Sueños ajenos, palabras ajenas, cuerpos ajenos. “Qué solos estamos cuando estamos en la misma y reiterada compañía”. Dios, o llamémosle Cristo, quizás, también sangra, también sufre, también se da a conocer, también tiene seguidores. Cristo está en Tinder. Lo supone Rodrigo García, que nos trae este montaje peculiar con perro robot (Tito) incluido. Desgrana Rodrigo García entre vídeos, performance, expresión corporal, voces, textos, recuerdos, formas, experiencias y experimentaciones, la música de una guitarra eléctrica que es capaz de emitir mil y un sonidos, de lamentarse, de crear atmósfera, de cuestionarse ciertas conductas, determinadas ideas, concretas acciones.
No nos pide nada; nos muestra. Desde un constante caer cuerpos a una tumba a relatarnos que cuando se es niño siempre te dicen “debes esforzarte más”, cuando quien lo está diciendo no se esfuerza para nada. Nos trae la tecnología última de los robots, junto con la necesidad de mostrarse en las redes sociales; nada somos si los demás no se enteran. Y de los grandes temas que parecen preocupar a la sociedad de hoy en día: las dietas, el auxilio y la caza de los animales, los nutrientes, la necesidad de hacer ejercicio, las soledades en compañía.
En un momento, nos muestra una especie de Schmürz, el personaje de Boris Vian en Los forjadores de imperios, que es la conciencia, el miedo, lo que nos atenaza a seguir siempre por el mismo camino, a ir subiendo pisos hasta llegar a un ático que no tiene salida. Quizás fuera mejor montarse en moto y hacer un trial suicida en medio del desierto.
Rodrigo García estira la goma elástica de hacer teatro hacia un canto de sarcasmo, de ironía y de culteranismo, quizás como Góngora
Amanece. La luz lo inunda todo, después de que, en la sombras, las palabras, los sueños, los cuerpos han combatido, han sacado pecho, han mostrado su desidia o sus impulsos más frenéticos. ¿Cómo será yacer en una cama de patatas fritas? ¡Cómo duele que el dolor sea mercancía!
Cristo está en Tinder. ¿Por qué no? Los dioses también reclaman atención, también buscan compañía, feligreses, acólitos, devotos, fe ciega y confianza, hagan lo que hagan y opinen lo que digan. Quizás por ello, Tito, el perro robot, escribe su diario en 2030. Porque tiene crisis existencial y duda. Y no cree en lo que nos venden, ni en los que solo adulan, en los que hacen malabares sin ser payasos, en los que guían.
Elisa Forcano, Selam Ortega, Carlos Pulpón y el guitarrista Javier Pedreira se entregan, se desnudan, se cubren, se convierten en animales, en muñecos, en heridas, en amigos, en desconocidos, en mentiras, en verdades, en saludos, en encuentros, en despedidas.
Rodrigo García estira la goma elástica de hacer teatro hacia un canto de sarcasmo, de ironía, de culteranismo, quizás como Góngora. Complicadas metáforas con un lenguaje teatral y artístico rico y variado que no renuncia a nada.
CRISTO ESTÁ EN TINDER
Elenco: Elisa Forcano, Selam Ortega, Carlos Pulpón y Javier Pedreira
Dramaturgia y espacio escénico: Rodrigo García
Realización audiovisual: Daniel Iturbe
Composición musical: Javier Pedreira
Una producción del Teatro de La Abadía con Festival Actoral (Marsella) y Festival Next (Valenciennes)
En Madrid hasta el 11 de junio
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