Experto en recrear con destreza mundos reales e imaginarios, pasados o distópicos, el doblemente ganador del Pulitzer, Colson Whitehead (Nueva York, 1969), vuelve con una novela en la que el crimen baila con la comedia para situarnos en el Harlem de principios de los 60. Un lugar en el que, a la luz del día, su protagonista Ray Carney se gana la vida como puede con negocios legítimos, mientras en la oscuridad de la noche sus impulsos de prosperar encuentran otras formas menos lícitas de abandonar el pozo de sus circunstancias.
Con esta premisa nace El ritmo de Harlem (Random House), un libro "menos serio" en el que el autor neoyorquino vuelve a permitirse poner en práctica su agudo sentido del humor. Con la publicación de sus dos últimas novelas (El ferrocarril subterráneo y Los chicos del Nickel), Whitehead consiguió algo inédito hasta el momento, ganar dos premios Pulitzer consecutivos (en 2017 y en 2020). Pero en ambas el tono no le permitía lo que sí pudo hacer en obras más ligeras como Zona uno (2011) o Apex Hides the Hurt (2006).
El escritor norteamericano es una de esas voces imprescindibles para conocer la silenciada historia de la comunidad negra en Estados Unidos. Un autor que ha explorado sin complejos la realidad de un determinismo racial socialmente impuesto, donde la ética no riñe con la estética sino todo lo contrario. El ritmo de Harlem traza un arco temporal de cinco años deteniéndose en tres momentos concretos: 1959, 1961 y 1964; concluyendo, aunque sin mencionar directamente, en el año que comenzaron las protestas por el asesinato de James Powell.
En Estados Unidos nos gusta el racismo y nos gustan los policías
"En Estados Unidos nos gusta el racismo y nos gustan los policías", ironiza Whitehead. "Hay mucha brutalidad policial –continúa– y cada vez que se ha intentado hacer algo para remediarlo apenas ha durado, lo he visto durante toda mi vida, nunca ha habido un intento serio de acabar con la brutalidad policial y no creo que vaya a vivir para verlo".
Cuenta el escritor de El ritmo de Harlem que, al igual que la canción de la que viene su título (Harlem Shuffle), en este libro también hay una mezcla entre lo soft (la letra) y lo siniestro (los arreglos). "Hay mucho humor pero también hay gente matando a otra gente". Y es que su protagonista, al estilo de Al Pacino en Carlito's Way (Brian de Palma, 1993), solo aspira a mudarse y cambiar su suerte, luchando continuamente contra sus circunstancias para demostrar que él no acabará como el mafioso de su padre.
Todos reprimimos nuestras tendencias antisociales para no parecer asesinos
"Creo -explica Whitehead- que todos tenemos algo que ver con Carney, todos reprimimos nuestras tendencias antisociales para vivir en sociedad y no parecer asesinos o atracadores de bancos. Yo, por ejemplo, tengo las mismas obsesiones inmobiliarias que él. Parece que si encontramos el apartamento adecuado todo estará bien, estamos siempre buscando nuestro rincón para que todo lo demás encaje en nuestra vida".
"Todas esas familias que viven tras las puertas entre la suya y el ascensor, agradables o no, todos viviendo en el mismo lugar, nadie mejor o peor que nadie", reflexiona el protagonista de la novela mientras imagina cómo sería su vida en el tranquilo Riverside Drive, apelando a esa igualdad que subyace en el hecho de vivir en un barrio respetable.
En ese Harlem de la segunda mitad del siglo XX donde nadie encuentra su sitio entre buitres especuladores y aspirantes a clase media que sueñan con huir, se ha detenido el escritor neoyorquino para desarrollar una trilogía que abre con este Harlem shuffle. Desde los 60 hasta los 80, la historia de Ray Carney recorrerá un paisaje urbano en plena efervescencia y transformación, ejemplo del dinamismo de la Gran Manzana, poniendo a prueba los sueños y fantasías de unos personajes marcados por la humillación, la frustración y el rencor, producto de la discriminación racial.
Quizá en el dominio de los grandes temas está el secreto de su éxito con un registro más cómico, o puede que sea su capacidad para hacer reír la razón que lo hace tan bueno tratando temas más serios. El caso es que el talento de Colson Whitehead para mantener la frescura en su literatura bien merece cada premio cosechado y, tras esta novela, no sorprendería volver a ver su nombre junto a alguno de los grandes.
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