Antonio Vega (1957-2009) también fue feliz, o al menos eso cuentan quienes lo conocieron de cerca en la primera biografía autorizada de ese chico de mirada tímida y gesto ensimismado que fue capaz de atrapar la belleza de la intimidad en canciones como El sitio de mi recreo o Se dejaba llevar por ti. El paso del tiempo ha sido capaz de filtrar y disolver algunos de los peores estigmas que el morbo y el malditismo contribuyeron a crear en torno a la vida de uno de los músicos emblema de la Movida madrileña.
En Antonio Vega. Una vida entre las cuerdas (Espasa), Magela Ronda trata de esclarecer, mediante una narrativa honesta y cariñosa, la luminosidad creativa y emocional de uno de los compositores más importantes en la historia del pop español. "No soy nada sin la gente que me rodea, sin mis amigos. La mejor manera de mirar hacia dentro es verme reflejado en ellos", dice Antonio Vega en una de las numerosas citas que aparecen en el libro.
Precisamente por eso el relato de Ronda se apoya en los testimonios de aquellos que estuvieron cerca del artista para contar su historia. Nacho García Vega (primo y fundador de Nacha Pop), Carlos Brooking (amigo y bajista de Nacha Pop), Nacho Béjar (amigo y músico que lo acompañó en su etapa en solitario), Carlos Narea (productor musical con el que trabajó Antonio), Basilio Martí (amigo y teclista de su banda durante más de veinte años), Carlos Vega (hermano), Teresa Lloret (primer amor de Antonio, con quien mantuvo una relación durante 18 años).
Y es que no hay nada meior que imaginar, la física es un placer.
Una décima de segundo, Antonio Vega
Las letras de sus canciones se intercalan con fragmentos de su vida, recuerdos de sus amigos y confesiones de su diario. A través de esta biografía somos capaces de conocer el carácter de un chico que prefería el adjetivo de "introvertido" antes que el de "tímido", que simplemente necesitaba crear un espacio seguro antes de quitarse esa coraza que lo protegía. Por eso cuando era capaz de sentirse arropado, podía ser un hombre hablador, ocurrente, risueño y divertido.
Por supuesto que no esquiva el asunto de su adicción a la heroína, irremediablemente presente durante gran parte de su vida. Pero no es en esa herida en la que se adentra Ronda para suscitar el interés del lector, tampoco comete el pecado de caer en hipótesis o elucubraciones moralistas sobre lo que podría haber sido su carrera lejos de los pinchazos. La honestidad de este relato se basa en tener presente sus sombras, pero también en dejar los prejuicios a un lado para que brillen sus luces.
En Una vida entre las cuerdas conocemos al Antonio que vino al mundo como el hermano mediano en una familia numerosa de origen leonés. Su madre no podía evitar sentir cierta predilección por su excesiva sensibilidad y vulnerabilidad emocional. Un niño inquieto e impulsivo, con excelentes condiciones tanto físicas como mentales, un muchacho curioso, en búsqueda constante de conocimiento, que se preguntaba por el sentido de las cosas y evitaba siempre el conflicto a pesar de su rebeldía.
También se desmitifica esa etiqueta de triste y solitario que Paco Martín (Pasion Records) se empeñó en explotar haciendo un disco homenaje 16 años antes de su muerte, un recopilatorio por el que ninguno de sus colaboradores cobró nada y del que obviamente Antonio no supo nada hasta que no lo vio a la venta en unos grandes almacenes.
Este libro es el retrato de un hombre libre hasta sus últimas consecuencias, desarraigado y desapegado, con tendencia a la soledad, atormentado por abismos de su personalidad que iban más allá de las drogas, aunque siempre acompañado de buenas personas. Pero sobre todo lo retrata como un músico que encontró en sus canciones la mejor forma de responder a las inquietudes de su alma. Un alquimista capaz de construir un lenguaje emocional propio en el que letras y melodías se mezclaban para transmitir la complejidad y el tesoro de su intimidad.
Aparte, el libro también contiene anécdotas e historias curiosas como aquella vez que un Andrés Calamaro recién llegado a España fue a probar para unirse a la banda de Antonio como teclista, pero la prueba no fue muy bien y Vega acabó pidiendo que se fuera porque "le ponía nervioso".
Yo no he echado raíces jamás en ningún sitio. Nunca tuvo un lugar al que llamar hogar, no quiso ni necesitó construirlo
Antonio Vegas
También cuenta los inicios de Nacha Pop, la creación de la Chica de ayer o la vez que fueron teloneros de los Ramones y tocaron para miles de punkis en Madrid.
Al final del libro, uno por uno, sus amigos y familiares responden a la abstracta pregunta de si Antonio fue feliz. Cada uno responde de una forma distinta pero complementaria, recordando aquellos momentos en los que pudieron ver a un Antonio Vega feliz y pleno, arrojando una visión luminosa que contrarresta ese retrato oscuro y trágico alimentado por su fama y sus últimas imágenes, redescubriendo una parte del relato que su adicción parecía haber hecho olvidar.
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