Joaquín Sabina acudía al Wizink Center hace más de tres años junto a su amigo Joan Manuel Serrat para ofrecer a los miles de asistentes madrileños un concierto en el que se alternaba de manera eficaz con el trovador catalán en un cara a cara que amenazaba con alcanzar etiqueta de 'mítico'. Todo parecía entrar dentro del canon de lo que tiene que ser este tipo de espectáculos, hasta que un pie mal apoyado llevó al jiennense a caer del escenario y a pasar varias semanas en el hospital.
Es por ello que el regreso de Sabina al mismo escenario que puso en riesgo el final de su carrera tenía algo de emotivo, un plus que sobrevolaba el ambiente y se reconocía entre los asistentes al Wizink Center que este martes 23 de junio han esperado pacientemente, primero con las habituales filas de acceso y después con el ligero retraso --también habitual en estos conciertos-- para empezar a dar rienda suelta a los acompañamientos de ripios y versos tan reconocibles.
A las 21.10 horas se han apagado las luces, se ha hecho un silencio en un recinto prácticamente lleno, 12.000 espectadores con asientos en pista central --de un público nostálgico de estos grandes momentos de Sabina y de muy distintos rangos de edad, todo hay que decirlo-- y ha aparecido la figura del genio de Úbeda.
Con acompañamiento de su famoso sombrero y gustosamente ataviado con una chaqueta a rayas y camiseta negra, Sabina ha saludado al público y ha iniciado unos primeros compases en los que ha costado escuchar la voz. Después, todo ha vuelto a la normalidad.
Gente incondicional a la música de Sabina, que ha aplaudido a rabiar esa primera canción. "Han sido unos años un poco duros, para que nos vamos a engañar, tras la noche que salí de aquí en camilla, operaciones y COVID", han sido las primeras palabras del músico, precedidas de un '¡Por fin, carajo!'.
"He estado a palo seco un tiempo y cuando pude empezar a moverme pensando en ponerse en forma para este día, empecé la gira... Y hoy estoy aquí", ha reivindicado el músico, que se ha mantenido prácticamente sentado en una silla en mitad del escenario todo lo que ha durado el recital.
Respaldado como en anteriores conciertos de la gira por su equipo de incondicionales músicos --y no, claro, no estaba Pancho Varona--, el propio Sabina ha reconocido en más de una ocasión que el suceso en el Wizink Center fue un duro golpe y, en cierta manera, suponía un reto volver aquí. "Hemos conseguido romper el maleficio y cantar aquí. Hoy no me cambio por nadie", ha admitido, en un discurso muy aplaudido.
La noche ha abierto con toda una declaración de propósitos, un tema que viene sonando en los inicios de esta gira por donde ha ido pasando hasta ahora, desde Úbeda al más reciente Londres. Cuando era más joven ha supuesto el pistoletazo de salida, que sigue siendo un guiño más a una gira que lleva por título sardónico Contra todo pronóstico.
Después han ido cayendo otras canciones que, analizadas por su encabezamiento, no dejan de quitarle una sonrisa al espectador. Sintiéndolo mucho, Lo niego todo, Mentiras piadosas o Lágrimas de mármol, todas ellas con unas letras que no hacen más que confirmar el merecido retrato 'canalla' que se ha construido Sabina a lo largo de su carrera. Alguna de ella, con un guiño más a su caída, incluido.
Ha tenido tiempo también Sabina de tener un recordatorio para su "querido y admirado" Leiva. "Sería un miserable si no reconociera a alguien cuya complicidad y sabiduría me ha hecho atravesar ese desierto y volver a este escenario con más ganas que nunca", ha remarcado, apuntando al lugar donde se encontraba el músico en el Wizink.
No ha cesado Sabina de dedicar palabras para su 'gente', algunas de ellas muy significativas, como esas dedicatoria de todo el concierto a su "suegra y exsuegra", Carmen Delgado de Torres, "a quien la puta muerte se la llevó" hace unos pocos días. Chus Visor, Pepa Hernández y Jorge Drexler también han recibido palabras elogiosas de Sabina.
Recuerdos y ausencia (temporal)
Y, entonces, ha llegado uno de los momentos más coreados por el público. Por el bulevar de los sueños rotos --Se dejó el corazón en Madrid / ¡quien supiera reír / Como llora Chavela'-- y casi acto seguido, otro emblema 'sabínico', Llueve sobre mojado, que diría su también compañero de gira en otra ocasión Fito Páez.
Se ha tomado entonces un pequeño descanso, desapareciendo del escenario para dejar a algunos miembros de su banda cantar dos canciones porque él "ya no tiene voz" para ellas, como ha reconocido el propio músico --un parón aprovechado también por parte del público para aprovisionamiento de refrigerio--.
Mara Barros, otra habitual de las giras de Sabina, se ha puesto al frente para tirar de reivindicación cinematográfica con la graciosa 'Yo quiero ser una chica Almodóvar'. Y Antonio García de Diego con 'La canción más hermosa del mundo' ha hecho lo propio, encontrando ambos la complicidad del respetable..
Gracias, gracias, gracias
Ya de nuevo con el protagonista del Wizink, 19 días y 500 noches ha pasado por uno de los momentos álgidos del concierto. Que se ha ido sumergiendo en las más de dos horas de duración, con otros clasicazos como 'Noches de boda' --Chavela Vargas ha estado muy presente en esta noche de 'in memoriam'--, junto a Y nos dieron las diez.
Y para terminar, La canción de los buenos borrachos, la que siempre ha cerrado y que termina con ese '¡Gracias, gracias, gracias!' de todos para el público. Y quién sabe, porque ya hace tiempo que con Sabina se ha vuelto todo impredecible, pero suena a breve despedida antes de un reencuentro, primero este jueves y luego ya a finales de año, cuando de nuevo el Wizink sirva para cerrar una gira 'Contra todo pronóstico'.
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