No estamos en época de debates intensos, ni en la de preguntarnos sobre el sentido de la vida, por mucho que luego nos enredemos en ello en cualquier terraza. Mejor escuchamos música y nos dejamos llevar por las sensaciones.
De hecho, la ausencia repentina (siempre lo es) de nuestra Olivia Newton-John, me llevó a rebuscar entre los canales minoritarios de personas que, aparentemente de forma desinteresada y por simple amor real al arte, publicaron joyas de las que, de otro modo, no podríamos disfrutar.
La primera incursión en la arqueología de los archivos nunca publicados empieza por un material que, sinceramente, me emocionó. Una prueba palpable y real de que la música une. Vamos con el contexto: se trata de un programa de TV de la prestigiosa ABC norteamericana de 1978 llamado simplemente “Olivia!”.
Efectivamente, nuestra querida “Sandy” en Grease hace los honores junto a otros artistas internacionales. En concreto, la inglesa y australiana se las ve cara a cara, micro a micro y cable a cable (cosas de los 70) junto a los suecos ABBA y el norteamericano de moda entonces gracias a la “fiebre del sábado noche” Andy Gibb.
¿Quién publicó esta joya musical de la Historia de la TV? Pues el técnico que lo editó. Orgulloso, y con razones más que sobradas, cuenta en la descripción cómo consiguió algo imposible entonces: hacer que suene en “estéreo”. Algo que para nosotros ya es habitual, para los magos de la época era imposible en televisión. Según cuenta, los técnicos y él se emplearon a fondo durante ¡36 horas seguidas! en conseguir que todo fuera como la seda. Efectivamente, la verdadera magia de la TV y de los medios es la de hacer que todo parezca sencillo, aunque no lo sea. Señoras y señores, con ustedes, una actuación en riguroso directo que no tiene desperdicio:
Impresionante ver “las barras” al principio, las pruebas de sonido con los tonos operísticos que siempre Frida de ABBA usaba para calentar, y otros detalles que son del todo “imperdibles”. Las tensiones entre las dos componentes femeninas del grupo sueco, ya en pleno auge, eran evidentes para el experto al no haber interacción entre ellas, pero pasaron absolutamente inadvertidas para un público que nunca pudo imaginar que cuatro décadas después, ese programa tuviese valor. Como curiosidad, podemos fijarnos en esos cables de micrófono cuidadosamente colocados en espiral para evitar tropiezos, o en la sincronía llena de complicidad entre artistas tan distantes en estilo y nacionalidad, y sobre todo el esfuerzo lleno de diversión que lleva implícito el propio ejercicio de la música en directo. La expresión de todo ello llega al final con esa versión única de Thank you for the music. Envidiable.
Vamos con otro de los descubrimientos estivales que pueden hacer más interesante una tarde de arqueología musical: una de las mayores bandas que definió el “heavy” ya desde los 70, AC/DC, haciendo una versión muy particular de uno de los grandes temas del músico que ablandó el corazón de las más jovencitas en los 80 con su “Nothing's gonna change my love for you” (que en España interpretó Glenn Medeiros con aquel “Nada cambiará mi amor por ti”): George Benson. En concreto, el tema que dedicó el maestro del jazz a la calle más musical de la Historia. On Broadway, en versión rock duro.
Dos millones de personas y más de veintidós mil likes pueden equivocarse, pero no es el caso. Vamos con algo más de nicho. En todos los sentidos.
Hay nutridos grupos de fans de una de las estrellas más fulgurantes y originales que ha dado Minneapolis que agradecerán una pequeña curiosidad que consiguió acaparar la atención de una de las grandes cadenas televisivas norteamericanas. ¡Ay, benditas hemerotecas!. Gracias a la labor lenta y minuciosa de personas como nuestra querida Ángeles Afuera, es de pronto posible asomarnos a una infancia como la del artista “antiguamente conocido como Prince”. Sí, más de un millón y medio de personas ya han podido ver al pequeño Prince Rogers Nelson siendo un niño que opina sobre cuestiones sociales de los 70.
Acabaremos esta columna veraniega con un minuto y medio de genialidad y expresión corporal en su enésima potencia.
Ahora vivimos en una época en la que, por primera vez desde que existen registros, valoramos lo natural por encima de lo elaborado para la ocasión. Y, por extensión y rizando el rizo, nos encontramos en redes enormes listas de contenidos “cuidadosamente descuidados” para parecer naturales o espontáneos, sin serlo.
Pues qué bien poder encontrar la descarada naturalidad de un ser que revolucionó al planeta Tierra, con su cuerpo delgadísimo y hasta huesudo, evolucionando en su privacidad hasta la extenuación con uno de los bailes que pasaría a la Historia:
Sí. Es Michael Jackson ensayando y probando bailes sin tener ni la más remota idea de que ahora, en 2022, alguien en sus merecidísimas vacaciones dejaría de ver chismes o escuchar reguetón barato en la terraza de turno para encontrar joyas musicales escondidas para la mayoría de los mortales.
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