En mayo de 1961 el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza adquirió en la subasta 36 del Stuttgarter Kunstkabinett su primera obra expresionista (Joven pareja, 1935 de Emil Nolde), revolucionando así una colección familiar tradicionalmente enfocada en el arte clásico. 62 años después, su hijo Borja vuelve a encomendarse a la misma corriente que fascinó al barón, para hacer de André Butzer (1973, Stuttgart, Alemania) el primer paladín de una nueva etapa en el museo que inauguró su padre.
Para ello, el Thyssen de Madrid ha creado un nuevo espacio expositivo de unos 400 metros cuadrados en la primera planta, que dedicará a exposiciones de arte contemporáneo, más allá de las organizadas por la fundación TBA21, dirigida por Francesca Thyssen-Bornemisza. "Queremos hablar de pintura viva, revitalizar la colección, aportar contemporaneidad y actualidad. Las colecciones históricas, cuando no se renuevan terminan perdiendo", ha explicado Guillermo Solana, director del museo y comisario de la retrospectiva sobre Butzer.
De esta forma, se hace hueco en la institución a una nueva generación de coleccionistas, la de Blanca y Borja Thyssen, dando continuidad a la muestra inaugurada el pasado mes de octubre dedicada al hiperrealismo. "Estamos conectando con lo que el barón hizo hace 62 años cuando se enamoró de los expresionistas alemanes en Stuttgart", indica Solana. Según el director del museo, el gesto de Borja de elegir a André Butzer es una muestra de la voluntad de rendir tributo a su padre.
Esta exposición monográfica es la primera retrospectiva dedicada al artista alemán fuera de su país. Una apuesta relativamente arriesgada teniendo en cuenta que se trata de un pintor que acaba de cumplir 50 años y apenas 30 de carrera.
La muestra reúne una selección de 22 obras, realizadas entre 1999 y 2022, que resumen la riqueza de una estilo difícilmente clasificable. A lo largo de este recorrido, es posible ver cómo Butzer experimenta con las texturas, el color y la luz en las distintas etapas de su carrera.
Entre ellas se encuentran dos obras recientemente incorporadas a la Colección Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza: Aladin und die Wunderlampe, 2010 [Aladino y la lámpara maravillosa] y Sin título, 2022. Esta última pintada ex profeso para la exposición en un homenaje a Kirchner y su retrato de Fränzi ante una silla tallada (1910).
Partiendo de un expresionismo figurativo complejo e híbrido, el alemán aprende a fluir través de laberintos abstractos, llegando a cancelarse a sí mismo en el vacío, para volver a empezar de cero. Es entonces cuando encuentra una nueva figuración inspirada en el cómic.
Solana define al pintor alemán como un "Kirchner del futuro, muy proteico, y cambiante". Butzer por su parte reconoce que "cuando era joven pensaba en el expresionismo como una máquina en perpetuo funcionamiento, con la que podía conectar con elementos de creación, pero también de destrucción".
En ese primitivo expresionismo de ciencia ficción que él mismo acuñó para llegar a la gente de su tiempo, se sirve de oscuros tonos metalizados inertes donde el color parece protestar por su sitio. Inspirado por temas mortuorios y con un aire naif, Butzer oscila entre ambos extremos de la vida, aprovechando la inocencia creativa y libre para hablar de degradación, muerte y final. A través de esta retrospectiva es posible observar cómo, tras una una simplificación hacia la abstracción, el artista se reinventa dejando a un lado ruido y color en favor de un monopolio formado por negros y grises. Para finalmente explotar un cromatismo más limpio y luminoso, enfocándose en la simplicidad para aclarar su mensaje, tal y como puede verse en sus últimos trabajos.
El grosor de la pincelada, el exceso de pigmento y la sensualidad de sus texturas representan algunas de las claves en la pintura del alemán. Igual que las temáticas se sirven de las referencias a la cultura pop (cómic, grafiti), la inquietante gestualidad de rostros semi-humanos y la creación de nuevos mitos.
El arte Butzer, al igual que el de sus compatriotas de principios del siglo pasado, parte de los sentimientos más profundamente primitivos del ser humano. Sus cuadros reflejan emociones que conectan directamente con las entrañas, generando horror y belleza, gusto y aprensión. Una sugerente mezcla de sensaciones que han hecho que el Thyssen lo haya elegido para ser el primero de lo que promete ser una nueva tradición de "artistas vivos" en sus paredes.
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