Con gabardina camel hasta las rodillas y un pañuelo negro sobre los hombros. Le faltaba el sombrero de Gadged para ser una más de los investigadores escoceses que siguieron el rastro del asesino en serie al que la prensa bautizó, entre los años 1968 y 1969, como John Biblia. Eso y que lloviera en Bilbao para hacer honor al título de su nueva novela Esperando el diluvio (Destino), la séptima. Pero “el tiempo se ha portado”, celebra en nuestro encuentro Dolores Redondo (Donostia, 1969).
La escritora de tormentas, exteriores e interiores, está nerviosa, “muerta de miedo”. Reconoce que las más de 500 páginas que hoy ven la luz le han costado treinta y nueve años y tomarse algunas licencias, al tiempo que augura, eso sí, una nueva fiesta sorpresa para sus ya más de 3 millones de lectores. “Sé que empecé a fraguar esta novela el verano de 1983, volviendo en tren desde Galicia. Hoy regreso a Bilbao para terminar esta historia, que, no es un tratado histórico ni una guía de calles. Me he tomado licencias porque me niego a ser exhaustiva con los recuerdos: la mitad son reales, la otra mitad son fruto del amor a mi tierra, que sigue produciéndome seguir sometida a la dulce tortura de salir indemne de todas las catástrofes que mi mente se empeña en imaginar para robarme el sueño”, explica.
Y no es casualidad esa fecha: 26 de agosto de 1983. Ni tampoco el lugar. La capital vizcaína sufrió ese día una de las colosales inundaciones que se cobraron numerosas víctimas y causaron incontables daños. Todo quedó anegado por el agua. Objetos de todo tipo prendían en las copas de los altísimos árboles de las orillas del río Nervión: sábanas, abrigos, guantes, zapatos, bidones de plástico y un pijama de bebé que se quedó perfectamente impregnado en la memoria de Dolores. “Quizá porque entonces mi hermana solo tenía dos años y medio. Yo tenía catorce y aquel viaje era el regreso del verano de la música, del inicio de mi adolescencia, el primer verano sin mis padres. Estaba aferrada al pasamanos del tren, bajo la ventana, y recuerdo aquella escena como una de esas fotografías de la Segunda Guerra Mundial en las que todo era gris, solo una escala entre el blanco y el negro. La destrucción era grandiosa, aquello era el gran Bilbao. Yo conocía la ciudad y recuerdo que la primera vez que la vi pensé que era terrible por grande, por oscura, por potente, y, sin embargo, aquel día la tenía delante con sus vergüenzas expuestas, llena de lodo, triste y vencida. Ha cambiado mucho. Gente que ya ha leído la novela me dice ‘qué feo has retratado Bilbao para la mucho que te gusta la ciudad’, pero es que así era en aquel entonces, como cualquier ciudad industrial, con el aliciente de que había sido arrasada por una gran riada”, explica la autora durante un paseo en barco por la ría del Nervión ya sin vestigios de ese pasado contaminante.
Aquel Bilbao sumado al clima de crispación en las calles, a la presión policial y la persecución de un asesino en serie, completan así el escenario de una novela policiaca que inaugura un ciclo narrativo independiente de las obras anteriores de la autora de la trilogía del Baztán. “Esperando el diluvio abre un nuevo ciclo narrativo en mi trayectoria, con nuevos personajes y temas, pero que conserva mucho de la Dolores Redondo de El guardián invisible”, explica la autora. Porque sí, ¡Siempre el norte! Y siempre un crimen. O tres, como en este caso.
El perfil de John Biblia habla de una pulsión que viene de un dolor inmenso, de algo que purgar"
dolores redondo
En esta novela, Redondo ficciona el caso de John Biblia, el asesino en serie que aterrorizó Glasgow después de matar a tres mujeres casadas: Patricia Docker, Jamina McDonald y Helen Puttock. Las tres estaban casadas, habían acudido al baile de la sala Barrowlands Ballroom de la localidad a pasar una noche sin sus parejas, tenían la menstruación y fueron estranguladas y agredidas sexualmente. Las idiosincrasias compartidas de los tres crímenes llevaron a la policía a que había un asesino en serie en las calles de Glasgow y a construir sobre Biblia, una leyenda. Porque a menudo, “todos los asesinos que se quedan en capturar son eso, leyendas”. “El de John Biblia es un caso poco conocido en España, aunque se puede sostener la teoría de que pudo venir a Bilbao y ser ahora un abuelo venerable de sus calles. La ciudad podría haber sido una opción en su plan de huida. Descubrió un puerto parecido a Glasgow con buques mercantes, grúas, caminos y vagones de mercancía donde las ratas campaban a sus anchas y olía fatal. Cuando empecé a documentarme para escribir la novela me sorprendió saber que hasta su tercer crimen no se lo calificó de asesino en serie. En esa época, la policía tenía una visión muy pequeña del mundo, no había mujeres en sus filas y se pensó que John mataba porque sus víctimas no querían mantener relaciones sexuales con él alegando, sin ir más allá. Es un caso que sigue sin resolverse y que se ha convertido en una de las persecuciones más extensas en la historia criminal de Escocia. De él solo existe un retrato robot”, explica la donostiarra que, ha contado con un psiquiatra experto en abusos para crear un perfil sobre el asesino.
“John Biblia fue víctima de abusos sexuales. Al final, si no preservamos y cuidamos la infancia, si no defendemos a casa niño, probablemente nos encontraremos con más agresores en el futuro. Todo lo que somos lo aprendemos en casa. En algunos casos el maltrato o el abuso llevan a crear demonios. El perfil de John habla de una pulsión que viene de un dolor inmenso, de una rabia incontenible, de algo que purgar”.
No tenemos ni idea de la muerte, no sabemos acompañar a los que nacen ni a los que se van"
dolores redondo
Para esta novela, la autora ha cambiado además a su personaje, una policía floral, por un investigador escocés, arraigado a una enfermedad cardiovascular que podría acabar con su vida: Noah Scott Sherrington. “Noah es un personaje metáfora sobre el fin de nuestra propia existencia, del final de nuestra vida y de cómo nos planteamos el final cuando nos damos cuenta de que quizás, todo aquello a lo que hemos dedicado nuestra existencia estaba equivocado. La presencia de la muerte está en la novela, hay una constante búsqueda del sentido de la vida. Esto sí es algo que aparece en todas mis novelas. En Esperando al diluvio está el duelo por la propia vida. Como seres humanos no somos conscientes de que todo aquello que dejamos para mañana un día no llegará, porque ya no habrá mañana. No tenemos ni idea de la muerte, no sabemos acompañar a los que nacen ni a los que se van. No sabemos nada ni de nacer ni de morir”.
Sobre esa premisa, Redondo ha confesado que podría escribir su próxima novela, aunque de momento, está centrada en el estreno de este diluvió para el que Destino sacará al mercado 250.000 ejemplares y que le sigue provocando, a ella, la misma sensación que su primera coma y punto. “El día que no sienta lo que siento hoy por presentar esta novela y deje de tener miedo, dejaré de escribir”.
Dolores Redondo estudió Derecho y Restauración gastronómica, y comenzó a escribir relatos cortos y cuentos infantiles, hasta que en 2009 publicó su primera novela, Los privilegios del ángel. Desde entonces se ha consagrado como una de las grandes escritoras de novela negra de nuestro país, y aunque no tiene demasiado claro si todos sus libros siguen el patrón de lo que debería ser el género, tiene claro que su papel como escritora va más allá de ser el megáfono que de voz a “la crítica de todo lo que ocurre en la sociedad”. “Mi editor siempre me dice que para que una novela conecté con el público necesita rabia. Mi rabia está en lo que escribo y seguramente no coincida con lo que conmueve al resto, pero no pasa nada. Un libro es autentico cuando tu rabia lo es y en este sentido, no voy a escribir de corrupción política porque un patrón lo exija. No me interesa la política”.
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