Los colores ya los sabemos. Pañuelos por todos lados, las bicicletas de los niños disfrazadas de toros, las talanqueras a punto y los contadores de Estafeta a cero. Cada San Fermín es único, particularmente para los pamplonicas, pero este aún más, ya que después de tres años los navarros vuelven a festejar desde este miércoles las fiestas en honor a su patrono.

Un San Fermín ansiado y al mismo tiempo "temido" para los restauradores y los ciudadanos, ya que se prevé una asistencia sin precedentes hasta el 14 de julio.

De la Plaza del Castillo a Estafeta pasando por Espoz y Mina. Bajando por la mítica calle en contra del encierro hasta su resbaladiza curva para llegar a Mercaderes. Las barras de San Fermín de toda la vida, donde quedan los navarros después de los encierros o para ir a las corridas, "nos vemos en el Monas". Donde "no se sirve en vaso de plástico", como reivindica Rober, encargado de Vermutería Río, un clásico de Pamplona que cumple 60 años en 2023.

Las semanas previas han sido largas: «Se nota la inquietud, pero no estamos más nerviosos que otras veces», explica Rober, que cifra en «19.000» los fritos de huevo que servirán en Vermutería Río entre el 1 y el 15 de julio. «Medio huevo cocido envuelto en una suave besamel y su crujiente tempura» que se ha servido casi 2,8 millones de veces desde enero de 2015, fecha en que Vermutería Río se mudó al 15 de San Nicolás y en la que instaló ‘El cuentahuevos’.

Un clásico de Pamplona es el Gaucho. El esquinazo de Espoz y Mina con miras a la Plaza del Castillo que es referencia para los pamplonicas desde 1968 y que con el traslado de las barras que habitualmente se colocaban junto a la plaza de toros a la zona está aún más cotizado. «Tenemos muchas ganas de San Fermín. Se trabaja mejor porque hay que pensar menos», apunta un camarero de Bar Gaucho.

La oferta de pintxos durante los días más señalados de la ciudad navarra se amolda a las circunstancias de San Fermín. «Reducimos la carta y damos los pinchos más sencillos porque sobre todo la gente quiere bebida. Después de dos años va a ser un reventón. Además, para nosotros esta vez ha caído bien porque sólo cae en un fin de semana, así se concentra lo fuerte en dos días y luego se reparte el resto de días», asegura uno de los taberneros del Gaucho. A pocos metros de Gaucho está el Monasterio, otra de las barras clasicorras del San Fermín.

En el 15 de Mercaderes, una de las arterias principales de San Fermín, por donde los miuras ensanchan su paso hasta la peligrosa curva de Estafeta y la ratonera subida. Allí está Iruñazarra, otro de los sitios con más años de vida en el siglo pasado que este, pero con un local completamente reformado en la última década. Con pintxos de concurso como la setera -cúpula invertida de maíz, chía y amaranto, rellena de migas de pastor, pasta kataifi que simula hierba seca, bizcocho de borraja y albahaca que simula el musgo, espuma de perretxicos que simula el rocío, setas y flores comestibles-, aunque sin descuidar lo tradicional.

La costumbre del almuercico en el Iruña no se ha olvidado durante la pandemia. Tal y como aseguraron en el establecimiento, sus mesas para la mañana del chupinazo estaban reservadas «desde hace dos meses». «Punto de encuentro en la vieja Iruña y testigo privilegiado del paso de los años» donde Ernest Hemingway comenzó a escribir Fiesta, Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas, París era una fiesta o El viejo y el mar.

El flanco de soportales de la Plaza del Castillo que da cobijo al Iruña también lo hace con el Nuevo Casino de Pamplona. El Casino es exclusivo para socios y sus acompañantes, por lo que si goza de un amigo con ese privilegio es probable que ya lo sepa. Los espectaculares salones del Casino rezuman aroma sanferminero. Chocolate con churros después del encierro y a danzar al ritmo del ‘Baile de la Alpargata’. Sus balcones ofrecen una perspectiva única de uno de los epicentros de la gran fiesta de Pamplona.

La guinda a las barras más clásicas de San Fermín es el 'champú' de Gazteluleku, uno de los templos gastronómicos de Pamplona cuya apertura ha estado en vilo hasta última hora por una explosión. El sorbete de limón de esta sociedad con 90 miembros fundada en 1980 es cumbre. El carrusel de emociones en Gazteluleku (Calle San Francisco) no impedirá que los 15.000 litros de sorbete de limón vuelvan a su casa tres años después. Uno de los socios de Gazteluleku transmite a El Independiente su agradecimiento "a amigos, socios y profesionales que han hecho posible que hayamos llegado al chupinazo", y concluye con el sentir de la ciudad: "Va a ser un San Fermín especial".