A media altura de la Quinta Avenida, a tan solo unos pasos de Central Park, se ubica en Nueva York la Frick Collection, uno de los museos de arte más importantes de la Gran Manzana. En su interior descansaban hasta ahora "nueve obras excepcionales" de la pintura española, hitos en la historia del arte universal que emigraron para llenar las paredes de esta pequeña galería particular.
Estos grecos, goyas, velázquez y murillo adquiridos a principios del siglo XX por el magnate del acero, Henry Clay Frick, guardaban un privilegiado espacio en las estancias de la mansión familiar reconvertida a museo en 1935. A excepción del retrato que hizo Goya al Duque de Osuna (1795), el resto de los cuadros llevaban más de cien años sin pisar suelo español. Ahora, con la reforma de la histórica casa de los Frick, estas obras maestras han podido cruzar el charco para exponerse en exclusiva en el Museo del Prado.
Nueve cuadros que han sido durante tanto tiempo motivo de orgullo para la pintura española lejos de nuestras fronteras pueden ser admiradas en Madrid gracias a un préstamo marcado por unas circunstancias tan excepcionales como irrepetibles.
Del corazón de Manhattan al del Prado
En el corazón de la excelente colección española del Prado se han instalado temporalmente, desde el 7 de marzo hasta el 2 de julio, estas joyas repatriadas. La sala 16A, en el centro de la sección de españoles de la pinacoteca, está presidida por La fragua de Goya (1815-20), una maravillosa demostración de expresión anatómica que influyó en artistas como Giacometti y que alude directamente a la obra homónima del maestro Velázquez presente en el Prado.
A pesar de su presunta idoneidad como parte de la colección personal de un hombre que se hizo rico gracias a la industria siderúrgica, la presencia de esta obra que presume de la fuerza y el vigor de los herreros resulta paradójica por la conflictiva relación que mantuvo el magnate con sus empleados.
Y es que los cuadros españoles de la colección Frick, a pesar de no ser mayoría, fueron adquiridos para ocupar algunas de las mejores estancias de la mansión familiar. No es casualidad que en el retrato que le hizo Gerald Kelly, el empresario eligiese al Felipe IV en Fraga (1644) de Velázquez o al Vincenzo Anastagi (1575) de El Greco para acompañarle de fondo. El primero, es uno de los cuadros mejor documentados del artista sevillano y el segundo es el único retrato de cuerpo entero y a tamaño real que realizó el pintor renacentista.
Otra de las joyas de la colección es La expulsión de los mercaderes (1600). Una obra muy cotizada a principios del siglo XX, gracias a las alabanzas que le dedicó el crítico alemán Julius Meier-Graefe. Frick compró este cuadro a Aureliano Beruete por 120.000 dólares, "no podía permitirme mantener tanto dinero colgado de un clavo", dijo por entonces el artista madrileño.
El Prado acompaña este reencuentro con "obras hermanas"
Una selección de nueve pinturas que el Prado se encarga de acompañar con cinco obras "hermanas" presentes en la colección permanente. Así, al retrato de Felipe IV de Velázquez añade El Primo (1644), pintados casi a la vez; a las dos de El Greco: La expulsión de los mercaderes y San Jerónimo (1590-1600), las flanquean La anunciación y el Retrato de un médico, respectivamente.
Al Autorretrato de Murillo (1650−55), primera obra española de la colección Frick adquirida en 1904, le acompaña la efigie que el sevillano hizo de su amigo Nicolás Omazur (1672); mientras que al retrato femenino que hizo Goya en 1824 lo escolta el de Juan Muguiro (1827).
Frick Collection, una mansión única
El Frick abrió sus puertas en 1935 y se conserva como una mansión de principios del siglo pasado, donde las obras están expuestas en muchos casos tal y como el magnate las dispuso en su despacho, el comedor y otras estancias.
Integrada por más de un centenar de pinturas de grandes maestros europeos como Rembrandt, Vermeer, Ingres, Tiziano, Van Dyck, Turner, Monet, Degas o Renoir, además de los españoles mencionados, se trata de uno de los pequeños museos más importantes de Estados Unidos.
La renovación integral que mantendrá sus puertas cerradas hasta finales del año que viene permitirá una ampliación del 25% de la exposición actual. La presencia los grandes nombres de la pintura española en esta icónica colección es sólo una muestra más de la repercusión y el valor que tuvieron nuestros maestros en el coleccionismo del siglo XX.
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