La obra de Ron Mueck (Melbourne, 1958) es una de las muestras más curiosas y personales de lo que entendemos por hiperrealismo. El escultor australiano ha conformado un estilo propio en el que la representación humana alcanza una semejanza con la realidad tan inquietante como satisfactoria. La minuciosidad con la reproduce cada una de las particularidades que nos hacen humanos alcanza un grado de perfección que resulta incómodo como hipnótico.

El trabajo de Mueck juega con la escala y la descontextualización para crear imágenes que remueven y disturban. Elaboradas con fibra de vidrio, silicona y acrílico, casi siempre desnudas, en situaciones cotidianas, o simplemente acostadas o sentadas, consiguen un realismo extremo y estéticamente psicológico.

Mask II (2001–2002).

Sus exposiciones parecen salidas de 'un museo de cera existencialista', que pone el foco en el hombre común y no en los grandes personajes, que indaga en los rostros indolentes y severos, olvidándose de las sonrisas falsas y los posados fingidos. Estudios en tres dimensiones sobre la soledad, la incomunicación y la posición del ser humano en el universo.

Afincado en el Reino Unido desde 1986, Ron Mueck ha desarrollado una obra artística que toca lo universal y renueva profundamente la escultura figurativa contemporánea. Las dimensiones y volúmenes parten de la exageración y los gestos de extrañeza. Como artista hiperrealista, igual que Antonio López, su trabajo es arduo y exhaustivo, dedica meses e incluso años a crear cada una de sus esculturas. Aunque no ha dejado de producir, en sus más de 25 años de trayectoria, Mueck ha creado un conjunto de cuarenta y ocho obras, la última de las cuales está entre las que pueden disfrutarse en la exposición que acaba de inaugurarse en la Fondation Cartier pour l’art contemporain.

De fabricante de muñecos a escultor

Mueck heredó el interés por la escultura en el negocio familiar de fabricación de marionetas y muñecos. Trabajó inicialmente como director creativo en programas infantiles de televisión australianos, antes de trasladarse a Estados Unidos para buscar trabajo allí en cine y publicidad. Una de sus más notables aportaciones al cine fantástico fue su labor como diseñador y intérprete poniendo voz al personaje de Ludo en la película de Dentro del laberinto (1986), protagonizada por David Bowie y dirigida por Jim Henson. Después, volvió a colaborar con Henson en la serie de televisión The StoryTeller. En 1996, su suegra, la artista Paula Rego, le pidió que hiciera una pequeña figura de Pinocho para su exposición colectiva Spellbound: Arte y cine, en la Hayward Gallery de Londres.

A partir de ahí, Mueck pasó de la producción comercial a la artística, siendo su escultura Dead Dad (padre muerto), una de las obras más llamativas en sus inicios. El escultor realizó este homenaje a su padre, recientemente fallecido, a media escala y construido a partir de la memoria y la imaginación. Esta pieza se incluyó en la exposición Sensation, celebrada en 1997 en la Royal Academy of Arts de Londres. A partir de ahí, la popularidad de Mueck subió como la espuma.

Chicken Man (2019).

El arte del australiano tiende hacia un tipo de perfección naturalista que se aleja del idealismo clasicista, huyendo de la belleza canónica y profundizando en una estética nueva. Su estilo hiperrealista reflexiona sobre el origen biológico y antropológico del ser humano, retratando su soledad, aislamiento y vulnerabilidad en situaciones alteradas por las diferentes escalas y contextos, recalcando el patetismo de la existencia de un modo tan real como inquietante.

Desde 2005, la Fundación Cartier ha desempeñado un papel fundamental en la consagración de Ron Mueck. En 2013 ya protagonizó una gran exposición en la institución parisina. © Axel Dahl

La temática de su obra es eminentemente introspectiva y suele fundamentarse en los pensamientos y sentimientos tácitos de sus protagonistas, invitando al espectador a completarlos o imaginarlos. La particularidad de su arte y la impresión que genera en el espectador han hecho del australiano uno de los nombres más reconocidos del panorama actual. Por eso, la exposición recién inaugurada en la Fundación Cartier es uno de los grandes eventos artísticos de la temporada en la capital francesa.

Desde el pasado 8 de junio hasta el próximo 5 de noviembre, la muestra ofrecerá un conjunto de obras nunca antes mostradas en Francia junto a las más emblemáticas de su carrera. Los visitantes podrán contemplar su monumental instalación Mass (2017), un osario a base de calaveras monumentales presentado por primera vez fuera de Australia, así como una escultura a gran escala diseñada para la ocasión. Se trata de la tercera exposición de Mueck en la Fundación Cartier, y refleja la evolución reciente y el diálogo a largo plazo con su trabajo.