La historia de la humanidad está repleta de genios incomprendidos, artistas adelantados a su tiempo o tipos con mala suerte que acabaron por desistir en una desesperante carrera contra sí mismos. En el capítulo de los escritores malditos, John Fante (1909-1983) fue uno de esos descarriados perdedores que vieron frustrada la recompensa de su talento. Autor visceral, maestro de la sencillez y padre bastardo del realismo sucio, su prosa ha marcado irremediablemente la literatura posterior a la segunda mitad del siglo XX.
Este mes de mayo se cumplen cuatro décadas de la muerte de Fante, pero el eco de su influencia aún resuena entre aquellos que descubrieron con entusiasmo el tesoro de su escritura. De hecho, hace menos de un año se publicó en España, Hambre (Anagrama), una recopilación de dieciocho relatos de su juventud rescatados por su biógrafo de un cajón olvidado. Este escritor maldito pasó de ser un irrelevante novelista reconvertido a guionista de Hollywood, a ser uno de esos autores de culto cuyos nuevos hallazgos son celebrados con auténtica devoción.
Frente a la intelectualidad grandilocuente y trascendental de algunos contemporáneos como Faulkner, Hemingway, Scott Fitzgerald o Steinbeck; Fante escribía desde una honestidad desnuda y real, con una prosa valientemente desvergonzada, asumiendo sus contradicciones en el sinsentido de la vida sin temer el ridículo. Unas características que no fueron valoradas hasta los años 70, cuando el mundo editorial se empezó a fijar en autores como Raymond Carver y, sobre todo, Charles Bukowski.
John Fante, el descubrimiento
La literatura norteamericana, al igual que el resto de sus artes, fueron contagiadas por esa crisis del progreso que abonó el nacimiento del punk. El hombre debía aprender a mirar a sus miserias, desconfiar del futuro y confrontar con realismo, el fracaso del movimiento hippie de los 60 y el idealismo vacío del American Way of Life. Fue ese el momento en el que un escritor como Fante comenzó a ser reconocido y no fue otro que el escritor del momento, Bukowski, quien se encargó de recordarlo al mencionarle como una de sus más importantes influencias.
"Un día saqué un libro, lo abrí y allí estaba. Me quedé parado un momento como un hombre que ha encontrado oro en el vertedero. Las frases fluían fácilmente por las páginas como una corriente. Cada línea tenía su propia energía y era seguida por otra similar, y la sustancia real de cada línea daba forma a la página. Una sensación de algo esculpido en el texto. Por fin un hombre que no temía la emoción. Humor y dolor mezclados con soberbia sencillez. El comienzo del libro fue un milagro gigantesco para mí y supe mucho antes de terminarlo que aquí había un hombre que había cambiado la escritura. El libro era Pregúntale al polvo y el autor era John Fante. Influiría en mi obra durante toda mi vida". Charles Bukowski
Si lo que escribo es bueno, entonces lo leerá la gente. Un autor pone el corazón y las entrañas en cada página. Para que lo sepas, una buena novela puede cambiar el mundo.
John Fante
Sería un error decir que Fante no alcanzó la gloria en vida, pero también conviene recordar que no llegó en su mejor momento y su marchitado estado de salud hizo difícil su digestión. Gracias al empeño de su afamado discípulo, John Martin, editor de Black Sparrow Press, reeditó a finales de los 70 la que ha sido considerada su mejor novela, Pregúntale al polvo, prologada por el propio Bukowski. El problema es que para entonces la destructiva mezcla de la diabetes y el alcoholismo ya habían hecho del veterano escritor, ya retirado, un hombre ciego y mutilado (tuvieron que cortarle ambas piernas).
Arturo Bandini, un Enfant terrible de los suburbios
Sus libros tienen un marcado carácter autobiográfico, en ellos, ese icónico álter ego llamado Arturo Bandini es capaz de mostrar sin ningún reparo sus miserias y miedos más inconfesables, permitiendo al lector hablar de tú a tú con la novela. Arturo es un muchacho con prisa por descubrirse a sí mismo, víctima de esa frustración que todos hemos experimentado cuando nos acercamos a eso que se conoce como la madurez. Un aspirante a escritor, pobre e incomprendido, obsesionado con las mujeres y la literatura (sobre todo con su querido Dostoievski), cuyo cinismo protege celosamente su vocación. Un Enfant terrible de los suburbios de imaginación desbordante y talento desconocido.
Bandini es el protagonista de tres novelas de juventud (Camino de Los Ángeles, Espera a la primavera Bandini y Pregúntale al polvo), y una cuarta a modo de conclusión dictada, por culpa de su ceguera, a su mujer Joyce (Sueños de Bunker Hill). Mientras, la saga de los Molise representa ese otro álter ego más maduro y erosionado por los años, que busca en sus orígenes, concretamente en la figura de su padre, el germen de su desgracia (La hermandad de la uva, Al oeste de Roma y Un año pésimo). Completan su bibliografía Llenos de vida y los recopilatorios de relatos El vino de la juventud y el ya mencionado Hambre, todos ellos editados en España por Anagrama. Una no muy extensa producción lastrada por los fracasos comerciales y su malograda incapacidad para destacar, relegando su escritura a la redacción de guiones de cine como forma de sustento.
Irónico y descarado, con una más que destacable economía del lenguaje y una impúdica capacidad para expresar la crudeza de sus sentimientos, Fante se ha convertido con los años en uno de los grandes escritores del siglo pasado. Un hombre que perdió tantas veces que, cuando alcanzó el ansiado reconocimiento, ya había sido desahuciado. Sin embargo, antes de morir, al menos pudo saber que la ignominia y el olvido habían sido vengados gracias a la mejor forma de reconocimiento: un prestigioso legado de hijos bastardos, con Bukowski a la cabeza, que encontraron en su literatura un poético acto de rebelión contra el buen gusto y en favor de la autenticidad.
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