Camila nunca quiso ser reina. De hecho, si por ella hubiese sido, hubiese seguido casada con su primer marido, Andrew Parker-Bowles, y hubiese seguido siendo una señora de la baja aristocracia, conocida en ciertos círculos, pero totalmente anónima para el gran público.
Eso, para ella, hubiese sido lo ideal: estar entre bambalinas, sin tener que aguantar las miradas ajenas. Pero, como todo el mundo sabe, las cosas se complicaron, Diana sacó su nombre a relucir, Carlos reconoció públicamente en una entrevista en televisión que eran amantes, el matrimonio Parker-Bowles se divorció, ella pasó a ser la mujer más odiada de Inglaterra y, solo tras una intensa campaña de relaciones públicas orquestada por el spin doctor Mark Bolland, logró ser lo suficientemente aceptada por los británicos como para poder casarse con el entonces príncipe Carlos.
Sin embargo, su popularidad no era lo suficientemente robusta como para convertirse en princesa de Gales, un título que por ley le correspondía como esposa del heredero. Pero era un título que todo el mundo ligaba con Diana y muchos en el Reino Unido no estaban dispuestos a decir Camila de Gales. Se tuvo que conformar con ser Camila, duquesa de Cornualles.
La primera consorte en ser coronada en mucho tiempo
Sin embargo, después de muchos años ejerciendo discretamente de royal y ganándose poco a poco cierta aceptación, el país entendió que había que dejar ciertas cosas atrás y que Camila debía ser conocida como reina consorte cuando Isabel II muriese. Y, por si quedaba alguna duda, la propia monarca se encargó de dejar claro en un comunicado coincidiendo con su Jubileo que quería que Camila fuera reina y fuera coronada junto a Carlos. Y es lo que ha pasado. Ahora Camila, aquella mujer antaño apestada, es la queen consort. Y el próximo 6 de mayo, cuando Carlos sea coronado en la abadía de Westminster, ella también será coronada. Será la primera consorte en ser coronada desde Elizabeth Bowes-Lyon, la madre de Isabel II.
A pesar de que no hay duda de que su vida ha cambiado drásticamente desde septiembre, Camila ha querido mantener cierta normalidad en su vida. El matrimonio real no se ha trasladado a Buckingham (está en obras) y solo lo usa para eventos. Siguen viviendo durante la semana en Clarence House, una gran mansión que sirvió de hogar a Isabel cuando era aún princesa y se casó con Felipe de Edimburgo, y que más tarde se convirtió en la residencia oficial de la reina madre.
Fines de semana separados
Además, como ya era habitual en el matrimonio, los fines de semana lo suelen pasar separados: él, en Higrove; ella, en Ray Mill House, la mansión que se compró tras su divorcio de Andrew Parker-Bowles en el condado de Wiltshire, probablemente el más hermoso del país. La mansión está cerca del pueblecito de Laycock, uno de esos bucólicos reductos de la campiña que salen en las películas de tarde. De hecho, el lugar es tan encantador que ha salido en multitud de filmes, incluido Harry Potter.
Camila, desde luego, debe valorar la belleza del lugar. Pero sobre todo le sirve para desconectar de todo y convertirse por unas horas en una persona normal. Allí puede fumar a su gusto (es una fumadora compulsiva, para desgracia de Carlos, que odia el tabaco) y también leer a todas horas (otras de sus grandes pasiones). Puede pasearse con una blusa ancha y sin peinarse y, sobre todo, puede jugar tranquilamente con sus nietos, los hijos de sus hijos Tom y Laura.
En Londres, obviamente, todo es distinto. Ahora que es reina consorte, su vida está milimétricamente organizada. Cada minuto es pensado con meses de antelación y cada acto se estudio al milímetro.
Guiños a la modernidad
Carlos y ella están intentando establecer una difícil línea entre continuidad y ciertos guiños a la modernidad. Camila, por ejemplo, ha hecho público que no quiere tener damas de compañía (un rol asociado a mujeres de la aristocracia, casi siempre con título y tratamiento de Lady) y las ha sustituido por companions, acompañantes, que tendrán funciones similares a las antiguas ladies-in-waiting, pero no necesariamente vendrán de los escalafones más elevados de la sociedad. Es la primera vez en siglos que una reina de Inglaterra no tendrá formalmente damas de compañía.
Camila también está intentando tener un papel importante como dinamizadora de causas en las que se ha implicado mucho cuando era duquesa. Uno de sus últimos actos ha sido un gran evento en Buckingham con otras reinas (Matilde de Bélgica, Rania de Jordania) y princesas (Mary de Dinamarca) para concienciar sobre la importancia de luchar contra la violencia contra las mujeres. Es un acto reivindicativo donde dio un discurso muy potente que hubiese sido impensable en la era de Isabel II.
Otra señal de que los tiempos han cambiado y de que estamos en una nueva era.
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