Son dos modos de evocar, a trazos o a palabras. Una y otra pueden funcionar, pero no siempre se pueden alternar. Hay sentimientos, instantes, escenas que la pintura es capaz de mostrar y que las palabras no fluyen como para poder hacerlo. En ocasiones sucede lo opuesto. El lápiz, el pincel, no logra trasmitir como la escritura. Le ocurre con frecuencia a Lynette Yiadom-Biakye (Londres, 1977), “escribo sobre lo que no puedo pintar y pinto lo que no puedo escribir”, asegura para referirse a su doble condición de escritora y pintora.
De padres ghaneses, esta artista muestra desde hoy una de sus dos facetas, la de pintora de lienzos de carboncillo y color, en una exposición que acoge hasta el próximo 10 de septiembre el Museo Guggenheim de Bilbao, “Lynette Yiadom-Boakye, ningún ocaso tan intenso”. Se trata, junto a Cristina Iglesias, de la autora más joven a la que la pinacoteca ha dedicado una exposición a lo largo de sus 25 años de historia.
A sus 46 años, Lynette exhibirá sólo una parte de su extensa obra. Se trata de 70 cuadros pintados en su mayor parte durante los tres últimos años y en los que la pandemia y el confinamiento al que obligó ha determinado el ritmo y sentido de parte de sus trabajos. Yiadom-Boakye también contará con un espacio dedicado a la literatura y en el que además de alguno de sus relatos se incluye una zona de lectura con obras de algunos de sus autores preferidos: James Baldwin, Ted Hughes, Zora Neale o Tony Morrison.
Un recorrido que abarca tres salas del Museo que además se podrá realizar conectado a su ‘playlist’ de música favorita y con la que se inspira para pintar. Es un modo de navegar por el “lenguaje de emociones” que la autora quiere mostrar en sus lienzos. Se trata de trabajos con escenas evocadoras centradas en escenas cotidianas de felicidad, camaradería y soledad siempre con personajes ficticios, imaginados en su mente, y sobre fondos teatrales. Imágenes en las que no faltan otros elementos de vida, además de los hombres y mujeres de color que retrata en primer plano, como los gatos, los zorros, los búhos o los perros.
Un viaje de emociones
El objetivo de Lynette es provocar en el espectador un viaje para adentrarse en los relatos imaginados que pueda suscitarle la escena, abierta siempre a interpretación de quien observa, una invitación a imaginar qué esconde cada una de las escenas.
Son pinturas espontáneas que relegan la técnica en favor de la imaginación y la espontaneidad a la hora de pintar. La muestra combina obras sobre lienzo y otras realizadas en papel. Cuadros en algunos casos de más de dos metros de altura que combinan el retrato vertical con la escena horizontal. En ese viaje a la imaginación y la evocación de las escenas el título de las obras suponen un punto de partida que ayuda al espectador, “los títulos son una pincelada más de los cuadros”, asegura Lekha Hileman, comisaria de la muestra. “Divino reposo”, “corriente del éxtasis”, “laberinto” o “Acoger a los ungidos” son algunos de los evocadores títulos de los cuadros que se podrán ver hasta el mes de septiembre.
En el acceso a una de las salas el visitante se encuentra ante una de las propuestas poéticas de la autora: “Ningún amanecer asegura que el sol te deslumbrará los ojos y ningún ocaso es tan intenso que el búho no llegue a despertar”.
Personajes imaginados
Durante la presentación de la exposición, la autora aseguró que no existe una temática que centre sus trabajos sino que es fruto de la improvisación y el sentimiento en el momento de pintar. Todo parte de sus recuerdos, de su memoria que intenta plasmar en personajes imaginados, a menudo incluso sin una identidad de género clara. Entre los 70 cuadros de la exposición priman las parejas que se relacionan, en muchos casos con apariencia de hombre, pero que no necesariamente lo son.
La exposición estaba prevista para el año 2020 pero la pandemia obligó a suspenderla. La idea de una retrospectiva se abandonó en favor de una muestra de los tres últimos años de su trabajo. Se trata por tanto de obras que se exponen por primera vez y que comparten exposición con las muestras que ahora tiene en marcha el Guggenheim dedicadas a Joan Miró y a Oskar Kokoschka.
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