Todo el mundo sabe quién es José María García. O al menos conoce lo que nos llegó durante décadas a través de la radio: una voz aguda en medio de la noche, una pronunciación deliberadamente marcada por la intención y una intensidad inédita e irrepetible. Haciendo honor al dicho “si una voz te enamora, no vayas por la emisora”, aquel carisma se correspondía con un señor bajito, de ademanes enérgicos y gran carácter. Este Napoleón de las ondas puso en jaque a gobiernos, doblegó voluntades y abroncó sin piedad a todo aquel que se interpuso en su manera de entender el oficio para el que sintió que había nacido, y cuya vocación de justiciero iba mucho más allá del periodismo.
Su historia, que es un poco la de España, entró hace ahora dos décadas en un silencioso compás de espera hasta que en 2021 un gran talento de la radio deportiva española llamado Pablo Juanarena creó un pódcast que se hizo merecedor del Premio Ondas, Saludos cordiales. En él se acercaba a una rivalidad que es historia de la radio española: el combate, muy poco deportivo, entre nuestro superhéroe de las ondas y su ex acólito José Ramón de la Morena tuvo durante años a millones de personas pegadas al transistor cada noche. Hasta el punto de que solo cuando acabó aquel match y su prórroga, las cadenas de televisión se atrevieron a apostar de verdad por el formato late night. Y es que el público andaba demasiado pendiente de aquella pugna. Así somos en este país. Lo que más nos gusta es asistir a piques y rivalidades, como parece ocurrir con la política. Y la de García y De la Morena era una rivalidad de primera.
Alberto Ortega y Charlie Arnaiz, alias Dadá Films, son dos seres con una sensibilidad extraordinaria para captar la quintaesencia personal de quienes forman parte de nuestra memoria colectiva. Hace poco más de un año sorprendieron en el Festival de Cine de San Sebastián con la serie documental Raphaelismo, sobre la figura del cantante más carismático de nuestra historia. También producen, entre otras muchas cosas, La matemática del espejo para RTVE con Carlos del Amor como conductor original.
En 2021, Movistar Plus lanzó la ficción Los Reyes de la noche, tratando de capturar la esencia de ese legendario enfrentamiento radiofónico.
Javier Gutiérrez es muy bueno, pero no puede ser Supergarcía. Para retratarle, la realidad se sobra y se basta. Solamente hay que tener el tino y la experiencia en bioseries de Alberto y Charlie, a los que meto a presión en mi estudio de radio para hablar de Supergarcía. Dadá Films ha producido para la misma plataforma la serie definitiva sobre el personaje que está en la mente de todos. Muy pocas veces he podido ver a la realidad superar con tanta ventaja a la ficción.
Pregunta.- ¿Cuál fue la sensación de volver a sentar a García frente a un micrófono, 20 años después?
Charlie.- Siendo totalmente sincero, lo vivimos como un instante mágico. Ese primer momento en el que se puso los cascos, miró al frente y soltó ese “Buenas noches, saludos cordiales” nos puso la piel de gallina. Ahí supimos que íbamos bien.
P.- Su contrincante legendario, Joserra, no ha querido participar, aunque está en varios vídeos y no se nota demasiado su ausencia. ¿Qué os dijo al negarse?
Alberto.- Nos sorprendió mucho, porque dijo que no tenía nada que aportar. ¿Nada que aportar? Si hay un antagonista al personaje principal es él. Lo que creemos es que pensó en todo momento que esto iba a ser un relato amable hacia García y que, en cierto modo, si él aparecía iba a ser como el malo de la película. Sin embargo, al verlo te das cuenta de que no. El propio José María nos dijo al ver el capítulo dos “os habéis pasado, cabrones”. Pero lo autorizó.
P.- Eso es muy llamativo. En algunos momentos se puede observar que, según los testimonios de varios de sus amigos y enemigos, pudo haber utilizado prácticas “mafiosas” y presiones de todo tipo para obtener sus exclusivas. ¿Cómo conseguisteis que lo autorizara? ¿Vía contrato?
Alberto.- Vía café. La primera vez que nos sentamos con él ya fue un pacto. Le dijimos, “tú entenderás que tiene que haber voces de todo tipo” y su respuesta se nos quedó grabada. Dijo, “por mí que aparezca quien quiera. Como si me llaman mafioso o hijo de…”. Esto nos hace sentir muy orgullosos. Podíamos haber hecho una autografía, porque al final trabajas un mano a mano con el protagonista, le das al play a su lado. Hay que andar con mucha mano izquierda y sobre todo ser respetuoso con el público para que no se sienta estafado con el personaje y con la cadena, porque también le tienes que dar chicha. Han sido ocho meses de trabajo de edición y ha sido muy complicado encontrar ese equilibrio.
P.- ¿Qué es lo que más os ha sorprendido?
Charlie.- Justo esto. Que aceptara que la gente a la que dimos voz le pudiera llamar lo que quisiera. De pronto estás viendo a tus enemigos diciendo lo que piensan en una serie documental sobre tu vida. Hay que tenerlos bien, bien cuadrados. Creo que nos encontramos realmente con alguien al quien no le importa lo que digan de él.
Alberto.- A mí me pilló bastante pequeño el auge de García. Que un periodista deportivo ganase más que el futbolista mejor pagado es de locos. Me sorprendió mucho que encontráramos a un García familiar y siempre dispuesto a colaborar.
P.- ¿Cómo fueron las sesiones de grabación?
Charlie.- Entró en el juego perfectamente, aunque creo que al principio no tenía muy claro lo que estábamos haciendo. De hecho, yo creo que él llegó al estudio de radio que recreamos pensando que íbamos a hacer algo que tenía más que ver con lo que nos pudiera contar que con él. Si lo piensas, sentar a un señor que no había quien le dirigiera en la radio durante cuatro días, cuatro horas todos los días, a hacer repaso de su vida, tiene su mérito. Es verdad que cuando nos queríamos dar cuenta se había puesto a hablar del rey emérito, y a lo mejor teníamos que devolverle al diario Pueblo. En esos momentos nos miraba y nos decía “¿qué pasa, no es interesante o qué?". Hemos cortado muchos silencios, los característicos de García. Para el medio audiovisual en algunos momentos venían muy bien, pero en otros había que acelerar.
P.- ¿Qué reacciones ha suscitado la serie?
Alberto.- La cadena está encantada por la crítica y la audiencia. No tenemos datos exactos, pero nos están diciendo que estamos entre los contenidos más vistos de no ficción de la plataforma. Además, hemos comprobado que todavía quedan muchos fans de Supergarcía. Desconocíamos que hubiera tantísima gente que todavía hoy le echa de menos en la radio.
P.- ¿Es la última superestrella de la radio de siempre?
Charlie.- Venía en el taxi escuchando a Herrera y me preguntaba si es una estrella del mismo tipo, pero no. La radio que hacía García ya no existe. Es un poco lo que nos pasó con la película que hicimos sobre Francisco Umbral, Anatomía de un dandy. Pudimos ver que el Francisco Umbral de la época ya no existe porque la España donde se hizo grande Umbral tampoco.
Alberto.- Creemos que sí lo ha sido, y además hablando de deporte. Se trata de alguien capaz de coger algo como el ciclismo y hacer un espectáculo de eso.
P.- Sin embargo, como se explica en el tercer capítulo, ¿su vocación frustrada fue ser comentarista político?
Charlie.- Se metió en el 23-F con una unidad móvil. Y en vez de narrar la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de México de 1968, se puso a emitir en directo las protestas estudiantiles que ocurrían en la misma ciudad. Se codeó con presidentes del Gobierno y altas esferas. Fue la guerra de despachos la que, como dijo Pipi Estrada, comenzó a cavar su tumba profesional. Esa acabó siendo la única forma de silenciarlo.
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