Hoy es el día de los músicos. Y eso incluye al lector. Porque la sensibilidad que hace que una puesta de sol (por poner un ejemplo claro) sea maravillosa, la da el que la ve, no el Sol. Bastante tiene con sus erupciones y sus tormentas. El astro Rey sigue impasible al rotar en nuestro cielo y atraviesa cada 22 de noviembre el punto entre los astros en el que un Papa en el siglo XVI decidió que fuera el de celebración para todo aquel que viva la música.
Sí, fue el pontífice que representaba entonces todo lo divino y cristiano en la tierra de los fieles, el que en el año de nuestro señor de 1594 decidió dedicar el día de Santa Cecilia a todo aquel que “realizare dignamente el arte de conjugar siete notas con ritmo y melodía”, condiciones básicas para que se trate de música y no de ruido.
Conste en acta que a la efeméride de hoy le estoy dando carácter litúrgico, del que me reservo posición, por enmarcar en el contexto adecuado la celebración. En el ámbito pagano han surgido otros “días de la música” nada despreciables. En Francia, sin ir más lejos de nuestras propias fronteras, se celebra el 21 de junio. En cambio, en Uruguay se celebra el 10 de octubre. Y tal.
Pero bien es verdad que acertó Gregorio XIII en encontrar, dentro de la campaña de marketing habitual para el clero de la época, en una virgen y mártir como ella el símbolo y ejemplo al que relacionar a la Santa Madre Iglesia con algo que, se profese la fe que se tenga en el corazón, hace vibrar hasta la última célula de nuestro cuerpo. Había que ganarse a la música para la causa, y nada mejor que hacerlo con lo que la leyenda contó de esta mujer.
Por si el lector no conoce la vida y milagros de la santa que hoy se conmemora y que dio nombre a otra mártir llamada igual, vamos a dar repaso a los “highlights” de lo comentado, no sin antes recordar a la cantautora extraordinaria que también tuvo su nombre. Cecilia.
Volvamos con la romana del mismo nombre cuyo destino estaba preparado, sin elegirlo ella, a ser inspiración de miles de músicos en el mundo durante los últimos siglos.
Resulta que esta buena mujer nació en el seno de una familia que no tuvo reparo en conceder que hiciera de la música su vocación. Pero se les fue la mano. Hablamos del año 210 d. C. Craso error: fue acusada de convertirse al cristianismo en una época en que eran perseguidos. Mala suerte, amiga. De hecho, lo que cuentan algunos es que el día de su matrimonio, mientras los músicos tocaban y los invitados se divertían, ella se aisló en un rincón para orar a Dios. Ya ves tú qué boda. Su marido acabó convertido, claro. Y bastantes más, como ocurre con los fenómenos virales de nuestros días. Así acabó siendo retratada históricamente rodeada de instrumentos musicales, y sobre todo el piano. Pues cuenta la tradición que el 22 de noviembre es el día en que Santa Cecilia murió o nació a la eternidad, según cada uno. Sufrió tormento junto a su marido Valeriano, su hermano Tiburcio y un soldado romano llamado Máximo, alrededor del año 230, bajo las órdenes del emperador Alejandro Severo, como su propio nombre indica.
El homenaje a la santa fue creciendo con los años, porque no hay ser humano que yo conozca que no ame la música en alguna de sus expresiones. Ya en 1570, en un pequeño pueblo de Francia, recibieron la efeméride celebrando un torneo de compositores musicales de la época que aún dura. Ese fue el punto de partida de las celebraciones que seguro que encontraremos hoy, por ejemplo.
El Destino, en sus expresiones más irónicas, ha querido que el mismo día en el que Santa Cecilia dejó el mundo de los vivos, naciera el gran Maestro Rodrigo y The Beatles sacaran dos de sus discos más emblemáticos: With the Beatles y el llamado, a falta de título, “álbum blanco”. Seguro que no fue casual. Hablamos de la música en su máxima expresión.
Me gusta comprobar que mientras escribo, un cantautor encantador llamado Gustavo Almeida, cuyo talento no se ve secundado por su suerte en los negocios (algo más común de lo deseable en estas lides artísticas carentes de mecenazgo auténtico) me escribe reclamando indirectamente su merecido puesto en el intrincado mundo de la música. En el entorno doméstico, y por lo tanto jugando en casa, ejecuto sus canciones y toda la familia reacciona con admiración. Aquí va el último videoclip del susodicho, al que solamente le falta ser un poco más pícaro y tener un manager “que lo pete”. Mi amigo sigue luchando, pagándose los videoclips, a pesar de su evidente talento para componer. Sigue siendo solamente silencio, y no melodía, para la mayoría.
Hay tantos como él… y que son más de los que en un mundo ideal se permitirían.
Hoy, día de la Música por orden canónica de hace casi 500 años, siempre es bueno pensar en quienes apuestan más allá de lo personal hasta convertirse en mártires. Del Euro a euro, por es bueno ser claros. Va esta pequeña reseña por todos ellos y, también, por todo aquel que lea esto. Porque en algún momento se ha visto seducido por unas vibraciones del aire que hemos catalogado como ritmo y melodía. O sea música. Felicidades.
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