónomos, gente del ambiente gay, y la mayoría, personas que vivieron los 80 con la intensidad de desenvolver un elepé de vinilo o grabar una cinta de casete.
Yolanda no para de bailar junto a su amiga Ruth. Desbloquea su móvil, en el que tiene la foto de sus dos hijos, para grabar al telonero, el marido de la diva, hacer su versión muy particular y petarda de Heart of Glass de Blondie:
Sígueme, bájame
Aunque eso es ya otro café
Di que sí, di que yes
Y puedes engañarme otra vez
…
Y todo me va dar igual
A mi vecina de asiento y a su acompañante sí que les dio igual que la música y buena parte de las voces estuvieran pre grabadas
-"Ah, pero ¿es playback?"
Me preguntan. ¿Y qué le contesto, si es lo de menos?
-"Hemos venido a disfrutar de las canciones de siempre, y a reírnos, que ya nos toca"
Hay que reconocer que se trata de un show perfectamente estructurado para jugar con esa nostalgia ochentera, ahora producida con plug-ins de última generación y un sonido que nadie en aquellos tiempos podía permitirse.
Me fascina la vitalidad de Mario Vaquerizo y su proyecto Nancys Rubias, ataviado con lentejuelas pero embutido en su típica espontaneidad. Esa que le llevó a tener un éxito sin precedentes con su serie junto a la diva en MTV. Esa que ahora le lleva a saludar con un "¡Viva la naturaleza y viva el botánico! Mañana nos vamos a México". Y te lo dice de un tirón. Como si acabáramos de encontrarnos en el rellano de la escalera de casa, al subir de comprar el pan. Ese es su encanto, pero aquí, vestido con mucho show.
Hay un punto muy casero de complicidad con un público que no va a reparar en que el teclado no está siquiera enchufado para hacer ver que lo toca alguien en directo. Es lo de menos. Las actuaciones de la tele que nos crio, las que queremos revivir, eran así. Playback y coreografías de Giorgio Aresu con guapas y guapos de Valerio Lazarov en monos entallados. De eso hubo, y mucho. Calentó el consorte muy bien el ambiente y se despidió en tono doméstico y natural
- "Y ahora, lo mejor de casa, Fangoria".
Ahora, ahora, no. Hubo lo que llamamos un 'cambio de backline' de media hora para hacer cola en el food truck vegetariano y hacerse con una de las miles de cervezas que se sirvieron. Las colas larguísimas se sobrellevaban bien gracias al ambiente amable. A un profesor de la vecina facultad de Ciencias de la Información de la Complutense también le pilló el principio de la actuación de Fangoria pagando su perrito caliente.
- "Ahora la gente tiene más ganas de salir que nunca. Mira cómo está esto. Menos los cines, todo está lleno. Yo no puedo bajarme a Sevilla porque el AVE está imposible".
Me lo pasé bien. No es un directo plagado de virtuosismo musical, ni se le necesita
Ganas de ver de nuevo a Alaska sobre el escenario, había, y muchas. Salió acompasándose con sus acólitos. Espectacular cobró vida como un nuevo clásico de su repertorio. De fondo, aparecieron animaciones 3D de última generación, pero representando motivos tan retro como fotos antiguas de Benidorm, o una enorme bola de espejo con la que decoraron su eterno Bailando. Olvido, que recordemos que así se llama, parece haber pactado con el destino una eterna figura rellenita, no muy alta, claro, pero con una inteligentísima y muy trabajada puesta en escena. Tampoco llamó la atención el nulo papel de los músicos, o de Nacho Canut, que no necesita demostrar nada.
Cientos de brazos levantados se enfervorizaban con los clásicos, y guardaban respetuosa atención en los temas nuevos, que no gustaron a mis nuevas amigas.
- "Hemos venido a escuchar las canciones que conocemos. Estas están muy bien, pero no son lo mismo. Cuando empieza con las del nuevo disco… se hace largo".
Gestionan Alaska y su equipo muy bien los subidones de los temas de siempre (Ni tú ni nadie) entre las desconocidas, para darles su sitio y promocionar. Muy lógico. Pero quizá, y solamente quizá, se preocupa demasiado de sus nuevos discos. Es complicado dejar salir el petardeo cuando te obsesiona que todo esté perfecto. Así sale todo. Niquelado, como dicen por aquí. Y es totalmente comprensible que no permita, ni ella ni su entorno, que sus recitales se conviertan en una sucesión de grandes éxitos.
Tras hora y media de bailes al aire libre con cerveza en la mano, el público tuvo el fin de fiesta que esperaba. El matrimonio interpretó su versión de Mi novio es un zombie con ambas bandas sobre el escenario. No faltó humo, luces psicodélicas, y los coros de sus incondicionales cantando sobre ellos.
Insisto, me lo pasé bien. No es un directo plagado de virtuosismo musical, ni se le necesita. Es una fiesta en el jardín en la que escuchar clásicos de los 80 en versión tecno pop junto a creaciones nuevas y clásicas de una de nuestras figuras más emblemáticas de las últimas décadas, a pesar de haber nacido ella en México, hará 59 años el próximo lunes.
Me siento como si acabara de vivir una de esas fiestas en las que resulta que tus vecinos del quinto, que son muy viajados, glamurosos e inteligentes, se ponen a cantar con una puesta en escena impecable y te lo pasas como nunca con ellos. Repetiría.
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