"Siempre supe que toda piscina generaba un campo magnético de ligereza y alegría, y me he pasado toda la vida persiguiéndolo", escribe Anabel Vázquez en Piscinosofía (Libros del K.O.). La escritora y periodista ha creado una auténtica arquitectura emocional, histórica y social sobre esos agujeros en el suelo llenos de agua en los que se condensa lo mejor del verano.
Y es que las piscinas son una suerte de oasis acuático donde es posible sobrellevar las altas temperaturas que de otro modo nos recluyen en casa con las persianas bajadas y los ventiladores encendidos. Lugares donde no existen el trabajo ni la gravedad, donde se puede leer, nadar, jugar, o simplemente echarse al sol con la posibilidad de un chapuzón cada vez que apetezca.
Por eso, otra de las frases que más se repite en este libro, bautizado por su autora como un tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas, es la de que "todo el mundo sonríe en el bordillo de una piscina". En una entrevista para El Independiente, Vázquez reflexiona sobre la razón por la que somos tan felices a su alrededor: las piscinas representan, eminentemente, tiempo libre. "Es un campo magnético de bienestar y satisfacción, porque responde al buen tiempo, al verano. De repente hace sol, estás libre y has encontrado un momento en tu vida para meter los pies en el agua".
Vázquez llevaba toda su vida orbitando en torno a esa sensación de bienestar que rebosa sobre los bordillos de las piscinas y consiguió desarrollar esta idea gracias a su estancia en la residencia para artistas de Villa Lena, en la Toscana.
Allí arrancó lo que ha acabado siendo esta Piscinosofía, una "anatomía emocional sobre las piscinas" donde su autora bucea, a través de referencias históricas, culturales y personales, en la pasión humana por acumular agua en espacios dedicados a la diversión y el disfrute.
A través de este recorrido, Vázquez explora las diferentes dimensiones sociales de unos espacios que apenas han cambiado en sus fundamentos –un hueco lleno de agua– desde la primera piscina de la que se tiene constancia en Mohenjo-Daro (2500-1800 a. C.), que existió durante la antigua civilización del Valle del Indo en el actual Pakistán, hasta la piscina en lo alto de Torres Blancas en Madrid, pasando por la icónica Piscine Molitor en París o la piscina subterránea de la Casa Blanca.
La periodista se define a sí misma como una somelier acuática. En California se fija en las glamourosas piscinas privadas en las que se bañaron estrellas como los Beatles o Marilyn Monroe y que inspiraron a artistas como David Hockney o escritores como John Cheever.
También aprovecha la posibilidad que le da la literatura para viajar en el tiempo a «piscinas imaginadas», como la de los escritores argentinos Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares o la que visitaron grandes intelectuales en el Círculo de Bellas Artes. Fantasea con el desaparecido proyecto original de La Playa de Madrid. Y no duda en calificar la de la Complutense como el lugar más sexy de la capital, donde "se respira un aire de seducción y todo es piel, sol e indolencia". "Hay algo retro en ese ambiente sin prisa y con pocas pantallas, en el que solo mandan los cuerpos y las miradas".
Vivimos bajo la tiranía del bienestar y las piscinas son un atajo para rozarlo
Piscinosofía
Pero si se tiene que quedar con una que ha significado un antes y un después en su investigación, Vázquez se queda con la Piscina das Marés de Álvaro de Siza en Matosinhos, Oporto. Una piscina que se atreve a competir con el mar y ofrece algo que este no tiene: límites. "Fue como una epifanía. Es un lugar muy mágico, donde se juntan el poder de la naturaleza y el poder de la arquitectura. Para mí, fue uno de los momentos viajeros más bonitos, intensos y emocionantes de mi vida. En ese sentido, si el libro sirve también para inspirar a alguien a hacer un viaje bonito, yo encantada".
Pero este tratado acuático no se queda solamente en la dimensión histórica, artística y personal de estos agujeros en el suelo llenos de agua; también aborda su importancia en la sociedad desde un punto de vista socioeconómico, en concreto por los prejuicios de estatus. "Cuando se relaciona una piscina con un político siempre se toma como un símbolo de decadencia burguesa, que no tiene sentido en una sociedad en la que tiene acceso a una piscina cualquier persona que viva en una urbanización media. Es un poco perverso, porque no corresponde a la realidad en España, pero se sigue utilizando como arma arrojadiza en política".
¿Se avecina la 'cancelación' de la piscina?
Lo que sí preocupa a esta amante declarada de las piscinas es el nuevo papel que van a tener en un mundo donde el agua cada vez es más escasa y la sequía cuestiona su sostenibilidad. "Las temperaturas van a seguir subiendo y el agua va a ser cada vez más preciada y preciosa. Necesitamos más piscinas públicas y municipales, aunque el que quiere tener una piscina la quiere para él, con su valla y su llave. Por eso hay que repensar la piscina del futuro, preguntándose si la queremos como un símbolo de estatus o por su utilidad. Ahí hay una reflexión muy necesaria. De hecho, mientras escribía el libro pensaba: ¿Acaso habrá que cancelar a las piscinas?, espero que no sea necesario".
Todo el mundo sonríe en el bordillo de una piscina
Piscinosofía
Al inicio del libro, su autora se pregunta si esto que ha sentido durante toda su vida por las piscinas es amor, obsesión o refugio. "A mí la piscina me da paz, es un amor pacífico que tiene mucho de refugio también, y he podido descubrir que es algo mucho más sano y leve que una obsesión". Y precisamente esa es la mejor manera de valorar el regreso al medio acuático que experimentamos en verano. Una eterna referencia a la infancia y a la sensación de flotar en un estado de paz que solemos equiparar con la auténtica felicidad.
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