Las olas tienen una vida efímera, bañan mares y mueren en la orilla poco antes de alcanzar su cima vital. Las hay que chocan contra acantilados o las que lo hacen desapareciendo en playas desiertas o irrumpiendo en arenales repletos de bañistas. Hay olas de niño, las de la valentía, olas de adolescente, las de la hombría, y olas para los más mayores, las que acarician. La olas de la infancia son las más vital, permite bucear las primeras emociones, compartir las vivencias de la amistad primeriza y el primer amor tembloroso.
Sandra Barneda lo recuerda bien. Aquella infancia en la que la vida no tenía fin, ni temores asolando, tan sólo una ingenua vitalidad, la tiene muy presente. En su recuerdo hay olas. El mar han surcado todas sus historias. Lo hizo en su primera novela, Las hijas del agua, volvió a irrumpir en su segunda obra, Un océano para llegar a ti -finalista del Premio Planeta 2020- y vuelve a aparecer ahora en su último trabajo, Las olas del tiempo perdido (Ediciones Planeta): “Siempre he pensado que las olas, el mar, es un símbolo de las emociones, de un empezar y un acabar, quizá por eso está tan presente en mi”, asegura a El Independiente.
Lo dice en un día muy especial, en la jornada en la que se estrena una nueva temporada de su obra más mediática, la televisiva, La isla de las tentaciones que volverá a presentar y su última novela, la que le ha absorbido gran parte de su tiempo, cabeza y corazón. Asegura que, en contra de lo que pueda parecer, no es la televisión a la que más tiempo ha dedicado, "en realidad sólo estoy un día a la tele y cuatro los dedico a escribir", afirma: “Son como el yin y el yang”.
Su faceta televisiva es el torbelino más popular, "ese poderío que tiene la televisión...”, pero trabajos como Las olas del tiempo perdido son los que más atención le han requerido en los últimos meses, “es mi yin, la meditación no me ha enganchado pero la escritura sí lo ha hecho": "Escribir es algo artesanal, palabra a palabra y de una gran soledad. Creo que ese 'yin y yang' son compatibles”.
El antídoto a la soledad
La presentación de la novela se produce en la localidad cántabra de Ajo y sus alrededores. Un entorno idílico que ha descubierto en su madurez, que no es el de su infancia, pero en el que sí vio posible localizar el espíritu de su recuerdo de niña "activa y viva como era yo" y del que ha querido impregnar la obra.
Sólo le dedico un día a la tele y cuatro a escribir. Son como el 'yin y el yang'
La suya es una historia de amistad labrada en los años en los que no cabían las preocupaciones ni las inquietudes sino el descubrimiento de la amistad y que el mundo de la madurez un día relego. Una novela planteada como un viaje al pasado, como la recuperación de un tiempo lejano de felicidad perdido por la muerte de uno de los miembros de la pandilla: “Estoy en un momento en el que me he dado cuenta de que los vínculos son muy importantes y entre todos ellos creo que a la amistad no se le homenajea como se merece. Sí se hace con la familia o la fraternidad, pero no tanto con la amistad, el gran antídoto contra la soledad”.
Belén, Diego, Lucía, Matías y Adrián son la pandilla del verano que nos presenta en Las olas del tiempo perdido. Ni el lugar, ni los personajes son autobiográficos, sólo su espíritu. Un canto a la vida sin prisas y en el que la amistad está llamada a ser eterna. Sólo la muerte en accidente de Adrián, que cambiaría sus vidas y diluiría aquel espíritu de amistad entre sentimientos de culpa, rencillas y silencios, demostrará que no lo es. 21 años después el reencuentro para conmemorar el cuarenta cumpleaños del fallecido Adrián les volverá a dar una nueva oportunidad.
“La muerte es un elemento catalizador de la novela. Es algo que me ha acompañado mucho tiempo. En mi infancia, cuando tenía un año, mi hermano estuvo durante diez años entre la vida y la muerte. Es algo que ha formado parte de mi vida y que te golpea bastante. Hablamos poco de la muerte y la tenemos aquí al lado. En definitiva, la vida es muerte y la muerte es vida, ¿no?”.
"Fui descuidada con la amistad"
Con motivo del lanzamiento de la novela, Barneda va a aplicarse su propia receta. Se ha citado con sus amigos de la infancia en Barcelona para reencontrarse muchos años después. A algunos les ha pasado la novela, otros recibirán la invitación para recibirla muy pronto, “hay quien hace más de 20 años que no he visto”. Son su primera ‘tribu’, Joan, David, Israel, Óscar, Unai, Ferrán y Vanesa, a quienes dedica Las olas del tiempo perdido.
No oculta que durante un tiempo la amistad no fue algo que cuidó. Confiada en que otros lo harían por ella, asegura que de un tiempo a esta parte ha aprendido a preservarla y protegerla, "fui muy descuidada con la amistad durante mucho tiempo".
La naturaleza es su lugar favorito para escribir y Portugal un destino habitual para inspirarse. Perderse en una alejada casa rural para avanzar en su obra es algo que ha hecho con frecuencia, "pero yo puedo escribir en cualquier lado, me basta mi portátil, mi teléfono y mi libreta".
Hasta ahora las emociones han sido el hilo conductor de su carrera literaria. Sin embargo, hay una que le impone demasiado respeto como para abordarla, la emoción de emociones: el amor. "Me parece difícil escribir sobre el amor, creo que es un sentimiento difícil de describir y atrapar y del que se ha escrito mucho".
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