En los últimos meses, la agenda de la reina Letizia parece que se está centrando en temas de salud y defensa de los derechos de la mujer, lo cual celebramos. Precisamente ayer estuvo en dos actos sobre salud mental en Cataluña: una sesión sobre salud mental y mundo laboral organizada por la Diputación de Barcelona y una visita posterior a las instalaciones de la Unidad de Hospitalización Especializada para personas con discapacidad intelectual (UHEDI) del Parque Sanitario Sant Joan de Déu. Veamos cómo fueron.
Comencemos por el principio. Cuando se convirtió en princesa, Letizia pasó tiempo buscando un área a la que dedicarse sin que ninguna pareciera acabar de ajustársele. Probó con temas de educación, pero no acabaron de cuajar; luego se dedicó con ahínco a dar visibilidad de las enfermedades raras y la verdad es que se implicó bastante, pero últimamente parece que el tema ha pasado a segundo plano en su agenda. Hubo un tiempo en que parecía que se iba a dedicar a la promoción de las tecnologías y la lucha contra la brecha de género tecnológica, pero se quedó en nada. Ha acudido a eventos sobre lectura, pero son a cuentagotas y su impacto es prácticamente nulo. Por no hablar de la cooperación, que sigue estando muy presente y de vez en cuando se va de viaje, pero a pesar de ahora va con botas de montaña y chaleco, no acaba de encontrar su hueco.
El problema de todas las royals
En defensa de Letizia hay que decir que no es un problema exclusivamente suyo. A prácticamente todas las princesas europeas les ha pasado lo mismo, comenzando por Kate Middleton, la cual heredó de su malograda suegra, Diana de Gales, una agenda de visitas a hospitales infantiles, actos sobre cáncer y sida y temas varios humanitarios, el tipo de eventos que tradicionalmente han desarrollado las royals. Cualquier agenda de una princesa en los años ochenta, noventa y principios de nuestro siglo --o de primeras damas, todo sea dicho--, tenía un acto sobre cáncer los lunes, otro de educación los martes, visita a un hospital los miércoles, jardinería los jueves y así sucesivamente. Un tostón comunicativamente infumable que en su época daba buen resultado pero que ya está caduco.
Aunque Kate hizo esfuerzos por sonreír, poner buena cara e intentar fingir interés, la verdad es que siempre se la vio descolocada e incómoda. No es que la entonces duquesa de Cambridge y actual princesa de Gales no tuviera sentimientos; es que, simplemente, no eran sus áreas. Cuando finalmente encontró temas que llamaron poderosamente su atención --la salud mental y la atención psicológica a la primera infancia-- se dedicó en cuerpo y alma y su trabajo está siendo más que interesante.
Hay que tener en cuenta que cuando Kate empezó a hablar de salud mental, este tema aún no estaba en la agenda política y resultaba prácticamente tabú nombrarlo. Obviamente, que el estigma se esté superando no solo es atribuible a la princesa --hay un sinfín de organizaciones que llevan años trabajando sin descanso--, pero Kate consiguió darle una visibilidad que de otro modo no hubiese conseguido. Hay decenas de personas que la siguen allá donde vaya, sale en los periódicos haga lo que haga y ella ha usado una popularidad para hablar de temas muy difíciles, como la depresión, la ansiedad y el suicidio.
Buscar una gran causa
Otras princesas, reinas y primeras damas están haciendo cosas parecidas. Todas han acabado por escoger una única gran causa y dedicarse a ella en cuerpo y alma. Máxima está haciendo un trabajo fabuloso como asesora de la ONU en temas de inclusión financiera; Mary de Dinamarca está volcada en temas de los derechos de las mujeres; Camila, ahora flamante reina consorte, se centró en ayudar a mujeres víctimas de violencia de género y de violaciones, un tema generalmente alejado de las agendas de las royals pero que ella adoptó con gran valentía. Y, por cierto, pronunció unos cuantos discursos al respecto realmente buenos.
Letizia podría hacer algo parecido: prestar su imagen para concienciar sobre un tema absolutamente necesario. Ahora, desde luego, tiene la plataforma perfecta: desde el 12 de abril de este año es Defensora de UNICEF para la salud mental de la infancia y la adolescencia. Lo dije cuando se hizo público el nombramiento y lo digo otra vez ahora: es un título que, bien desarrollado, le iría a Letizia como anillo al dedo y le podría servir para desarrollar una agenda más potente y ejecutiva.
Los problemas de comunicación de siempre
Sin embargo, aunque no me cabe la menor duda de que el interés de la reina sobre la salud mental es sincero y de que debe querer ser útil y tener impacto, la verdad es que sigue tropezando en los problemas de siempre. Para empezar, sus actos no están bien diseñados y todo se reduce a lo que yo he bautizado alguna vez como el "formato conferencia-seminario": llegar, saludar a una lista interminable de autoridades, pasar a un auditorio, sentarse, escuchar una conferencia, levantarse e irse. A veces hay paseos por instalaciones y conversaciones con gente, pero no trasciende el contenido, por lo que no sirve de nada. Casa Real cuelga en su página web una nota de cada evento con información, pero nadie se la lee. En resumen, más allá de poder decir que "la reina ha acudido a...", no se puede decir nada sobre los actos y, por ello, sus apariciones quedan reducidas a simples listas de lo que lleva puesto.
Es una lástima, porque muchas veces la intención era buena. Por ejemplo, ayer mismo, cuando Letizia se dejó caer por Cataluña, se podía haber diseñado un conjunto de eventos muy potentes. Pero todo quedó reducido a que la reina llevaba unos pantalones de cuero rojo con jersey a juego.
Seminario sobre integración laboral a personas con problemas de salud mental
Letizia llegó al Parque Sanitario Sant Joan de Déu, en la localidad de Sant Boi de Llobregat, toda una institución en el Área Metropolitana de Barcelona. Se metió en un auditorio y escuchó las primeras intervenciones dentro del seminario "Trabajo y Salud Mental: 20 años rompiendo estigmas". Hubo discursos institucionales y luego un diálogo sobre "El impacto del uso de las redes sociales en la salud mental" entre el profesor de Sociología Xavier Martínez Celorrio y la psicóloga clínica Laura Rojas Marcos. Letizia no dio ningún discurso, ni dijo ni pío a los periodistas congregados.
No había mensaje y eso que el tema daba para mucho. Según la propia nota que hay puesta en la página web de la Casa Real, "1 de cada 4 personas tendrá un trastorno de salud mental a lo largo de su vida y en 2030, éstos serán la principal causa de discapacidad. En la actualidad, el 12,5% de todos los problemas de salud ya corresponden a trastornos mentales, cifra superior al cáncer y a la de los problemas cardiovasculares". Hubiese estado bien que Letizia lo hubiese dicho de viva voz, pero no lo hizo.
Tampoco habló del importante trabajo que está haciendo la Red de Oficinas Técnicas Laborales de la Diputación de Barcelona (la organizadora del acto), el único organismo público que tiene un programa muy bueno para fomentar la inserción laboral de personas con algún trastorno de salud mental (como un trastorno esquizofrénico, una depresión o haber pasado por una situación de drogodependencia) en la provincia.
Después de escuchar la conferencia, Letizia fue a ver una Unidad de Hospitalización Especializada en la Orden Hospitalario de San Joan de Déu. Aquí hay que reconocer que estuvo bien que se sentara a hablar, no solo con el personal médico sanitario, sino también con familias de pacientes. Letizia gana bastante cuando está con personas normales y corrientes en formatos de petit comité.
En conjunto, resultó una visita que supo a poco porque no hubo mensaje, el formato fue comunicativamente malo y porque a Letizia le falta una gran estrategia, un gran proyecto que lidere todos sus esfuerzos. Lo he repetido hasta la saciedad y lo vuelvo a hacer: debe liderar algo, impulsar proyectos propios, ser ejecutiva y proactiva. La reina tiene que poder tener resultados tangibles y no limitarse a acudir a actos, sentarse, oír e irse.
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