Es una historia de soñadores, de aspirante a lograr imposibles. Remeros del viento agitado y la marea desbocada. Hoy todos les felicitan por haber imaginado aquel sueño, llevarlo a cabo y haberles subido en él. Desde aquel octubre de 1997 han continuado insuflando vida a aquella visión para que no decayera. El Museo Guggenheim es realidad fruto de la visión de otro tiempo de un arquitecto del contorsionismo de las formas y los materiales, la apuesta solitaria de un puñado de políticos y el acierto de quienes debían llenarlo de contenido para que no muriera.
Desde este martes de aniversario la pinacoteca bilbaína ha sacado de sus sótanos el resultado de tanto esfuerzo y utopías conseguidas. Su colección particular, integrada por 145 obras de arte, se exhibe en la muestra Secciones/Intersecciones que abarca, por primera vez, todas las salas del museo. Una colección compuesta por obras determinantes de la historia del arte de la segunda mitad del siglo pasado y el comienzo del actual. Una a una, los 115 millones de euros invertidos en su compra se han demostrado un acierto. La última estimación del valor de la colección del Guggenheim Bilbao hecha por Christie´s, que data de 2019, lo sitúa por encima de los 800 millones.
Ese sólo es su valor financiero. “Pero el arte no es sólo capital económico, es mucho más, tiene un valor en forma de capital cultural y capital social”, asegura Maite Borjabad, curatorial del museo.
En la pinacoteca bilbaína la llaman su ‘lista de deseos’. Ha ido creciendo de modo sencillo, al ritmo que las instituciones y la economía lo permitían. Con ma´s recursos para adquisiciones en tiempos de bonanza y sequía absoluta durante los años de crisis. Años en los que el presupuesto apenas alcanzaba para un millón de euros y otros en los que se podía elevar hasta los seis millones.
Crisis económica, compras suspendidas
Los años en los que la disponibilidad de recursos no daba para mucho han sido muchos, demasiados, según su director, Juan Ignacio Vidarte. Desde 2012 y hasta 2020 la hucha para compras estuvo vacía. No había dinero para obras de arte. Vidarte llegó a temer que el cierre al grifo fuera se cronificar, se convirtiera en “estructural”. Sería la muerte para el funcionamiento del museo. El máximo responsable del Guggenheim Bilbao aún recuerda los primeros años de escepticismo sobre el devenir el museo en el que destinar recursos públicos millonarios para comprar obras de arte para crear una colección privada “se consideraba algo disparatado” en aquel Bilbao que salía de una crisis industrial: “Entonces muchos lo pensaban”.
Hace dos años que la ‘lista de deseos” del Guggenheim en Bilbao ha comenzado a despertar, a recobrar vida. La Sociedad Tenedora de las obras, integrada a partes iguales por el Gobierno vasco y la Diputación de Bizkaia, han destinado alrededor de diez millones para reanudar la compra de obras. Vidarte se aferra a la “voluntad” expresada por las instituciones de seguir aportando, pero sabe que todo dependerá del devenir de la economía, de la crisis, de la guerra, “al menos tenemos una luz de esperanza”.
Sobre la mesa, el Guggenheim trabaja ya en un nuevo “plan de compra” de obras de arte. Por el momento es un listado de sueños, de objetivos a alcanzar los próximos tres o cuatro años. Entonces sabrán cuáles se han cumplido y cuáles seguirán siendo eso, sueños. Entrar en la lista ya es un logro. Es el resultado de un largo proceso de investigación, de debate interno artístico entre expertos y de toma de decisiones. “El proceso de adquisición lleva muchos años, requiere mucha investigación, no nos sirve cualquier cosa, queremos obras clave en la trayectoria de un autor. Existen muchos filtros hasta que se toma la decisión final de adquirirla”, asegura Lucia Agirre, curatorial del Museo.
Calidad frente a cantidad
En los primeros años una comisión de asesores externos orientaba los procesos de compra. En cuanto el Guggenheim Bilbao se consolidó y conformó un equipo de expertos, dejó de funcionar. Ahora son los curatoriales quienes buscan huecos en la colección, en el listado de obras de un autor o en un periodo artístico determinante que sería interesante cubrir. Después se aborda la fase de decisión de qué obra se podría sondear, valorar para su compra. Finalmente, llega la toma de decisión económica, de disponibilidad de recursos que a su vez dependerá de la aportación y presupuesto acordado por el Ejecutivo vasco y la Diputación de Bizkaia. “No primamos la cantidad sino la calidad, por eso puede parecer que nuestra colección no es muy extensa, pero sin duda podemos decir que es muy valiosa, muchas de las obras que la componen hoy no nos las podríamos permitir”.
Una colección que arranca con una obra de Mark Rothko de 1952 y que abarca distintos autores fundamentalmente de Estados Unidos y Europa, además de autores vascos, que componen un tercio de la misma. Hay obras hechas por sus autores de modo específico para espacios y salas del Museo Guggenheim, como la emblemáticas ‘La materia del tiempo’ de Richard Serra. Las mujeres están presentes en menos de una treintena de obras, “como la historia misma del arte”, recuerda Agirre, y que sí es porcentualmente más importante en el arte más contemporáneo.
El valor de ‘La lista de los sueños’ del Guggenheim se revuelve, enriquece y completa con cada nueva adquisición. Manuel Cirauqui, comisario del museo, asegura que cuando se incorpora alguna de las obras “descubres que se establecen nuevos diálogos, nuevas relaciones entre las obras de la colección, obras que se repiensan”.
Nuevos diálogos entre obras
El director de la Fundación Solomon Guggenheim y director del museo Guggenheim de New Tork, Richard Armstrong, recuerda cómo cuando él ejerció como comisario de museo hace muchos años, “las colecciones se configuraban por corrientes artísticas o cronológicamente y ahora, en cambio, las nuevas generaciones las plantean en función de “sus narrativas, eso es algo que me parece muy interesante”.
Narrativas y diálogos que centran la exposición que desde este miércoles se abre al público y que a lo largo de todo el espacio expositivo del Museo se intercalarán la mayor parte de las obras de la colección privada del museo bilbaíno, de su ‘lista de deseos’ hecha realidad hasta ahora. “El visitante podrá ver obras de autores y tiempos distintos que dialogan entre si, que tienen una conexión que permite verlas de un modo distinto”, asegura la comisaria Lekha Hileman. Una distribución de las obras en las distintas salas que precisamente invita al visitante a hacer sus propias relaciones, “sus propios relatos entre las obras”.
Junto al descubrimiento de la colección casi íntegra del museo, los visitantes podrán acceder a un museo con una nueva luz. Todo el complejo museísticos ha abierto lucernarios que en muchos casos estaban tapados, a paredes que condicionaban la entrada de sol o planchas que tamizaban la luz natural. El renovado Museo Guggenheim que este martes ha cumplido 25 años recupera la distribución original con el que lo planteó Frank Gehry. Todas las salas excepto una cuentan con luz natural y con una renovada iluminación artificial a base de led.
La visión panorámica de la exposición, que permanecerá hasta el 22 de enero próximo, se distribuye en cada una de sus tres plantas por áreas temáticas: ‘La vida material’ (1º planta), ‘Desplegando narrativas (2º planta) y ‘Marcando la historia’ (3º planta). Una muestra de obras que en muchos casos apenas han sido expuestas, otras que han sido ubicadas en un nuevo espacio o trabajos elaborados expresamente para esta exposición.
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