Eduardo Casanova (Madrid, 1991) es, como él mismo se define, alguien a quien "quizá no puedes soportar, pero al mismo tiempo no puedes dejar de mirar". Su rostro como actor entró en el imaginario colectivo de todos los españoles como Fidel en la famosísima serie de Telecinco, Aída. Después, ese niño que creció en la televisión decidió que tenía algo más que contar y se hizo director. A través de su trabajo tras las cámaras ha conseguido crear un universo tan personal como inclasificable y su primer largometraje Pieles (2017) fue una buena muestra de ello.
Ahora con La Piedad, el cineasta madrileño busca desprenderse del maquillaje con el que tapaba sus vergüenzas a través de una película de terror muy personal. Casanova explora conceptos como el miedo a la libertad, las relaciones de dependencia, la soledad y el aislamiento de la ignominia o la necesidad de ser necesitado; evitando cualquier tipo de tabú o filtro moral, con una propuesta estética artificialmente íntima y seductora.
Afirma sentirse curado después de enfrentarse a sus traumas en este último trabajo y lucha por desprenderse de esa idea de artista maldito continuamente en crisis. Casanova mira hacia el futuro con nuevos trabajos y registros en el camino, una serie y un documental. En lo personal y en lo profesional reconoce que hay otro Eduardo después de La Piedad, uno que reconoce que eso de basar su creatividad en el tormento está pasado de moda.
Tras triunfar en Karlovy Vary, Chequia, donde consiguió el Premio Especial del Jurado y lograr sonadas ovaciones en Corea del Sur (Festival de Cine Fantástico de Bucheon), Sitges y Sevilla; La Piedad pudo verse por primera vez en Madrid en la apertura de Rizoma, antes de estrenarse en salas el 13 de enero de 2023. Una película cuya presencia en los Goya reivindica la posición del cine de autor y su importancia para la cultura española.
Pregunta: La Piedad es una película que revuelve algo más que las tripas, te deja tocado, pero es cierto que sí tiene algo verdaderamente reseñable es su honestidad.
Respuesta: Esa era la intención, ser honesta más allá de que fuese buena, es lo que debe buscar cualquier pieza artística. Si es una peli de Marvel, pues no tiene por qué serlo.
La película habla de que la libertad, que es algo que ansiamos todo el rato, es terrorífica
P: ¿Cómo la definirías tú? ¿Una película de terror, una comedia negra, una historia sobre la maternidad o sobre los regímenes totalitarios, sobre la dependencia...?
R: Eso es muy difícil. Creo que definir la peli en un género o en un estilo es complicado. No me gustaría sonar egocéntrico, pero lo que creo es que es una película de Eduardo Casanova. La gente que conoce mi trabajo sabe a lo que me refiero, es una mezcla de terror y melodrama, bañada de humor extremadamente negro. Pero para mí la base es el terror, porque la película habla de que la libertad, que es algo que ansiamos todo el rato, es terrorífica.
P: Una peli de terror de esas que no puedes parar de mirar, pero al mismo tiempo estás deseando que se acabe
R: Sí, eso es guay. Incluso a la gente que no le gusta y eso creo que está muy bien y además tiene mucho que ver mucho con mi carácter. A lo mejor no me soportas, pero no puedes dejar de mirarme.
A lo mejor no me soportas, pero no puedes dejar de mirarme
P: En ese concepto de ser una peli de Eduardo Casanova, la segunda después de Pieles, ¿en qué consideras haber mejorado o en qué se diferencia?.
R: ¿Te parece que es mejor?
P: A mí me ha gustado más.
R: Vale yo también estoy de acuerdo, también me gusta más. Lo que diferencia a una peli de otra es que, aunque sea una peli muy maquillada, es verdad que no he tenido tanto miedo a las consecuencias de contar algo que me toca de fondo y eso hace que sea bastante terrorífica. Volviendo a lo de antes, es una película muy maquillada y muy estética, pero extremadamente real. Sin embargo, Pieles es una película que trata básicamente del maquillaje. A veces da pudor utilizar tus emociones o tus experiencias para contar cosas y lo que yo solía hacer era maquillarlo mucho, maquillar la idea esa que me rondaba la cabeza y en esta ocasión me he quitado gran parte de eso.
P: ¿Y qué función tiene aquí el maquillaje?
R: Nos hemos dejado un dineral en hacer un decorado gigante y sobredimensionado, donde las puertas, los pasillos, todo es grande, pero es una película de planos cortos, siempre estás con el personaje. Aparte, es una peli muy minimalista, donde mandan las líneas rectas y los espacios vacíos, es tremendamente teatral y eso ayuda, aunque no lo parezca, al realismo. La estética juega un papel muy importante y según transcurre la película se va desnudando. Poco a poco se va quitando maquillaje, se va quitando pelucas hasta acabar sin pelo literalmente e incluso la propuesta más estética de fotografía termina acabando en un formato documental. Acabo desprendiéndome de todo ese artificio que me ha acompañado durante mi carrera. Por eso creo que también marca el final de algo y el inicio de otra cosa. De hecho, mi siguiente película es un documental.
P: El otro día, cuando la presentaste en Rizoma, dijiste que esta película era algo así como el resultado de "un irresponsable curando sus traumas".
R: ¿Irresponsable?
Todos concebimos nuestra propia vida como si fuésemos los protagonistas de una película, pero la realidad es que somos un puto figurante
P: Eso dijiste.
R: Sería porque estaba muy cansada, porque yo la verdad es que soy cosas horribles, pero irresponsable no. De hecho, uno de mis problemas es que soy demasiado responsable porque empecé a trabajar desde muy pequeñito, con muchas responsabilidades y el exceso de responsabilidad es uno de mis defectos. Es cierto que es una película muy kamikaze o muy poco consecuente con lo que puede pasar después de hacer esta película, poco consecuente para el público que se anime a verla, por cómo se va a sentir después. Es la peor forma de vender una película. Pero yo diría a todo el mundo: "Señoras, señores, no vayan a ver esta película".
P: Te deja tocado.
R: Pretende que te plantees excesivas cosas. Por eso sí siento que puede haber parte de irresponsabilidad en cuanto a la salud mental, tratándose de una película que habla de eso.
P: ¿Te sientes curado después de haber terminado?
R: Sí, me he curado completamente, estaré a punto de entrar en otra crisis en otro conflicto, pero ahora mismo soy una persona completamente diferente. Aunque reconozco que es bastante antiguo y aburrido eso. Me da bastante pudor esa definición en la que me meto y en la que me meten, la de artista redicho. Voy a festivales de cine de autor y tal, suena guay, pero también hay mucha pereza en esta idea del artista que vive en crisis y creo que hay que quitarse un poco esa presión de encima y esa idea tan ordinaria de persona atormentada que escribe. No lo soy en absoluto ahora y de hecho soy muy feliz dirigiendo trabajos de encargo. Como la serie de Nacho Vidal, un trabajo completamente de encargo, con mi esencia, con mi estética, pero sin tormento. El tormento está pasado de moda.
P: Al ser una película tan personal, ¿no te planteaste en algún momento protagonizarla tú mismo?
R: No, porque no es una película que habla tanto de mí. En realidad no me estáis viendo a mí en la película. Jamás me he planteado actuar en algo que dirijo y pocas veces me planteo actuar. También tengo que decir que no es una película autobiográfica y que mi madre no es una maltratadora y yo tampoco lo soy.
P: Siempre es un poco superficial e ingenuo pensar que la ficción cuenta las historias tal cual son.
R: Y es que los directores tenemos mucha fantasía. Partimos de un lugar, de un conflicto relativamente personal, pero luego un guión requiere un trabajo técnico que te hace hacer giros y propuestas que no tienen que ver con la realidad.
Vivimos cierto placer en la sumisión
P: ¿Cómo ha sido ese trabajo con los actores, con Manel que es muy joven y muy nuevo en esto y con Ángela Molina, toda una veterana?
R: Ha sido muy intenso para ellos. Esto ha sido un rodaje intensísimo por la velocidad y porque estábamos básicamente encerrados en un decorado y esos dos actores estaban mano a mano todos los días. Pero es verdad que hay algo que les une a Manel y Ángela, que tienen carreras diametralmente opuestas y es que los dos son niños y niñas pequeñas. Ángela se enfrenta a todos los trabajos o al menos a La Piedad, con una ilusión muy infantil y eso es algo precioso que, pese a todo lo que ha hecho, siga teniendo esa cosa de sorprenderse y esa falta de cinismo que es maravillosa. Y Manel, evidentemente es un niño, entonces también se enfrenta de esa forma. Pero yo creo que la clave ya no sólo de Manel y de Ángela para enfrentarse a esa historia, sino a todos los actores, es que se han sentido motivados o que por algún lado les ha tocado esta historia. Y es que esta historia realmente nos toca a todos, a todas y a todes.
P: Es muy duro pensar en ese amor traducido en sumisión y dependencia.
R: Todos los humanos, absolutamente todos vivimos cierto placer en la sumisión. Un escritor que me horroriza porque es muy misógino y muy polla vieja, Houellebecq, decía en un libro suyo que paradójicamente es muy bueno, Sumisión, que el mayor estado de placer y de comodidad en el individuo es la sumisión. Y es verdad, hay una relajación en la sumisión, en el no tener que tomar decisiones en un sistema, en un mundo en el que todo el rato tienes que tomar decisiones y todo el rato tienes que pensar cómo hacer las cosas. Cuando te dicen cómo hacerlas, hay una relajación y cuando pasa durante mucho tiempo te anulas y dejas de existir, que es exactamente lo que hace el sistema, que dejes de existir para decidir por ti, para que consumas más. Por eso creo que la sumisión es tan compleja, tan placentera y tan tóxica.
Artísticamente Corea del Norte es preciosa
P: Aquí has elegido una dictadura, la de Corea del Norte, para ejemplificar ese sistema opresor. ¿Por qué Corea?
R: Lo primero, porque es la dictadura que menos conocemos, un país completamente cerrado. Por suerte, tenemos mucha información de cómo fueron la dictadura nazi o la de Franco. De Corea del Norte podemos hacernos una idea o crear un imaginario que nos lleva directamente a ese concepto de algo cerrado, que era imprescindible para contar esta historia. Todo es una dictadura de alguna forma, pero hay dictaduras que no lo parecen, por eso era el paralelismo perfecto. También elijo este país por un amor a la cultura coreana y a la imaginería propagandística comunista. Lenin decía que el Séptimo arte es una de las grandes herramientas para manipular a la gente y, no me quiero meter en un jardín, pero creo que Corea del Norte ha sabido gestionar muy bien su marketing y su arte, el arte Juche, para contar cosas, tienen imágenes, edificios e historias preciosas, más allá de la ética y de la opinión moral. Yo soy artista, no soy político, si me preguntas personalmente, te diré que está mal, pero artísticamente Corea del Norte es preciosa.
P: En la película se muestra que cuando sales de ahí, tanto en la historia del hijo como la de la de los coreanos, no es que sea muy esperanzador el mundo real que hay detrás de eso.
R: Y sobre todo es gris. Hay una propuesta estética muy potente y muy trabajada. Creo que lo interesante es eso, que el horror, la sumisión, esa boa constrictor pertenece a un universo rosa y preciosista del que intentan y del que intentamos escapar. Sin embargo, cuando escapamos nos encontramos con eso que llaman la libertad y resulta que la libertad para mí es es un universo gris.
P: También hay mucha presencia o por lo menos se habla mucho del tema de las drogas, legales o ilegales, para mantener esa ilusión o huir de eso que nos da miedo.
R: Totalmente, y es que nos han hecho adictos a las drogas, creo que si no te drogas de alguna forma es muy difícil vivir en este sistema. Dicho esto, pienso que tenemos que hacer un examen de conciencia con eso. Yo tomo medicación, tomo ansiolíticos y un antidepresivo, aunque me están bajando la dosis. Aun así, creo que hay que ser muy conscientes de que toda la medicación que se tome debe ser pautada por un médico. Yo me he automedicado durante mucho tiempo y es algo que no recomiendo en absoluto. Y otra cosa que quiero reivindicar es que no hay que tenerle miedo a ir al psicólogo, pero tampoco hay que tenerle miedo a ir al psiquiatra.
Si no te drogas de alguna forma es muy difícil vivir en este sistema
P: También hay un discurso muy fuerte sobre esa adicción o necesidad de que nos necesiten.
R: Es insoportable que no te necesiten, para mí esto tiene mucho que ver con la idea de ser hijo único. Cuando has sido hijo único y siempre has estado observado, mirado y atendido en exceso, creces y te das cuenta de que no eres tan necesario. Esa idea de sentirte inútil y compararte con la gente que crees que sí es útil es horrible. La idea de ocupar un segundo plano en una sociedad que te hace pensar todo el rato que estás en un primer plano es un tormento. Todos nos creemos el centro del mundo. Todos concebimos nuestra propia vida como si fuésemos los protagonistas de una película, pero la realidad es que somos un puto figurante. Y eso, si te paras a pensarlo es horrible. No somos nada, no nos necesita nadie, no somos útiles. Eso es tremendo, porque habla de tu extrema soledad.
P: Esta idea puede tener también un efecto contrario, algo más amable y es que los conflictos que nos tocan a todos, sirven para sentirnos menos solos, más comprendidos.
R: Está muy bien eso, pero a mí me parece lo contrario. O sea que a mí me pase lo mismo que a una señora de 50 años que vive en Honolulu, pues no sé si me hace sentir más acompañado o me hace sentir que somos exactamente lo mismo: la misma mierda.
(Ambos nos quedamos en silencio).
R: Qué bonita la película eh, dan ganas de verla.
P: Eso has dicho antes, que no se la recomendarías a nadie ¿no?
R: No he dicho que n0 se la recomendaría a nadie, el titular debería ser: "No vayas a ver esta película".
P: La pregunta entonces es: ¿Quién te gustaría que viera esta película?
R: Me gustaría que la viera Kim Jong Il, lo que pasa es que está muerto
P: Eso suena a un sueño de cine.
R: Es que son los únicos sueños interesantes, los de cine, todo lo demás son pesadillas o cosas aburridas.
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