Se dice que cuando un misionero suizo llamado Max Erdmann y su esposa llegaron a Sudáfrica, se encontraron con una tribu zulú. Cuando se presentaron, los zulúes no respondieron con un saludo, y eso confundió al misionero. Después de investigar, descubrió que no había un saludo común en la tribu, sino que cada persona tenía su propio saludo y no había una forma universal de saludar a alguien. Ellos, al no ser de la tribu, se quedaron sin saludo. El misionero buscó junto a ellos entre las de su vocabulario, una palabra que resumiera el sentido de un saludo, y aceptó que fuera especial para cada persona. Desde entonces, la palabra sawubona se ha convertido en algo común entre los zulúes y se ha extendido a otras partes del mundo. Hoy en día se considera un saludo muy respetuoso y profundo, que expresa la conexión humana y la importancia de reconocer la dignidad de los demás. También implica un sentimiento de respeto, amor, apoyo y consideración hacia la persona que se saluda. Es como ver, desde la valía de uno mismo, la del otro. Además, el saludo Sawubona se acompaña de un gesto de unir las manos al nivel del pecho y mirar a los ojos a la persona a la que se saluda.
La enorme persona a la que voy a entrevistar hoy ha decidido titular así su último libro. Sawubona habla de un camino hacia el conocimiento y reconocimiento hacia los demás como forma de vida, para llegar a conseguir lo que realmente se desea. No es poca empresa para un mundo digitalizado y despersonalizado.
Mientras me preparo para acudir a la cita, me salta en LinkedIn un mensaje privado. En él, alguien a quien no conozco absolutamente de nada, me trata con exquisita familiaridad en un largo párrafo, para acabar ofreciendo sus servicios. “Del tirón”. Si quería generar en mí algo de interés por su negocio, ha provocado justo lo contrario. Casi el mismo efecto que obtienen los sufridos televendedores que se ven obligados a despertar de noche a personas que, por ejemplo, acaban de enviudar, para venderles una oferta en luz y gas.
En el otro extremo, hay quienes han descubierto otra forma de vender. Sin hacerlo. Sin llamar la atención a toda costa, sin la violencia de un spot en medio de una película que te hace llorar. Sin interrumpir un momento inolvidable en medio de una canción para ponerte un anuncio o llamarte a deshoras. Sencillamente, dando. Que no crea el lector que se trata de nada excesivamente espiritual o que pertenece al campo de las creencias. Es ciencia. Si ofreces con inteligencia, raro será que no obtengas enormes beneficios para tu vida. ¿Siempre en el terreno económico? Nadie puede garantizarlo. Pero la pregunta clave, ahora sí, ya roza lo existencial: ¿qué es lo que realmente quieres? ¿eres capaz de diferenciarlo de lo que crees que quieres?
Antes de que esto parezca un manual de autoayuda, volvemos a mi cita con Cipri Quintas. No ha tenido ningún problema en reconocer que ha perdido enormes cantidades de dinero al combinar un enorme espacio de restauración singular a las afueras de Madrid por la pandemia. Orgulloso, suele usar el ejemplo para hablar, como hacen los buenos gestores de su vida, de las oportunidades que le brindó semejante crisis.
El sábado acordado para el encuentro ha tenido un clima frío. Muy frío, con granizada incluida. El restaurante Silk de La Moraleja es muy grande, con varias plantas, ascensor y techada altísima. Sin embargo, no es un lugar frío. Y eso es mérito seguramente de alguien que se preocupó de eso tanto como del acondicionamiento acústico perfecto para que la “experiencia de usuario”, lo que ahora se viene llamando 'UX', sea ideal. Y ese alguien dudo que no sea mi entrevistado. Como se suele decir, la mejor forma de sobresalir de los competidores es crear, si no existe, una categoría en la que haya pocos, y salir de la mediocridad para entrar en la excelencia. Ahí es donde menos competencia hay.
Llega Cipri ocupado, pero ágil, como en una coreografía. Saluda, habla con unos y otros para acabar en mi mesa. Los gestos físicos de cariño le preceden. Acaricia mi hombro mientras me agradece enormemente esta entrevista. Mira a los ojos sin escudriñar. Por ofrecerse, sin más ni menos. Hay quien le ha puesto como mote Nokia, por aquello de su eterno eslogan: “connecting people”. Básicamente, es lo que hace: conectar personas. De ahí que su primer libro El libro del Networking (Alienta) lleve 17 ediciones.
Pregunta.- Cipri, tengo que poner un cargo en el título. ¿Cuál pone en tu tarjeta? ¿Escritor?
Respuesta.- Es una buena pregunta. Hace casi 20 años tuve un serio problema para crearla. Participaba o era socio fundador de tantas empresas que no cabían los logotipos, así que probé con una que se doblaba. Fue una horterada. No funcionó. Esta situación me hizo reflexionar. Yo no era el logotipo de las empresas para las que trabajaba. Lo que más me ha gustado siempre es generar oxitocina, la hormona de la felicidad. Pero como tampoco se entendería bien ponerme “generador de oxitocina”, busqué una buena frase. Me di cuenta de que ofrecer mi tarjeta es un poco como hacer un contrato, y mi principal inversión era ocuparme de las personas, así que lo transformé en “dar sin esperar recibir, y recordar”, y eso pone. Poner un cargo es complejo, porque la gente suele confundir lo que hace con quienes son, pero en este caso pone CEO. Pero esa C se transforma, porque me siento un poco SEO de personas, por aquello de encontrar a las adecuadas y hacer conexiones. Eso es lo que pone en mi tarjeta. No necesita poner muchos datos, salvo la de mi web, cipriquintas.com. Esa es la historia de mi vida. La historia de una tarjeta.
P.- Para quien no te conozca, es importante decir que para presentar tus obras sueles llenar teatros enteros con facilidad, ofreciendo unos curiosos espectáculos en los que, muy al contrario de lo que diría el difunto Paco Umbral, no sueles hablar de tu libro. ¿Por qué?
R.- Son eventos de pago benéficos en los que todo lo generado, como ocurre con las publicaciones, va a buenas obras en el mundo, como un hospital en Uganda que han querido que lleve el nombre de mi hija. Si es algo para el bien de las personas ¿por qué tengo que ser yo el centro de atención? Cuando celebramos las diez ediciones de “El libro del networking” dedicamos todo al Padre Ángel, que subió al escenario y fue nuestro protagonista. El libro ya habla suficientemente de mí. Te contesto con otra pregunta. ¿Tú no crees que alguien que compró uno de los ejemplares por 13.000 euros para poder colaborar con las obras benéficas que favorecemos ha de ser más protagonista que yo? Tuvo su espacio, claro.
P.- En la portada de Sawubona vemos varias lanzas reposando juntas apoyadas en la punta, en paz. Entiendo que tiene su mensaje. ¿Por qué hablas de “tribu” en vez de una de las palabras de moda, “comunidad”?
R.- La tribu es el espacio en el que nuestros ancestros vivían. Todos juntos la formaban para enfrentarse a los peligros, o celebrar las buenas cosechas, de forma común. Es donde todos escuchaban a todos, y se contaban historias alrededor del fuego. La hoguera fue la primera televisión de plasma. ¿Sabías que en algunas tribus del sur de África, al que hacía algo malo para el resto, no le castigaban, sino que le colocaban en el centro del grupo y durante varios días se le decía todo lo bueno que todos habían hecho por él? Es muy bueno volver a nuestras raíces, en vez de perseguir el “like”. Una comunidad puede ser cualquier cosa, incluso la de vecinos, y no servir para crecer.
P.- Así que un CEO convertido en SEO de personas, con vocación de showman y generador de oxitocina se pone a escribir. He visto vídeos tuyos persiguiendo animales del zoo. ¿Cómo consigues que te tomen en serio?
R.- Es cierto que soy un niño de 56 años de edad. A veces me pongo a jugar con los peques en un parque. Es maravilloso no dejar de ser un chaval. Los niños tienen una capacidad de amar infinita. Lo de los animales tenía un sentido. Se trataba del lanzamiento de un libro con un título que sale de la cuna de la humanidad, del continente africano, y lo quisimos hacer muy llamativo. Así que grabamos el vídeo de promoción en el zoo de Madrid. En el evento de lanzamiento pusimos las mil entradas a la venta con fines benéficos y el 80% se vendió en un día. No pusimos fila cero para que viniese todo el mundo, y volvimos a llenar el teatro. Si luego se me hace caso supongo que es porque hablo de cosas que en fondo son naturales, vienen de serie con el ser humano. La autenticidad, hablar de corazón, o la generosidad, son valores que todo el mundo conoce. Yo solamente las recuerdo.
Siempre tengo en cuenta las tres letras mágicas: D, A y R. Negociar es dar, con solo 3 letras podemos llegar al verdadero éxito
P.- ¿Hasta qué punto las pones en práctica?
R.- En todo lo que hago. Siempre tengo en cuenta las tres letras mágicas: D, A y R. Negociar es dar, con solo 3 letras podemos llegar al verdadero éxito porque cuanto más des, más vas a conseguir. Es Ley de vida. Y sí, estoy hablando también de dinero. Cuando das, las personas confían en ti. Si generas confianza, generas valor, y si generas valor, siempre ganas. Tengo la enorme suerte de tener a mi alrededor a personas maravillosas que me dan muchísimo todos los días. Esta misma entrevista, tenerte a ti aquí preguntando, escuchando, es una suerte. Mi contrato con los demás es dar sin esperar recibir y recordar. Soy millonario. Tengo millones de monedas de oro en mi cofre de la vida que son mis amigos. Si necesitas algún amigo, alguna persona que te pueda presentar y te haga mejor, comparto esa moneda porque cada vez que compartes ese amigo, ese doblón de oro, te vuelven muchísimos más.
P.- En tus libros “hablas” (textualmente) de eso. ¿Es cierto que tus libros son dictados revisados? ¿Reconoces que usas “profesionales de apoyo” para escribirlos?
R.- Orgulloso de reconocerlo, y no sé por qué normalmente la gente los esconde. Tenemos unos excelentes profesionales de la escritura, y yo no pierdo el sentido de lo que quiero decir por trabajar con ellos. Me ayudan a darle forma y, por su experiencia, a hacerlo fácil para el público. ¿Por qué no decirlo? A la hora de redactarlo, usé Siri para apuntar mis ideas. Yo soy más de explicar verbalmente las cosas. Suelo decir que soy un “chapista”, porque “doy la chapa” a la gente explicándome, pero luego hay otros que saben escribir mucho mejor de lo que lo haría yo. Lo mío es dar sin esperar nada a cambio y recordar todo lo bueno que tengo, que es mucho.
P.- ¿En plena crisis mundial te sientes realmente millonario?
R.- Todos tenemos en nuestros amigos de verdad un tesoro a una llamada de distancia y pocos nos damos cuenta.
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