Hay lugares en los que la oscuridad y la miseria compiten con el ansia de luz y las ensoñaciones de grandeza. Existen en muchas ciudades, de ayer y de hoy. Rincones abandonados en los que algunos caminos esconden pozos profundos. Itinerarios con cruces equivocados que conducen a cloacas malolientes de las que es difícil escapar. La realidad los ha mostrado en más de una ocasión, la ficción los ha recreado desde siempre. Un poco de una y otra es lo que muestra Los perseguidos (Planeta), el último trabajo de Fernando Benzo (Madrid, 1965). Una novela reconocida con el Premio Azorín 2023 que transporta al lector al Madrid más oscuro de la Movida, los años de la Transición y las drogas para viajar después con su recuerdo a los actuales subsuelos, los más negros, del ámbito policial.
La novela tiene algo del cine quinqui de aquella España que se desperezaba aún de 40 años de dictadura. Benzo nos sitúa en la cara oscura, la de los barrios sin futuro, en los que vive un grupo de amigos adolescentes abocados a un laberinto de delincuencia del que es difícil salir. Es la primera escena que describe. Tres jóvenes huyendo de la policía en un coche robado tras haber cometido un atraco mientras suenan Los Chichos. Del accidente sólo sobreviven el cerebro de la banda, Dardo, y Peyo.
A partir de ahí comienza una carrera de ascenso por la escalera de la delincuencia, desde los tirones de bolsos y pequeños atracos a la cima de la venta de droga en una gran ciudad. Dardo acabará por convertirse y sentirse un hombre poderoso e importante, la relevancia propia de la heroína, el caballo, por encima de los “parientes pobres que distribuían hachís, maría o anfetas”. La noche de Madrid, las tribus de Malasaña, locales de poder y corrupción de políticos, periodistas, jueces y empresarios serán el nuevo mundo al que nos traslade Los perseguidos, un entorno en el que la policía y los delincuentes mantienen una peculiar coexistencia pacífica.
El periodismo y la verdad
Benzo recurre a sucesos reales con otros fruto de su imaginación para recrear aquel ambiente estrafalario, pintoresco, lleno de personajes singulares y otros temidos, como los policías sin reciclar de la dictadura que aún engrosaban las filas del cuerpo de más de una unidad. Personajes que rememoran al tristemente célebre Billy el niño o a perfiles a medio camino entre el comisario Conesa y Villarejo.
Policías reconvertidos en empresarios que se relacionan con delincuentes necesitados de sus fuentes y contactos para hacer negocios turbios entre traiciones y chantajes. Y colaboraciones de personajes ambiciosos que permiten hilar una historia que enlaza el pasado con el presente a través del periodismo de investigación que merodea en torno a las cloacas de Interior.
Es ahí donde otra de las protagonistas de la novela, Daniela, y el ministro del Interior, Luis Cáceres, confluyen. Un político que describe como “un tipo de partido que suple sus carencias intelectuales con la habilidad para la conspiración política” y cuya ambición, por encima de todo, es llegar a ser presidente del gobierno. La investigación de Daniela, con la que pretende descubrir las circunstancias de la extraña muerte de su novio, abogado de un delincuente serbio, Lazic, es la que puede arruinar esa carrera política al intentar destapar un posible caso de corrupción del ministro. Comprar su silencio es otra de las tramas de la novela. Lo intentará con el pago como contraprestación de otra gran historia, la de un peligrosos y escurridizo delincuente español que lleva 30 años sorteando a la policía y la justicia: Dardo.
Destino vital
Benzo firma un trabajo en el que además de la trepidante acción e intriga de la historia incorpora elementos como la nostalgia, el desarraigo, el paso del tiempo, la resignación o la rebelión ante el destino. Un relato sobre el destino vital y su gestión entre quienes optaron por quedarse en el barrio, los que pagaron con su vida al intentar salir de él por la vía equivocada, los que no cayeron en la tentación de los atajos y los que encontraron la fortuna con su esfuerzo. Los perseguidos avanza por ámbitos como la política y el periodismo que el autor conoce bien.
Benzo tuvo responsabilidades en el Ministerio del Interior como director de equipamientos de prisiones. Además, fue secretario de Cultura y director general de deportes. Ha publicado nueve novelas. Sus trabajos anteriores fueron Nunca fuimos héroes (2020) y Los viajeros de la Vía Lactea’ (2021). En realidad, lleva casi toda su vida escribiendo desde que con 23 años ya fue reconocido con el Premio Castilla-La Mancha por su primera obra, Los años felices.
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