Entre dos aguas, las del Atlántico y las del Mediterráneo, nació hace 75 años Paco de Lucía (1947-2014), el responsable de la gran internacionalización de un arte tan puro, endémico y rico en su expresión como ha sido históricamente el flamenco. Francisco Sánchez Gómez fue el menor de la dinastía algecireña de "Los Lucía", iniciada por su padre, Antonio Sánchez Pecino, y continuada por sus hermanos, Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía.
En ese Algeciras natal en el que su padre y otros artistas se ganaban la vida trabajando en el arte de la fiesta nocturna, fue donde el guitarrista mamó desde sus primeros días la esencia del flamenco. Por las mañanas, un joven Paco de Lucía, desayunaba con los restos de la juerga en el patio de su casa, escuchando voces como las de Rafael 'el Tuerto' o Antonio 'El chaqueta', y la omnipresente música que corría por las venas de su familia. Antes de agarrar una guitarra, De Lucía ya conocía bien los ritmos y, cuando la cogió, aprendió a tocarla como quien aprende a hablar o a caminar.
El arte lo tenía de nacimiento, la tradición la conocía como la historia de su propia familia, pero para ser un buen guitarrista era necesario algo más. "El flamenco siempre ha sido una música salvaje -explicaba el virtuoso en una entrevista con José María Velázquez-Gaztelu-, una música que el que la expresaba no sabía muy bien por qué y cómo lo hacía, el cantaor pegaba un grito y si el grito sonaba flamenco y afinao era bueno. El guitarrista es el intelectual, el que necesita encerrarse horas a estudiar la técnica de las manos, porque, por mucha emoción que tengas dentro, si no tienes un vehículo por el cual expresar esa emoción, no puedes decir nada".
Esas horas solitarias que el compositor de Entre dos aguas se pasaba encerrado, estudiando y practicando con su guitarra, le sirvieron para encontrar esa inspiración a la que tan adicto se volvió. "Cuando has sentido la inspiración por primera vez es algo mágico, es como una droga que te engancha a seguir tocando la guitarra para volver a sentir que todo lo sabes y que todo te va a salir bien".
La fusión como medio, no como resultado
Juan Goytisolo escribió que la cultura se fortifica a través del contacto y mestizaje con diferentes grupos humanos. Precisamente el flamenco es el resultado del cruce de muchas civilizaciones a través de la historia. Paco de Lucía fue uno de esos innovadores en un género tan preocupado por su pureza como por su propia supervivencia. Y como música viva, siempre ha sido difícil mantenerse impermeable al mundo de posibilidades que permite la mezcla.
El maestro de Algeciras tonteó con la fusión, aunque como él mismo aclaró, fue más como un medio que como fin. Se enriqueció de compartir escenario con artistas como Chick Corea, John McLaughlin o Al Di Meola. Sin embargo, nunca perdió el sentido de identidad, que tan importante fue para él, la identidad de músico flamenco por encima de todo.
"Yo soy músico flamenco, si no lo fuera, yo no sería músico", llegó a decir. Sus motivaciones para crear siempre estuvieron irremediablemente ligadas a sus raíces, a su niñez.
Yo soy músico flamenco, si no lo fuera, yo no sería músico
Paco de Lucía
Precisamente como él no se consideraba un músico en el sentido estricto de la palabra, buscó en el jazz aquello que no pudo aprender en la calle. "Nosotros los flamencos, sobre todo los de nuestra generación, ninguno sabemos música y desde pequeño siempre tuve las ganas de aprender. Me planteé muchas veces aprender música, pero no tengo la disciplina porque, entre otras cosas, apenas estuve en la escuela dos o tres años. Me acostumbré a estar en la calle, lo que aprendía lo aprendía en una juerga, en un escenario o escuchando un disco. Entonces se me ocurrió tocar con gente del jazz, que manejan muy bien la armonía. Ahí había un campo para aprender que no me iba a meter en una escuela con el pupitre delante a cantar solfeo".
Otra de las razones por las que eligió principalmente el jazz, fue porque encontró una nueva forma de aventura en la improvisación. Un terreno de expresividad libre, excitante y atractivo, que sirve como vía de escape para la monotonía de las grandes giras de conciertos donde se toca siempre lo mismo.
Aunque parezca contradictorio, Paco de Lucía pudo ir y volver del jazz y otros géneros, para no salir nunca del flamenco, permanecer siempre en una música cuya riqueza melódica, rítmica y emocional tenía todo lo necesario para seguir creando. Mantuvo su pureza por herencia y convicción, exploró en la vivacidad de su esencia nuevas formas de ser fiel a sus entrañas. Por eso titulaba sus canciones con nombres como el Callejón del muro o La cañada, lugares importantes de su niñez, donde siempre encontró un camino para volver a ese lugar, entre dos aguas, que lo vio nacer.
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