Todo podría ser una gran mentira, una leyenda heredada, nunca cuestionada y que a unos y otros, falsa o verdadera, viene bien. A quienes oran y a quienes celebran, a los devotos y a los juerguistas. A todos. También a los que ayer proclamaron los ‘vivas’ y ‘goras’ de las vísperas al gran día del santo con el estallido festivo tras el chupinazo. O a quienes esta mañana se han encomendado a él para que les proteja en el encierro. También a quienes este mediodía le cantarán jotas y le pedirán favores al paso de su comitiva.

Las fiestas de San Fermín bien podrían ser las fiestas de San Saturnino, los ‘Saturninos’ de Pamplona. Quién sabe. Al fin y al cabo, es él, y no Fermín, el verdadero patrón de la ciudad. San Fermín ni siquiera es titular de ninguna plaza ‘patronal’. Debe compartir en calidad de ‘copatrón’ con San Francisco Javier la protección de toda Navarra.

Hoy es 7 de julio y la canción del descuento mensual deja claro que es San Fermín, y no otro, quien goza del privilegio de presidir las fiestas que encandilaron a Ernest Miller Hemingway y medio mundo. Pero podría no serlo. En realidad, la festividad religiosa es más fruto de una convención del calendario que de una festividad vinculada con la vida del mártir. Lo han dejado claro varios historiadores. Inicialmente, el día de San Fermín se remonta al 10 de octubre. Sin embargo, en 1191, coincidiendo con la llegada de una de sus reliquias a la ciudad, el obispo Pedro de Artajona, más conocido como ‘Pedro de París’, ordenó trasladar el día del santo a julio, coincidiendo con la feria de ganado.  

Nada de eso importará a los miles de vecinos de Pamplona y Navarra que hoy saldrán al encuentro de San Fermín para participar en la procesión y misa en su honor. Una procesión en la que la corporación municipal, con traje de gala, le honrará en el tono festivo que impregnarán al acto clarineteros, timbaleros, maceros, txistularis y gigantes y cabezudos. No faltarán las jotas, las organizadas y las espontáneas. Muchos lo harán por devoción, por agradecimiento o por petición, otros por simple curiosidad ante uno de los actos de los ‘Sanfermines’ más queridos por los locales. Incluso habrá quién aproveche la ocasión para recriminar, reprochar o simplemente aplaudir a los políticos.  

Nacido en Pamplona, mártir en Amiens

San Fermín nació en Pamplona y murió muy lejos de ella. Algunas versiones sitúan su nacimiento en el siglo I, otras en el III. En realidad, su vida es más una leyenda que un relato histórico certificado. Las dudas y lagunas en torno a su figura han forzado no pocas investigaciones históricas que en su mayor parte concluyen en que el relato sobre su vida carece de graves certezas históricas. Por el momento, la Iglesia, la que hoy junto a la Corporación municipal arropará la imagen del santo, prefiere no pronunciarse. Cualquiera cuestiona a estas alturas la historia del santo más popular y festivo de los altares españoles… San Fermín no es la Virgen del Rocío pero su devoción, a la navarra, más contenida, se le acerca entre muchos devotos.

La tesis más extendida es que Fermín nació en el siglo III, hijo de Firmus, senador romano que ejercía como gobernador general de la región. Su padre asignó la educación del joven a Honesto, un presbítero que influiría en la conversión al cristianismo de Fermín. Muy joven, le trasladó a Tolouse (Francia), donde se ordenó sacerdote para iniciar una vida de evangelización que le llevaría por otras localidades francesas. Con 31 años regresó a Pamplona. Por poco tiempo. Fermín, según consta en el relato más extendido, pronto regresó a Francia, hasta que se instaló en Amiens. La capacidad de ‘convertir’ ciudadanos romanos en cristianos devotos no tardó en inquietar a las autoridades romanas. Sufrió persecución, cárcel y la muerte en forma de decapitación. Incluso en algunos testimonios se apunta la fecha de su martirio: el 25 de septiembre.

Pese a que Pamplona y San Fermín parecen un binomio inseparable, el santo no está enterrado en la capital navarra. Ni siquiera es el único lugar donde se celebran actos en su memoria. Su cuerpo, sepultado casi de modo clandestino por sus seguidores, está enterrado en Amiens. En la capital navarra deben conformarse con tener varias reliquias. La primera de ellas lo cambiaría todo. Sin ella probablemente hoy no habría ni encierros, ni chupinazos ni fiesta. Ni para juerguistas ni para devotos.

Chupinazo en la Plaza del Ayuntamiento de Pamplona.
Chupinazo en la Plaza del Ayuntamiento de Pamplona.

Tras su muerte llegó el silencio. Al menos los documentos y testimonios no dan rastro de San Fermín hasta siglos más tarde, hasta el XII, cuando el entonces arzobispo de Pamplona trajo la reliquia. Hasta entonces, la historia de la ciudad no cita a San Fermín. Tampoco la arquitectura religiosa da fe de su existencia. Ni una ermita, ni una iglesia en honor de quien se presenta como primer arzobispo de Pamplona. Algunas fuentes sitúan en 1187 la celebración de la primera procesión en honor al santo, con la llegada de su primera reliquia procedente de Amiens. Un acto en su memoria que se repetía cada segundo domingo de enero.

La protección del santo

Sea como fuere, leyenda o historia, hoy, 7 de julio, para toda Navarra y no pocos rincones del mundo es una festividad a celebrar: es San Fermín. Su imagen volverá a salir a la calle, a ser objeto de protección y oración para muchos y de emoción para no pocos. Una procesión muy especial tres años después de que saliera por última vez. Tiempo en el que la larga pandemia que aún hoy nos acompaña ha dejado un doloroso rastro de ausencias.

Han sido dos años con 7 de julios silenciosos, angustiosos. De estafetas sin corridas y plazas sin toros. De peñas sin almuerzos y niños sin gigantes, cabezudos ni ‘kilikis’. En los próximos días además de fiesta y religiosidad popular Pamplona también respirará economía. En los últimos dos años la no celebración de los ‘Sanfermines’ ha supuesto dejar de ingresar alrededor de 100 millones de euros anuales. El sector hostelero y hotelero espera como oxígeno reparador la llegada de los miles de visitantes que desde ayer invaden sus calles dispuestos a gastar, celebrar y consumir.

La presencia del santo también estará presente en los encierros. Los 848 metros que distan desde la cuesta de Santo Domingo y la Plaza de Toros arrancan con la mirada puesta en la hornacina de San Fermín, cuyo manto debe otorgar protección a quienes a él se encomienden, “por ser nuestro patrón, nos guíe en este encierro, dándonos su bendición…”. No bastará la ayuda divina para evitar golpes, cornadas y sustos. El adoquinado que discurre bajo los 2.700 maderos de pino y 900 postes que marcan el vallado, separando corredores y curiosos, estará impregnado con el producto antideslizante que desde 2005 se inyecta para echar una mano a la labor de protección del santo.

El programa de actos hasta el ‘Pobre de mi’ del día 14 incluye 532 eventos. Una lista interminable que volverán a hacer de los ‘Sanfermines’ una fiesta sin igual. Pero ninguno será tan sentido como el que este mediodía congregará a los miles de fieles de Fermín, el hijo de Firmus, el obispo nacido en Pamplona y degollado en Amiens, el falso (o no) santo decapitado de juerguistas y devotos de los ‘Sanfermines’.