Hergé, el historietista que hizo del cómic un arte

"¿El cómic en el año 2000? Creo, espero, que (¡al fin!) habrá sido totalmente reconocido… que se convertirá en un medio de expresión en toda regla, como la literatura o el cine", dijo Georges Remi, más conocido como Hergé (1907-1983), en una entrevista del 20 de enero de 1969. Considerado como uno de los padres del cómic europeo, el creador de Tintín siempre mantuvo la aspiración de ser considerado como un artista de pleno derecho.

Su nombre, irremediablemente ligado al joven aventurero de flequillo rubio y jersey azul, es sinónimo de creatividad. Hergé es uno de los culpables de que hoy podamos hablar de un noveno arte cuando nos referimos al cómic. Su legado es la prueba de que un medio de expresión cuya naturaleza era eminentemente efímera, pudo trascender manteniendo su frescura. Por mucho tiempo que haya pasado, las aventuras de Tintín han cautivado a generaciones de lectores, alcanzando una eternidad que ha sobrevivido a su autor.

40 años después de su muerte, su influencia en el cómic contemporáneo es esencial para entender conceptos tan básicos como la importancia de la línea clara. Más allá de las viñetas, su figura es fundamental para el desarrollo de la publicidad, el diseño o las artes plásticas en general. Pues antes de erigirse como un gran historietista, también fue dibujante de anuncios e incluso se conservan algunas obras pictóricas que dan fe del talento artístico que atesoraba como pintor. Sin embargo, siempre tuvo claro que su lugar estaba entre bocadillos y onomatopeyas.

Colaboracionismo nazi y 'leyenda negra' de Hergé

A pesar de lo admirable de su carrera, no todo en la vida de Hergé se recuerda con tanta luminosidad. Por un lado, está su ambigüedad durante la invasión nazi en Bélgica. A pesar que durante el transcurso de la guerra, y para evitar controversias en los temas de actualidad, la temática se resguardó en un marcado acento aventurero: La estrella Misteriosa, El Secreto del Unicornio y El tesoro del Rackham el Rojo o El templo del Sol; su fructífera colaboración con un diario germanófilo quedó como una mancha negra en su historial.

Pasados los años, el revisionismo histórico al que todo artista en mayor o menor medida está sometido, también ha pasado factura a Hergé y a sus cómics. Muchas veces se le ha tachado de transmitir una visión colonialista, racistas e incluso misógina, por la escasa aparición de personajes femeninos en la serie. Unas acusaciones que se refieren a aspectos puntuales de algunos álbumes concretos, pero que no influye en el punto de vista predominante de la serie, pues su fascinación por mostrar y descubrir otros mundos siempre ha sido honesta, independientemente del filtro ideológico de su tiempo.

El cómic, un arte de pleno derecho

Más allá de las polémicas, su valor como artista del cómic ha sido tal, que en 2009 se inauguró en su honor el único museo dedicado exclusivamente a un artista de cómic europeo. El Museo Hergé en Louvain-la-Neuve (Bélgica), con más de 80 planchas originales, 800 fotos, documentos y objetos varios es un auténtico templo para los fans de sus historias.

El hecho de que hoy en día se llenen museos y exposiciones como la que se pudo ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta hace tan solo unos días, demuestra que el valor de Tintín no se queda solo en sus viñetas. Y es que sus dibujos han llegado hasta las subastas, batiendo récords tras venderse en una subasta por más de 2 millones de euros.

40 años después de su muerte, aquel deseo disfrazado de profecía se ha cumplido, el cómic ha conquistado su derecho a ser considerado un arte de pleno derecho y hablar de la firma de Hergé es sinónimo de alta cultura.