La Feria del Libro de Madrid es la gran cita literaria del año en nuestro país. Un evento sinigual en el que convergen una diversa pluralidad de libreros, editores, escritores y, sobre todo, lectores. Todo ello, en un primaveral parque del Retiro que funciona como un oasis cultural en medio del barullo urbano de la capital. Del 26 de mayo al 11 de junio, la Feria celebrará su 82ª edición, pero los preparativos, tanto para organizadores como participantes, comenzaron hace tiempo.
Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo son los creadores de Dos Bigotes, editorial que fundaron hace nueve años y que se estrenó en la pasada edición de la Feria. Una experiencia que, para muchas pequeñas y medianas editoriales como la suya, sirve como un auténtico "balón de oxígeno para sobrevivir el resto del año", además de ser un gran escaparate para darse a conocer a un público potencialmente impensable de cualquier otra forma.
Lo hicieron compartiendo caseta con otras dos editoriales independientes, la sevillana Barrett y la bilbaína Consonni, y así querían repetir este año. Sin embargo, sus intenciones se tambalearon cuando el nuevo reglamento dejaba fuera a una de ellas, Barrett.
La semana pasada trascendió un comunicado de 70 editoriales protestando por el reparto del espacio tras el cambio del reglamento. Aunque la organización seguía manteniendo el mínimo para participar en 25 "títulos vivos", el corte que garantizaba un sitio en caseta ascendía a 80. Para aquellas que no llegaban al nuevo límite se anunció la creación de un «espacio común» que podrían ocupar uno de los dos fines de semana de la Feria, ampliando así la posibilidad de que editoriales más pequeñas tuvieran su lugar, aunque solo fueran unos días.
Finalmente, tras un tedioso proceso de reuniones y negociaciones con la organización, se acordó suprimir ese bloque común, reorganizar casetas en el espacio central y, gracias a las nuevas asociaciones entre editoriales y librerías, se consiguió acomodar a todas aquellas que en un principio se quedaban fuera. En el caso de Dos Bigotes, irán con la librería Berkana, mientras que Consonni lo hará con los editores de Las Afueras y Koan.
El conflicto parecía haberse solucionado felizmente para todos, sin embargo, Barrett, tras liderar el comunicado de protesta, persistió en su idea de no participar. "Nosotros tomamos la decisión porque en este momento podíamos hacerlo, a lo mejor el año que viene no es así y tenemos que pasar por el aro", explica Manuel Burraco, editor jefe de Barrett.
En la editorial sevillana reconocen que se trata de una "reivindicación de ricos", ya que la Feria supone para muchas editoriales un ingreso del que no pueden prescindir. "El enfado viene de que al principio el reglamento era inamovible, que era imposible reunir a la comisión para votar, pero cada día y cada mes se cambiaba, parecía que las trabas se ponían solo a las editoriales pequeñas", se queja Burraco.
Desde Consonni también inciden en lo confuso y agotador que ha sido el proceso, aunque valoran la voluntad dialogante de la Feria para alcanzar acuerdos. En Dos Bigotes afirman sentir una mezcla de pena, alegría e incertidumbre. "Pena por no poder ir a la Feria con quien fuimos el año pasado, alegría porque un gran número de editoriales hayan podido venir en mejores condiciones de las que se esperaban e incertidumbre porque si la tendencia sigue siendo aumentar el número de títulos mínimos para compartir caseta el problema se va a repetir en 2024".
El editor jefe de Barrett argumenta que lo que ha ocurrido este año es el reflejo del "tipo de Feria que quieren fomentar" y que, a pesar de haberse solucionado de manera puntual, el malestar sigue siendo generalizado al ver que, "con los actuales ritmos de producción, las editoriales de pequeño tamaño van a ir desapareciendo de la feria de Madrid".
Por su parte, Eva Orúe, directora de la Feria del Libro de Madrid, afirma que su voluntad con todos los participantes es colocarlos lo más parecido posible a lo que ellos quieren y a cuantos más mejor. "Al final todo depende del espacio que podemos ocupar y el número de solicitudes que recibimos. Es algo con lo que tenemos que trabajar, porque las librerías son solo de la Comunidad de Madrid, pero pueden participar editores de toda España". El problema, insiste, es la conformación del espacio. "Durante todo el proceso el terreno se va moviendo bajo nuestros pies. Eso tiene un inconveniente y es que hay mucha incertidumbre, pero también tiene la ventaja de que somos mucho más flexibles de lo que puede parecer".
La directora de la Feria del Libro reconoce que se trata de una cita muy especial para los pequeños editores, pues en muchos casos supone el 20% de su facturación anual, aparte de funcionar como un multitudinario escaparate. "Una editorial que tenga 26 títulos en catálogo, tiene un metro de mostrador, mientras que una editorial que tenga 799 tiene 3 metros de mostrador, a mí me parece que eso es un factor de corrección importante". Orúe se apoya en los datos para defender la voluntad de la Feria por favorecer un mejor reparto para las pequeños y medianos editores. "Los grandes grupos representan en la feria en el 5,8% del total de casetas y el 8,4% de las casetas de editoriales".
El análisis debe ir más allá de la Feria
Más allá de las rencillas que puedan haber surgido este año, todos coinciden en que este episodio es el reflejo de un mercado editorial marcado por la sobreproducción. "Este asunto requiere una reflexión más profunda -apuntan desde Dos Bigotes-, te vas a cualquier librería y los libreros se quejan de lo muchísimo que se publica para el número de lectores que hay, ahí está el caballo de batalla y donde hay que incidir".
María Mur, directora de Consonni, remarca que lo que ha ocurrido en la Feria del Libro es solo "la punta del iceberg" y asegura que el análisis debería dirigirse hacia una sistema capitalista y patriarcal que promueve este tipo de tendencias, resaltando la importancia de mantener una sana diversidad de relatos para la que siempre será imprescindible el papel de las editoriales independientes.
Manuel Burraco de Barrett acusa una falta de unidad en los gremios que se traduce en la carencia de herramientas para buscar una solución. "Desde las librerías reciben cientos de novedades a la semana y tienen que hacer un trabajo con bisturí para seleccionar los libros que acaban en sus estanterías. Por otro lado, el gremio de libreros, que está en la comisión, sigue votando que entren por cantidad de libros. Se quejan de la sobreproducción pero siguen fomentándola. Esto pasa en todas las ferias, no solo en la de Madrid".
Eva Orúe es consciente de que la sobreproducción es uno de los grandes motivos de queja por parte de los pequeños y medianos editores, pero considera que no es responsabilidad de la Feria cambiar el sistema editorial español, "eso le corresponde a los propios editores".
Independientemente del papel que pueda tener un evento tan señalado como la Feria del Libro de Madrid en la tendencia del mundo editorial, este suceso ha evidenciado un problema por el que muchas voces comienzan a alzarse. La amenaza de monopolio por parte de los grandes conglomerados y la dificultad para que editores independientes mantengan relevancia en un mercado cada vez más saturado incita a una reflexión sobre el devenir de una industria que edita cerca de 90.000 libros al año.
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