Guijo de Santa Bárbara es uno los miles de pueblos españoles que en verano cuelga el cartel de completo. Con apenas 388 habitantes censados durante el año, la localidad cacereña sufre una explosión de habitantes con la llegada de las vacaciones.
"La cantidad de niños que hay en verano es como cinco veces más que en invierno", relata Sonia, una vecina del pueblo llegada hace unos años de la localidad también extremeña de Almendralejo. "De no ver más que dos o tres grupos, empiezas a ver pandillas que no sabes ni de dónde han salido", bromea.
Situada en un valle, la localidad vive fundamentalmente de la cría de ganado vacuno y el cultivo en pequeñas fincas de kiwi, castañas o frutas del bosque, que luego se venden a la cooperativa.
Al colegio apenas asisten apenas 24 alumnos. Pero durante el verano, se organizan talleres que permiten llenar de nuevo las aulas. Los abuelos que no pasan el invierno en la localidad, regresan en el período estival y se hacen cargo de los nietos mientras los padres se quedan trabajando en Madrid o en Talavera de la Reina.
Aunque no goza de un invierno particularmente duro, en la época de frío las calles están muy poco transitadas. "De las veinte casas de mi acera, apenas dos están habitadas durante el invierno", comenta Sonia. En la acera de enfrente hay casas donde sus habitantes apenas acuden una vez al año o un fin de semana al mes. "Hay incluso casas que nunca las he visto abiertas", abunda. Fallecidos sus anteriores moradores, los familiares que viven fuera ya no vuelven por allí.
Pero para los que sí se quedan y para servir a los visitantes que recorren sus calles, Guijo cuenta con cuatro bares. Uno hace las funciones de restaurante, mientras que los otros sirven tapas o son lugar de reunión para tomar unas cervezas.
Locales que se llenan en verano, pero también con las fiestas patronales como el día de Santa Bárbara, que se celebra el 3 de diciembre. En esa fecha salen a la calle los danzantes, un baile tradicional que un maestro de escuela vasco empezó a enseñar a los mozos del pueblo y se quedó como tradición.
La localidad es conocida por algunas de sus rutas como la del Trabuquete o la subida a refugio de las Nieves, con una ermita en lo alto de la montaña a la que se peregrina el 5 de agosto. En verano, "la gente empieza a subir a las siete de la mañana y no dejan de bajar hasta las nueve de la noche", comenta Sonia. Además, cerca del pueblo hay una aldea gala (Aldealix) donde también se organizan campamentos para niños.
Los más mayores del lugar están deseosos de que llegue gente joven y compre casas en esa España 'vaciada'. En el caso de Sonia, el boca a boca ha sido el culpable de que algunos amigos y familiares se decidan a dar el paso. "La gente que tiene niños cada vez quiere más llevarlos a poblaciones pequeñas, porque es mucho más cómodo", explica. "Desde bien chiquititos, van solos al parque o a comprar el pan a la abuela. Y eso en una ciudad no puedes hacerlo", concluye.
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