Existe en el norte de Extremadura una comarca al amparo de la sierra de Tormantos, surcada por gargantas que bañan con su abundante caudal el granito de Gredos, regando sus bosques poblados por robles y helechos, donde una fértil y próspera tierra sustenta la riqueza agrícola de sus pueblos. Este paraíso natural se conoce como La Vera, el lugar elegido por Carlota Pereda para grabar Cerdita, su aclamada ópera prima.
Pereda regresó a Villanueva de la Vera para ampliar el corto homónimo que le valió un Goya en 2019. Ahora, el éxito de la nueva Cerdita ha logrado que el mundo entero pose sus ojos sobre esta pequeña región extremeña, cosechando aplausos, premios y reconocimientos gracias a su presencia en el circuito internacional de festivales, desde Sundance hasta Sitges, donde obtuvo el Méliès de Oro al mejor largometraje.
Un slasher rural ambientado en esa España vaciada que se llena en verano, donde la belleza de su entorno y la tranquilidad de su sencillez esconden algo brutal e inquietante. Cerdita ha sido comparada con clásicos del género como Carrie o La matanza de Texas, pero conserva ese toque costumbrista con el que su directora dota al film de realismo gracias a la autenticidad que ofrece su ambientación en este pueblo extremeño.
Precisamente esa autenticidad que ofrece Extremadura como paradigma de la España profunda la convierte en una ubicación ideal para su ficcionalización. Su carácter rural, fronterizo y latifundista desvía muchas veces el afecto de la política nacional, convirtiéndola en una "gran olvidada" que, por el contrario, sí es capaz de provocar la inspiración de muchos artistas.
La riqueza histórica, cultural y paisajística de la tierra de los conquistadores atrae la curiosidad de muchos creadores con ganas de explorar la particularidad de su legado. Desde la majestuosidad legendaria que muestran producciones como Juego de tronos, Isabel o Hispania, hasta la miseria estructural reflejada en documentales como Las Hurdes, tierra sin pan (Luis Buñuel) o clásicos del cine español como Los santos inocentes (Mario Camus sobre la novela de Miguel Delibes).
En Cerdita, el componente ambiental juega un papel esencial tanto por la peculiaridad de su entorno natural como por el factor social. Pereda utiliza la soledad de sus bosques, sus caminos poco transitados y la frondosa oscuridad de la vegetación que se refleja en el agua de sus piscinas naturales. Pero también juega con la calma de las calles a la hora de la siesta, el calor veraniego que obliga a cerrar las casas por el día y a ventilarlas por la noche, las vecinas cotillas y la efervescencia de las fiestas patronales.
Los pueblos de la famosa tierra del pimentón son apacibles y pintorescos, acostumbrados a la variabilidad cíclica de sus condiciones. Las casas, compactamente agrupadas, están provistas de lo necesario para protegerse del frío de la montaña en invierno y también aguantar el ardiente sol estival. Calles estrechas e irregulares, un laberinto que conserva el rumor acuático de sus numerosas fuentes, mientras la diversidad de las plantas y flores que adornan los balcones aromatizan y embellecen los paseos. Sus gentes son sencillas y afables, pero también ostentan un carácter firme y reservado que a veces puede resultar hosco. Un particular tipo de hospitalidad discreta y servicial que resultó estar hecha a medida de lo que buscaba el emperador Carlos V cuando decidió ir a retirarse al monasterio de Yuste.
Hay también otro tipo de historias más violentas y crueles que dan cuenta de la singularidad de estas tierras. Como la de La serrana de la Vera, esa mujer que transformó el dolor del despecho y el rechazo de la sociedad en su mayor poder, convirtiéndose en símbolo del carácter y el orgullo femenino y extremeño. Cuenta la leyenda que aquella amazona de fuerza sobrehumana y características sobrenaturales se fue a vivir a los montes, tras sufrir la deshonra que suponía el abandono de su prometido. Allá arriba, en los márgenes de la civilización, se vengó del género masculino seduciendo con sexo y vino a los hombres con los que se cruzaba, para llevarlos a su cueva y matarlos después. Un relato que daría perfectamente para otro thriller.
La cinta de Carlota Pereda bien podría inspirarse en aquella historia sobre el horror y sufrimiento que puede provocar la marginación social. Igual que aquella serrana de la leyenda, Cerdita lucha contra la España profunda del siglo XXI, donde el bullying y la frustración asfixian a una protagonista envuelta en una atmósfera llena de tensión y primitivismo, que mezcla comedia y terror gracias al intenso proceso catártico que recorre este slasher extremeño en el que el entorno verato también juega su papel.
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