Teodulfo Lagunero, reconocido personaje de la Transición Española por su apoyo económico al Partido Comunista y, sobre todo, por su papel como chófer improvisado para traer a España, él mismo al volante, a Santiago Carrillo disfrazado con una peluca desde Francia, ha fallecido a los 95 años.
Lagunero fue fundamental para llevar a cabo la legalización del PCE, algo paradójico ya que era poseedor de una gran fortuna, algo que a priori chocaba con los principios del partido. Fue catedrático de Derecho mercantil, empresario y abogado republicano.
En una entrevista concedida a Antonio Lucas en El Mundo en 2006, Lagunero narró detalladamente cómo se fraguó desde la clandestinidad aquel viaje: "Me comentó (Carrillo) que quería venir a España y consideraba que conmigo podría entrar de manera más segura. Lo organizamos todo para cruzar la frontera en un Mercedes de color gris y matrícula de París que conducía mi mujer. Todo fue sin problemas. Llegamos a Madrid y pasamos la primera noche en un pequeño apartamento que yo tenía en la calle Comandante Franco". Una vez en Madrid, Lagunero escondió a Carrillo, que incluso aprovechó su encierro para escribir Eurocomunismo y Estado: "El resto de días, Santiago estuvo en un antiguo colegio que compré en El Viso, en la calle Leizarán 17, con los cristales de las ventanas blindados, por si acaso se daba un atentado. Él vivía allí con una mujer del partido que le hacía las funciones de secretaria. Nadie podía encontrarle porque, además, el chalecito tenía garaje propio y él entraba y salía dentro del coche. En los varios meses que residió en aquel lugar escribió Eurocomunismo y Estado, libro dedicado a mi mujer y a mí, y del que nos regaló el manuscrito".
En las memorias de Teodulfo, La extraordinaria vida de un hombre extraordinario, la autora del prólogo Almudena Grandes destacó la importancia de Lagunero durante una de las épocas más importantes de la historia de España: "Fue un personaje clave en el proceso de restauración de las libertades que ahora conocemos como Transición Democrática. Sin la legalización del PCE, la Transición no habría sido posible. Sin Teodulfo Lagunero, la legalización del PCE habría sido mucho más difícil, mucho más compleja y traumática de lo que fue. Cualquier crónica honesta y objetiva de aquel proceso, cuya versión oficial sigue insistiendo –aunque cada vez, por fortuna, con menos fuelle– en atribuir todos los méritos a no más de dos o tres protagonistas estelares, tendrá que reconocer forzosamente en el futuro la decisiva responsabilidad de personas como Teo en aquel viaje colectivo, que resumió décadas de lucha y de sacrificio constante de muchos miles de demócratas españoles”.
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