Una orgullosa y cálida sonrisa de felicidad parece haberse instalado de forma permanente en el rostro de Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, Girona, 1983). La razón se encuentra entre sus manos, es el formato físico de su último álbum, Toda la vida, un día (Sony Music). "Lo vi ayer por primera vez y ya ves la sonrisa que me sale" dice mientras muestra ilusionada las ilustraciones que contiene el interior del álbum. Pérez Cruz, que recibió el Premio Nacional de las Músicas Actuales en 2022, reconoce sentirse muy contenta con el resultado final del artefacto en el que se recoge un gran trabajo musical y visual.
El concepto de un disco como Toda la vida, un día explora un ambicioso viaje a través de las cinco etapas de la vida. Aunque, como suele ocurrir con las grandes obras de arte, el concepto llegó algo más tarde que la propia composición. "Comencé en el confinamiento, que son las canciones del primer movimiento. Luego hay un momento clave, a mitad del proceso, que es cuando escribo una canción a Liliana Herrero, una cantora argentina maravillosa, que da nombre al disco. Ahí me doy cuenta de que el disco es una vida entera y empieza a ponerse todo en su lugar, agrupando temas que ya tenía y componiendo los nuevos".
Aparte de la cantora argentina, también colaboran en este disco grandes nombres de la canción como Juan Quintero, Natalia Lafourcade, Carmen Linares, Pepe Habichuela o Salvador Sobral.
Infancia, juventud, madurez, vejez y renacimiento, cinco movimientos que reflejan el recorrido circular de la vida. Cada uno de ellos presenta una ilustración y un color asociado, tanto visual como musical. "El primer movimiento estaba claro desde el principio que era el amarillo, muy luminoso y reconfortante, es como un abrazo. Musicalmente las letras son amables, hay cuerdas, guitarras y la sonoridad es muy estable".
A esta primera etapa pertenece La flor, una canción que pasa de la belleza al dolor de una forma casi imperceptible, como ocurre cuando somos niños, que nos cuesta identificar el sufrimiento, o por lo menos entenderlo. "El dolor en la infancia es algo que nos repercute tanto... Es muy importante hablar con los niños de eso. Expresar ese dolor, darle un sitio, que entiendan que no siempre está todo florecido, hay momentos en los que no hay nada, de espera. No estoy reivindicando el dolor, pero sí veo importante aprender a nombrarlo, porque si te sobreprotegen mucho luego no tienes herramientas para reaccionar a ello, o si no ves a tus padres mostrar fragilidad, acabas idealizando cosas que luego se van a romper".
A la estabilidad de la infancia se contrapone el caos de la juventud, un espacio en el que la catalana quería representar esa búsqueda de romper con lo anterior, utilizando sonoridades nuevas, sintetizadores, autotune, mezclando grabaciones en estudio y en directo para condensar ese pequeño desorden necesario para crecer. "Al principio le puse el color rojo por la pasión, pero luego me di cuenta de que sonoramente era más azul y tenía más que ver con la inmensidad de perderse en el mar", aclara la de Palafrugell.
"El tercer movimiento es verde, he querido reivindicar la intimidad con dúos despojados de sonoridades nuevas, guitarra y voz, el tú a tú, un café con el amigo". Cuenta Pérez Cruz que la madurez es el momento en el que se prescinde de tanta novedad y extrañeza, cuando "quieres cuidar lo que sabes que te hace bien".
Una madurez de la que termina despidiéndose en el álbum con la Mi última canción triste (en colaboración con Natalia Lafourcade). La artista catalana bromea diciendo que es como una declaración de intenciones. "Ya sé que no será la última, las canciones tristes ayudan a limpiar, no es que sufras, al revés, en una canción triste hay una voluntad de tirar para adelante, no son para quedarse ahí". Pérez Cruz habla de la madurez como una etapa en la que ya se ha detectado lo que a uno le hace mal y es capaz de separarse de ello. "Esa canción -explica- es un recuerdo a eso de regar las flores que te hacen bien, flores que simbolizan personas, momentos, actividades...".
Para la artista catalana la vejez está representada por el peso, la lentitud de un cuerpo que tiene más tiempo para mirar hacia lo que le rodea. En este caso, la compositora ha buscado un sonido más profundo y clásico. "Ese movimiento lo hice ya sabiendo que iba a ser Toda la vida, un día y quería hacer esa transición que se va apagando, al mismo tiempo que reivindicaba la belleza de la sabiduría, la poesía de saber cómo decir las cosas".
Apostando por un mensaje de esperanza, el álbum acaba centrándose en ese renacimiento que llega después de las cosas que se terminan. Un movimiento que Pérez Cruz ha querido asociar al color rojo, "es el latido, la sangre, la vida". Para ello, la catalana centra la música en la percusión y la voz, "se trata del movimiento más alegre, el más rítmico y con la idea del renacimiento también explico esa circularidad de que todo sigue".
En una canción triste hay una voluntad de tirar para adelante, no son para quedarse ahí
A este último movimiento pertenece la canción Nombrar es imposible, una canción que la de Palafrugell escribió pensando en el rapero puertorriqueño Residente. "Me llegó un mensaje de Residente que decía que le gustaba lo que hacía y le contesté diciéndole que a mí me gusta también mucho lo que hace él. A partir de un poema de Pablo Messiez, me puse a componer una canción para que él pudiera rapear y le mandé la primera parte grabada en el móvil, que aparece al principio. Empezamos a trabajar, pero justo me fui a hacer una gira por Latinoamérica y no nos pudimos juntar para grabarlo. Pero ya hemos quedado en hacer otra cosa".
Cuestionada sobre si se ve cercana a la música urbana, Pérez Cruz responde que para ella la música es todo y no piensa en los estilos con esa distancia, "creo que hay calidad y desastres en todos los estilos. Si encuentro una persona que lo hace desde un sitio en el que yo vibro también, me parece maravilloso".
Y es que es cierto que desde que empezó, es difícil clasificar el trabajo de Sílvia Pérez Cruz según un canon clásico. Jazz, flamenco, folk... a la compositora no le obsesionan las etiquetas, siempre ha sabido moverse con cierta independencia, reivindicando la libertad creativa y la dedicación de un tiempo para cada cosa. Por eso no se deja apabullar tanto por el qué dirán, por eso mantiene su esencia, por eso se puede permitir sacar un disco como Toda la vida, en un día.
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