Afable y gentil, advirtiendo del escalón de la entrada, nos recibe en su casa del madrileño barrio de Lavapiés un Ian Gibson (Dublin 1939) aún algo titubeante. Quizá se deba a la bronquitis por la que hace apenas una semana tuvimos que posponer nuestro encuentro, puede que sea por las prontas horas de la mañana, o a lo mejor sigue con cierto aturdimiento emocional tras haberse expuesto de una forma tan radicalmente sincera en sus recién publicadas memorias, Un carmen en Granada (Tusquets).
En la estantería que flanquea su mesa de trabajo sobresalen por su envergadura al menos tres ediciones distintas del Ulises de Joyce. También hay numerosos ejemplares de publicaciones biográficas sobre sus amados Machado y Lorca. Es un tópico decir que a los españoles nos cuesta más que a los extranjeros valorar lo que tenemos, pero también es más cierto de lo que nos gustaría reconocer, y la trayectoria de un hispanista como Gibson es la prueba de ello.
El biógrafo irlandés es un enamorado de nuestra literatura, de nuestra tradición y de nuestra historia. Admite que le debe mucho a este país, que no concebiría su vida sin Lorca y se enciende al hablar de los problemas de España. Su viaje iniciático a la península fue en 1957, se instaló definitivamente en 1978 y desde 1984 es ciudadano español de pleno derecho. Un pleno derecho que se empeña en recordar cuando reivindica su libertad a la hora de opinar sobre el país.
Más allá de la mesa, un gran ventanal orientado hacia el oeste inunda la estancia con un gran chorro de luz que planea sobre los anaranjados tejados del barrio. Reconoce que era importante tener un piso con buenas vistas para ver a los pájaros, "justo ahora estamos en época de Vencejos", explica mientras revela su pasión por la ornitología. Una afición que queda patente durante la lectura de Un carmen en Granada, con el que acaba de ganar el XXXV Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias.
El último libro de Ian Gibson, el de su vida, es una gran confesión catártica, un doloroso regreso a una infancia marcada por el estricto puritanismo de una familia metodista, la incapacidad para conseguir el afecto de su madre y un contexto social opresor en la Irlanda de los 50. Pero también es la historia de liberación de un hombre apasionado y curioso, que encontró en las vidas de los grandes poetas la mejor forma de justificar la suya. En sus memorias, el hispanista irlandés recorre el camino que lo ha llevado a ser, con mayúsculas, el biógrafo de Lorca.
Pregunta. Ha sido el biógrafo de los grandes poetas españoles, pero en este libro la historia que se cuenta es la suya. ¿Cuesta más escribir la historia de los demás o la propia?
Respuesta. Ninguna de las dos es fácil, la autobiografía debería de ser más fácil para un tipo honrado pero es difícil contar ciertas intimidades y también es difícil encontrar documentación. Yo, por ejemplo, sobre mi infancia no tenía mucha. Encontré algunas cosas, pero no sabes si te puedes fiar de tu propia memoria, porque la memoria tergiversa. Ambos son difíciles, pero yo quería saber cómo he llegado a ser biógrafo de Lorca. ¿Cómo he llegado a ser autor de biografías sobre españoles desde mi familia protestante puritana en Dublín? Quería indagar sobre mi propia vida, el sufrimiento de mi familia, el matrimonio malavenido de mis padres, el sentirse rechazado como niño. Siempre he querido ser algo en la vida, no lo oculto. Quería hacer algo grande porque yo era el segundón mientras la niña de los ojos de mi madre recibía toda la atención. Yo quería ocupar su puesto, ser el número uno.
P. En el documental Donde acaba la memoria, decía: "No tengo ganas de que nadie de mi pasado, nadie, cuente la verdad cuando hace una autobiografía".
R. No quiero que nadie haga mi libro, al igual que tampoco quiso Salvador Dalí que nadie hiciera su biografía, por eso hizo la su propia, silenciando todo lo necesario. Lo mismo que Buñuel. Suelen ocultar muchas cosas. Por ejemplo, Buñuel oculta el hecho de la homosexualidad de su hermano menor. No lo menciona y era notorio en la residencia de estudiantes. El hermano de Lorca, Francisco, en su libro Federico y su mundo, del año 80, no menciona la homosexualidad.
Hay en mí un sentimiento de haber traicionado a mi familia
P. Usted sin embargo incluye detalles bastante íntimos en la suya, ha perdido ese pudor a la hora de bucear en sus memorias
R. He perdido un poco de pudor, alguien me dijo el otro día que esto iba a ser una especie de catarsis, de momento no lo ha sido tanto. Creo que ha mejorado un poquitín desde hace 11 días, cuando se publicó el libro. Hay en mí un sentimiento de haber traicionado a mi familia al contar lo que cuento de aquel matrimonio infeliz protestante sin salida posible, sin divorcio, la homosexualidad de mi hermano. Tengo la sensación de haber como traicionado, tengo pesadillas, algo ha removido mi subconsciente.
P. ¿Qué significa haberse criado en una familia protestante metodista?
En el siglo XIX los metodistas rompieron los anglicanos, para ser mucho más puritanos, sobre todo por temas del alcohol. Pero los anglicanos sí tenían cultura, es una iglesia culta, con catedrales góticas, maravillosas vidrieras, artistas, donde cabe la realeza, como en el catolicismo. Pero para los metodistas todo tiene que ser sombrío y gris. Sus templos no tienen ornamentación, no tienen liturgia, apenas hay música. Es una religión que no tiene ninguna gracia. No hay nada que los salve de su banalidad. Por eso siento haber traicionado a mi familia, por eso no podía escribir mis memorias en inglés, porque los enfadaría o los heriría.
P. Llama la atención que usted realizara un camino a la inversa del que se realizaba aquí para buscar libertad, desde aquí se tenía a las islas británicas como el paraíso y usted vino a liberarse a un país gobernado por un dictador.
R. Siempre he vivido huyendo hacia Europa, me di cuenta de que mi vocación era europea y que no podía seguir en Irlanda. Mientras muchos españoles llegaban a Irlanda a aprender inglés porque sus padres creían que siendo un país católico no les pasaría nada y ellos lo pasaban en grande. Pero la década de los 50 en Irlanda estuvo dominada totalmente por la Iglesia Católica y con un arzobispo en Dublín terrible. Los católicos no podían ir a Trinity College porque era una fundación protestante. La idea era prohibir y proteger a nuestra gente contra los malditos ingleses ateos y James Joyce. El Ulises estaba prohibido, yo solo conseguí un ejemplar en el año 57 bajo cuerda y me abrió los ojos. Joyce era un proscrito y hoy es el héroe nacional. Empecé a leerlo y me di cuenta de que había todo un mundo que yo desconocía, sentí la necesidad de escaparme de Irlanda yendo hacia Europa como él, como Beckett o Wilde, como tantos que no aguantaron porque Irlanda es demasiado estrecha. Todo esto es lo que yo quería contar, porque ha sido para mí una aventura quijotesca.
A veces me dice algún facha en la calle: "vosotros los ingleses (siempre ingleses) siempre estáis aquí criticando. ¿Si no os gusta, por qué no os vais a vuestra mierda de país?"
P. ¿Qué le ha dado España?
R. Le agradezco profundamente mi vocación. Sin mi vocación biográfica, empezando con Lorca, no concibo mi vida. Le debo mucho a este país y a su cultura. Tengo la nacionalidad desde el año 84 y por eso también tengo pleno derecho a expresar mis opiniones. A veces me dice algún facha en la calle: "vosotros los ingleses (siempre ingleses) siempre estáis aquí criticando. ¿Si no os gusta, por qué no os vais a vuestra mierda de país?" Pero yo considero que yo tengo pleno derecho a decir lo que pienso, puesto que soy hispanista de toda la vida. He meditado mucho sobre aspectos de este país. Amo a este país, pero no me satisface la situación actual y tengo derecho a decirlo, es mi obligación moral decir lo que pienso.
P. De hecho, yo soy de los que piensa que una visión externa siempre puede aportar una perspectiva distinta y valiosa.
R. Creo que por lo menos se puede tomar en consideración. Puede ser útil una crítica. Hay mucho que avanzar, y sería más fácil si la derecha fuera un poco más magnánima y practicara un poco más la religión que dice practicar, aquella cuyos preceptos básicos son el de amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo. Y si no quieres amarlo, respetarlo. Pero no admiten que vienen del franquismo, no admiten que el franquismo fue un régimen criminal en su raíz y en su práctica. Algo que sería, a estas alturas, facilísimo admitirlo y asumir que tenemos la obligación de ayudar a los vencidos a localizar los huesos de sus padres, como hicimos nosotros con las víctimas de los rojos.
P. Ha comentado antes que James Joyce estuvo prohibido en los 50 y ahora es héroe nacional. Aquí nosotros matamos a Lorca directamente y ahora sí que es más o menos héroe nacional, pero sí que sigue dando un poco de de cosa como hablar de su muerte o de buscar sus restos.
R. El problema sigue candente porque la familia no ayuda a aclarar nada. Es muy bochornoso que el desaparecido más amado, llorado y admirado del mundo esté todavía en paradero desconocido. Esto me duele mucho, pero me duelen todos los muertos de España. Por ejemplo, lo que hemos visto con la fosa de Pico Reja en Sevilla, es espantoso, pero por lo menos ahora se han hecho las exhumaciones y la gente ha visto lo que hay. Esto no lo están inventando los rojos, esto no lo está inventando Pedro Sánchez, esto es una realidad y hay miles más. Tener a Queipo de Llano fuera de la Macarena me parece un gran alivio. Lo que hace falta es investigación, sin venganzas. Nadie está pidiendo venganza, la gente está pidiendo justicia. Por eso yo estoy plenamente convencido de la importancia de la memoria histórica y hago lo que puedo para apoyar este movimiento, porque me parece fundamental para que este país sea el gran país que es en potencia.
P. ¿Puede que la derecha lo sienta como una venganza porque se sienten directamente aludidos?
R. Están directamente aludidos porque niegan la evidencia, vienen de 40 años bajo una dictadura donde había muchísimo miedo. Los abuelos no hablaban de lo que habían vivido, no decían ni pío porque era peligroso. Los niños crecieron sin saber nada, intuyendo algo, pero sin explicaciones. Y todo esto cada vez más profundo, por lo que toca a las clases dirigentes. Son 40 años de desinformación, con la censura de los libros que entraban, que se publicaban. Cuando yo publiqué mi libro sobre las matanzas de Paracuellos tuve la gran satisfacción de que Ricardo de la Cierva, que era el ministro de Cultura, el historiador oficial del franquismo, tuvo el detalle de decir que yo había hecho un libro muy objetivo dentro de mis posibilidades. No mentí ni inventé nada, todo estaba basado en datos a mí solo me interesa la verdad de lo ocurrido. Confrontar la historia como fue, como pudo haber sido.
Sin los hispanistas extranjeros en general, la cultura española sería más pobre
P. Esa objetividad precisamente puede venir antes desde fuera que desde dentro, donde las heridas aún no se han cerrado.
R. Sin Gerald Brenan, Richard Ford en el siglo XIX y muchos más, sin los hispanistas extranjeros en general, la cultura española sería más pobre. Ellos vinieron aquí atraídos por distintos factores como la presencia de Islam en Occidente, la Alhambra, el Generalife, la Giralda, esas cosas. No entendían cómo es posible que España fuera tan fascinante, yo creo que es el país más complejo de Occidente precisamente por su mezcla de culturas. Una mezcla que no reconoce la derecha, porque ellos quieren tener la sangre limpia. La obsesión con la sangre limpia ¿de qué?, de sangre judía y hebrea. En el caso de Abascal, si se mira en el espejo verá que viene del otro lado del estrecho y no hay nada en contra. Yo no tengo nada en contra, todo lo contrario. Yo creo en la mezcla y todos somos una mezcla. Y muchos harían bien en hacerse pruebas de saliva para ver de dónde vienen. España es el país más complicado de Occidente porque todo es capa sobre capa de culturas y no hay nadie capaz de conocerlo todo. ¿Quién conoce España en su totalidad? Nadie. Todo eso me parece fantástico y un orgullo porque convierte a España en un país único.
P. ¿Nos negamos la posibilidad de conocer nuestra historia?
R. Sí y no hay ninguna vergüenza de eso. A no ser que tú consideres que la mezcla de sangre es un crimen. De modo que todo esto yo lo veo como una enorme riqueza que habría que aprovechar y gozar sin problemas. Y hacer de esto un paraíso.
En la agenda secreta del PP hay nostalgia por el anterior régimen
P. ¿Es ese miedo al pasado lo que nos impide culminar una transición limpia?
Claro, la Transición no supuso ningún cambio radical y la derecha se aprovechó de eso, no hay cambios en la judicatura, en la policía, en la estructura del Estado y muchísima gente siguió como antes. No hubo ruptura. Tal vez no pudo haber ruptura. ¿Quién soy yo para juzgarlo? Pero Felipe González ha admitido en un libro de conversaciones con Cebrián que podían haber hecho más, pero no lo hizo por miedo al Ejército. Pienso que, sobre todo después de lo de Tejero era el momento de quitar los símbolos franquistas. No se pudo hacer una ruptura con lo anterior y muchas cosas continuaron, entre ellas la actitud de la derecha, que les favorecía, claro. Durante la Transición, la izquierda hizo concesiones muy valientes, concesiones para facilitar el proceso. Por eso, yo lo que echo en falta es que el jefe de Estado sea capaz de hacer una crítica de forma pública del franquismo. El jefe de Estado tendría que poder decir que aquel régimen fue un régimen criminal, pero no lo hace. Todos los políticos tienen una agenda secreta y en la agenda secreta del PP hay nostalgia por el anterior régimen. Existe entre las derechas del país en general, nostalgia de la dictadura.
P. Para no terminar hablando de política, ¿cómo espera ser recordado Ian Gibson?
No sé si me recordarán, pero quisiera creer que se pensará en mí como una persona que realmente amaba a este país y deseaba lo mejor para este país. A mí me gustaría que se alcanzara una España en paz, culto y dialogante al estilo Machadiano, escuchando al otro sin rencor y sin agresividad.
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